miércoles, 27 de junio de 2018

"Vertical de Pasionado Cabernet Franc"



Hace algunos días tuve el placer de participar de una cata vertical donde probamos seis añadas del Pasionado Cabernet Franc de Bodega Andeluna. La misma estuvo guiada por Manuel González Bals quien se desempeña como primer enólogo de la misma.

                                   

Además de ser Pasionado una etiqueta reconocida desde hace más de una década entre los Cabernet Franc de alta gama de nuestro país la Bodega también fue pionera con la variedad en una zona tan reconocida para nosotros hoy como lo es Gualtallary, en Tupungato, Valle de Uco.


Si bien Manu hizo una excelente introducción sobre el crecimiento de la variedad en Argentina donde en los últimos años se dio un crecimiento que hizo que pasemos de 70 ha en 1990 hasta cerca de 1000 en la actualidad. Vale aclarar que el 50% del total se encuentra en el Valle de Uco


Iré más al grano y les contaré de manera resumida que me dejó esta experiencia en la que José Barale, socio accionista de la Bodega, también estuvo presente.

La cata se realizó previo a un almuerzo en el resto TreintaSillas y no contó con la totalidad de las añadas que existen de Pasionado ya que, como me comentaba la gerente de marketing y comunicación María Barale, haber tenido siempre tan bajas producciones y haber conservado tan pocas botellas en la "biblioteca" de la bodega resultó en que hoy los limita al momento de realizar este tipo de prácticas.

Incluso de la añada 2013 directamente no cuentan con ninguna botella.

De todas maneras el muestreo del que participaron las cosechas 2005, 2009, 2011, 2012, 2014 y, en anticipo, la 2015, fue más que suficiente para ver el camino que viene transitando la Bodega y hacía que dirección va.



                               


Comenzamos con el 2005 del cual la ficha técnica denotaba un considerable alcohol (15,5%), ya lo recordarán como algo muy típico en los alta gama de aquella época y el volumen en boca lo confirma, aunque evidentemente las bajas temperaturas de aquel año le aportaron a la vez buena frescura, algo fundamental para que el vino mantenga un equilibrio y se encuentre hoy bien entero y con buen potencial.

Hay que recordar la baja producción que siempre mantuvo esta etiqueta, un producto del que hasta hace poco tenían solamente una hectárea aunque recientemente injertaron dos hectáreas más que comenzarán a producir en 2020.



                                                    

Potenciando lo comentado primeramente hay que agregar que la variedad en el lugar tiende naturalmente a dar bajos rendimientos.

El segundo vino que probamos fue el 2009 no lo sentí con tanta potencia en boca como el anterior y si bien le encontré una fruta más madura, de sensación dulzona, me pareció el vino más suave, muy equilibrado y agradable. Fue un año particularmente bastante lluvioso durante noviembre, diciembre y febrero en Gualta y quizá ello haya colaborado a que esa sensación de madurez sea suave o "diluida" al mismo tiempo, esto último una conclusión mía desde mi desconocimiento. Respecto al alcohol la ficha técnica acusaba aún un grado alcohólico más alto (15,8%).

Retomando el tema suelos Manu nos cuenta que desde el año 2012 empezaron a trabajar más a fondo con la investigación de los mismos en la finca donde han encontrado gran diversidad. De todas formas por el momento siguen estudiando para entender bien qué hay en cada pequeño sector de la finca para futuras prácticas.

Vale recordar que hasta la vendimia 2011 se encontraba a cargo de la enología de la bodega Silvio Alberto y que recién es en la segunda parte de ese año que ingresa Manuel González por ello es que en el Pasionado 2012 su participación fue sólo sobre la etapa final de su elaboración.

Tiene un grado alcohólico mas bajo, 14,5%, que al degustarlo tiene claramente mayor frescura, algunos destellos florales en sus aromas, y una sutil textura en boca. Fue hasta ese momento el vino que más disfrute de la tanda.

Manu agrega que tiene un porcentaje muy bajo de un Cabernet Sauvignon que utilizó precisamente para refrescar y bajar el grado lo que fue una acertadísima decisión ya que al comparar con los anteriores tiende a tener menos peso y volumen sin resignar largo y complejidad, sumando "chupabilidad" como diría "el tano" Cipresso.

Hasta aquí probamos vinos con características diferentes y fue muy enriquecedor ver que en su mayoría encontramos relación entre las prácticas comentadas por el hacedor y las marchas climáticas de cada cosecha.

Luego llegó la añada 2012 que no fue la excepción porque en mi opinión claramente no se pareció a ninguno y si bien la ficha técnica hablaba de un excelente año por tener un clima extremadamente seco, variable ideal para la sanidad de los frutos, algunos taninos un poco marcados aún hicieron que no quedara entre mis preferidos aunque quizá el tiempo lo ponga más armonioso. No me animo a asegurarlo.

A pesar de que siempre hablamos de la misma pequeña finca y variedad los diferentes matices continúan producto del clima y las prácticas que se van ajustando.

Así la añada 2014 cuenta desde lo aromático con esa típica punta de pirazina atrevida y sutil al mismo tiempo. Siendo más concreto: una nota que recuerda a un ají verde, bien fresco, claramente menos maduro y con mayor acidez en boca. Las fichas nos remarcan que 2014 también es recordado como uno de los años más fríos y que una helada en septiembre también les provoco un 25% de perdida de producción lo cual colaboró naturalmente a concentrar más calidad.

Además se nota una considerablemente menor presencia de aromas provenientes del roble y los anfitriones nos aclaran que desde ese año comenzaron a utilizar barricas de cuarto uso.

El vino me dejó muy satisfecho y lo disfruté mucho aunque considero que tiene aún bastante para seguir desarrollando y refinándose en botella. 

Y precisamente, entre otras, la palabra "refinándose" me vuelve nuevamente a la cabeza cuando probamos en anticipó la añada 2015.

Le encuentro sus aromas con una nitidez que no había percibido en los anteriores; mucho más sutiles, delicadeza que se mantiene en boca, balance, equilibrio, de esos que bebés un sorbo e inmediatamente te invitan al siguiente.

Me reconozco entre esos consumidores que valoran y disfrutan de aquellos vinos que van en busca de dejar al desnudo la calidad de la fruta y la expresión de un lugar.

Resumiendo, si defino los primeros años de esta etiqueta sigo pensando en muy buenos vinos, producto de la intensidad que nos brinda la altura, los suelos y la amplitud térmica del Valle de Uco.

En cambio, sobre los últimos vinos degustados, se pueden percibir con mayor precisión esas notas que recuerdan más a un lugar tan distintivo como es Gualtallary y que hacen que cuando los ubico a ciegas con un vecino de Paraje Altamira, Los Chacayes o La Consulta, para mencionar solo algunas zonas vecinas, lo podamos distinguir claramente.

Por lo tanto creo que ese es el camino que deben seguir para diferenciarse cada día más cada uno de los productores que elaboran en esas regiones.

Que las características de un lugar prevalezcan siempre sobre el estilo de una bodega o productor; y si la influencia del clima se hace notar, francamente me alegra, porque ello quiere decir que el productor dejó que el vino se expresara de manera franca respecto a lo que fue ese año en su sitio.

Respetar el terroir siempre y no tratar de enmascararlo bajo ninguna circunstancia.

Resignar concentración, potencia, carga, en busca de sutilezas, elegancia, complejidad, pudiéndose beber más temprano pero sin resignar potencial de guarda, manteniendo el carácter pero mucho más fino; con firme paso por boca, tan firme como cada paso que da Manu y su equipo hoy para el futuro de esta etiqueta tan emblemática para la bodega, la zona y la variedad.

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