Hace algunos días tuve el placer de
participar de una cata vertical donde probamos seis añadas del Pasionado
Cabernet Franc de Bodega Andeluna. La misma estuvo guiada por Manuel González
Bals quien se desempeña como primer enólogo de la misma.
Además de ser Pasionado una etiqueta reconocida desde hace más de una década entre los Cabernet Franc de alta gama de nuestro país
Si bien Manu hizo una excelente introducción sobre el crecimiento de la
variedad en Argentina donde en los últimos años se dio un crecimiento que hizo
que pasemos de 70 ha
en 1990 hasta cerca de 1000 en la actualidad. Vale aclarar que el 50% del total
se encuentra en el Valle de Uco
Iré más al grano y les contaré de manera
resumida que me dejó esta experiencia en la que José Barale, socio accionista
de la Bodega ,
también estuvo presente.
La cata se realizó previo a un almuerzo en
el resto TreintaSillas y no contó con la totalidad de las añadas que existen de
Pasionado ya que, como me comentaba la gerente de marketing y comunicación María
Barale, haber tenido siempre tan bajas producciones y haber conservado tan
pocas botellas en la "biblioteca" de la bodega resultó en que hoy los
limita al momento de realizar este tipo de prácticas.
Incluso de la añada 2013 directamente no
cuentan con ninguna botella.
De todas maneras el muestreo del que
participaron las cosechas 2005, 2009, 2011, 2012, 2014 y, en anticipo, la 2015,
fue más que suficiente para ver el camino que viene transitando la Bodega y hacía que
dirección va.
Comenzamos con el 2005 del cual la ficha técnica denotaba un considerable alcohol (15,5%), ya lo recordarán como algo muy típico en los alta gama de aquella época y el volumen en boca lo confirma, aunque evidentemente las bajas temperaturas de aquel año le aportaron a la vez buena frescura, algo fundamental para que el vino mantenga un equilibrio y se encuentre hoy bien entero y con buen potencial.
Hay que recordar la baja producción que
siempre mantuvo esta etiqueta, un producto del que hasta hace poco tenían
solamente una hectárea aunque recientemente injertaron dos hectáreas más que
comenzarán a producir en 2020.
Potenciando lo comentado primeramente hay
que agregar que la variedad en el lugar tiende naturalmente a dar bajos
rendimientos.
El segundo vino que probamos fue el 2009 no
lo sentí con tanta potencia en boca como el anterior y si bien le encontré una
fruta más madura, de sensación dulzona, me pareció el vino más suave, muy
equilibrado y agradable. Fue un año particularmente bastante lluvioso durante
noviembre, diciembre y febrero en Gualta y quizá ello haya colaborado a que esa
sensación de madurez sea suave o "diluida" al mismo tiempo, esto
último una conclusión mía desde mi desconocimiento. Respecto al alcohol la
ficha técnica acusaba aún un grado alcohólico más alto (15,8%).
Retomando el tema suelos Manu nos cuenta
que desde el año 2012 empezaron a trabajar más a fondo con la investigación de
los mismos en la finca donde han encontrado gran diversidad. De todas formas por
el momento siguen estudiando para entender bien qué hay en cada pequeño sector
de la finca para futuras prácticas.
Vale recordar que hasta la vendimia 2011 se
encontraba a cargo de la enología de la bodega Silvio Alberto y que recién es
en la segunda parte de ese año que ingresa Manuel González por ello es que en
el Pasionado 2012 su participación fue sólo sobre la etapa final de su
elaboración.
Tiene un grado alcohólico mas bajo, 14,5%, que
al degustarlo tiene claramente mayor frescura, algunos destellos florales en
sus aromas, y una sutil textura en boca. Fue hasta ese momento el vino que más
disfrute de la tanda.
Manu agrega que tiene un porcentaje muy
bajo de un Cabernet Sauvignon que utilizó precisamente para refrescar y bajar
el grado lo que fue una acertadísima decisión ya que al comparar con los
anteriores tiende a tener menos peso y volumen sin resignar largo y complejidad,
sumando "chupabilidad" como diría "el tano" Cipresso.
Hasta aquí probamos vinos con
características diferentes y fue muy enriquecedor ver que en su mayoría
encontramos relación entre las prácticas comentadas por el hacedor y las
marchas climáticas de cada cosecha.
Luego llegó la añada 2012 que no fue la
excepción porque en mi opinión claramente no se pareció a ninguno y si bien la
ficha técnica hablaba de un excelente año por tener un clima extremadamente
seco, variable ideal para la sanidad de los frutos, algunos taninos un poco
marcados aún hicieron que no quedara entre mis preferidos aunque quizá el
tiempo lo ponga más armonioso. No me animo a asegurarlo.
A pesar de que siempre hablamos de la misma
pequeña finca y variedad los diferentes matices continúan producto del clima y las
prácticas que se van ajustando.
Así la añada 2014 cuenta desde lo aromático
con esa típica punta de pirazina atrevida y sutil al mismo tiempo. Siendo más
concreto: una nota que recuerda a un ají verde, bien fresco, claramente menos
maduro y con mayor acidez en boca. Las fichas nos remarcan que 2014 también es
recordado como uno de los años más fríos y que una helada en septiembre también
les provoco un 25% de perdida de producción lo cual colaboró naturalmente a
concentrar más calidad.
Además se nota una considerablemente menor
presencia de aromas provenientes del roble y los anfitriones nos aclaran que
desde ese año comenzaron a utilizar barricas de cuarto uso.
El vino me dejó muy satisfecho y lo
disfruté mucho aunque considero que tiene aún bastante para seguir
desarrollando y refinándose en botella.
Y precisamente, entre otras, la palabra
"refinándose" me vuelve nuevamente a la cabeza cuando probamos en
anticipó la añada 2015.
Le encuentro sus aromas con una nitidez que
no había percibido en los anteriores; mucho más sutiles, delicadeza que se
mantiene en boca, balance, equilibrio, de esos que bebés un sorbo e
inmediatamente te invitan al siguiente.
Me reconozco entre esos consumidores que
valoran y disfrutan de aquellos vinos que van en busca de dejar al desnudo la
calidad de la fruta y la expresión de un lugar.
Resumiendo, si defino los primeros años de
esta etiqueta sigo pensando en muy buenos vinos, producto de la intensidad que
nos brinda la altura, los suelos y la amplitud térmica del Valle de Uco.
En cambio, sobre los últimos vinos
degustados, se pueden percibir con mayor precisión esas notas que recuerdan más
a un lugar tan distintivo como es Gualtallary y que hacen que cuando los ubico
a ciegas con un vecino de Paraje Altamira, Los Chacayes o La Consulta , para mencionar
solo algunas zonas vecinas, lo podamos distinguir claramente.
Por lo tanto creo que ese es el camino que
deben seguir para diferenciarse cada día más cada uno de los productores que
elaboran en esas regiones.
Que las características de un lugar prevalezcan
siempre sobre el estilo de una bodega o productor; y si la influencia del clima
se hace notar, francamente me alegra, porque ello quiere decir que el productor
dejó que el vino se expresara de manera franca respecto a lo que fue ese año en
su sitio.
Respetar el terroir siempre y no tratar de
enmascararlo bajo ninguna circunstancia.
Resignar concentración, potencia, carga, en
busca de sutilezas, elegancia, complejidad, pudiéndose beber más temprano pero
sin resignar potencial de guarda, manteniendo el carácter pero mucho más fino;
con firme paso por boca, tan firme como cada paso que da Manu y su equipo hoy
para el futuro de esta etiqueta tan emblemática para la bodega, la zona y la
variedad.
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