martes, 29 de enero de 2019

Mi "10yearchallenge como degustador"


Fue hace aproximadamente 10 años que en el quincho de la casa de un amigo se organizaba una degustación de esas semanales que, como era costumbre, siempre se hacían a ciegas. La temática de aquella noche era "malbec de alta gama".

Llegué al evento cuando ya estaba algo avanzado pero igualmente pude probar cada una de las botellas que ya se encontraban correctamente envueltas.

Tomar notas para destacar características, elegir las que más me habían gustado, compartir con el resto de los compañeros de mesa, armar un podio, sacar conclusiones, en definitiva pasar un buen rato.

Hoy aún recuerdo mi sensación luego de terminar de probar esa docena de vinos. Fue pura desilusión y no por la calidad de los vinos, si no más bien por no poder distinguir características significativas entre cada uno de ellos.

Todos cumplían perfectamente con los atributos que para mi en aquel momento eran importantes que un vino de alta gama tuviera: color oscuro y aspecto de concentración a la vista, en nariz gran intensidad de aromas, fruta madura, la mayor paleta aromática posible producto de la crianza en madera, peso en boca, volumen, etc.

En resumen algo así como que cuanto más cantidad de todo era, resultaba mucho mejor y por ende el puntaje sería más alto para lograr el podio.

Al descubrir las etiquetas estaban las más renombradas de la góndola, distribuidas entre las principales zonas, Valle de Uco, Luján de Cuyo y seguramente alguna del NOA. Creo que aquella noche recién caí o me cuestioné si realmente me gustaba tomar vino y si era algo que disfrutaba de verdad.

Si hoy, luego de una década, tuviera que repetir una cata con una docena de malbec de entre los $400 y los $1000, les puedo asegurar que sería mucho y bien diferente lo que podría describir sobre cada uno de esos vinos. Lo hago habitualmente y la mayoría de las veces resulta así.

Sólo por nombrar algunos cambios, en las etiquetas se empezó a reemplazar la palabra Valle de Uco por el de cada una de las sub-regiones que la componen: Gualtallary, Los Chacayes, La Consulta, Paraje Altamira, por mencionar algunas. Y cuánta felicidad me da hoy poder comprobar las características que le imprimen cada uno de esos lugares a los vinos y poder relacionarlos directamente con el sitio de donde salen las uvas.

Pero a este ajuste en el enfoque que vienen logrando algunos productores para lograr dejar al descubierto las características de cada región, se le suma otra variable, y es la interpretación de cada uno de ellos. Hace diez años parecía que la mayoría utilizaban el mismo "librito" al momento de elaborar y hoy estamos, más que nunca, lejos de aquello.

Porque ese "librito" no sólo supo adaptarse a cada lugar, sino también a cada búsqueda personal.

La frase “el vino nace en el viñedo” seguramente sea el camino más seguro para la diversidad y evitar caer en películas que ni bien arrancan ya sabemos el final o tenemos la impresión de ya haberla visto.

Y aprovechando esta última analogía diría que, casi como un debutante director, que en el mismo escenario y sin cambiar escenografía ni actores, en poco tiempo logró montar obras diferentes es "el Juanfa" Suarez.


A Juanfa lo conocí no hace más de cuatro años cuando se acercó para mostrarme los vinos de Finca Suárez, el proyecto que lleva adelante con su familia. Transcurrió poco tiempo para que luego nos presente Traslapiedra, proyecto que comparte junto a un grupo de amigos y fue en los últimos meses que tuve la oportunidad de probar su nuevo Rocamadre, proyecto que inició él solito.

Todas las etiquetas cuentan al menos con un malbec entre sus líneas, en diferentes segmentos de precios, y todos elaborados con uvas provenientes de la finca que la famila posee en Paraje Altamira, Valle de Uco.

Si me remonto al principio de esta nota, cuando me costaba diferenciar malbec de diversos productores y lugares, podría imaginar que las chances del Juanfa para entretenerme luego de los tres descorches serían nulas pero, cuando fuimos a la práctica, nada estuvo más lejos de ello.

El lugar podrá ser el mismo pero cuando hay inquietud las búsquedas pueden ser infinitas.

Casualmente antes que le mencione al Juanfa sobre esta nota él me contaba lo importante le resultaba poder mostrar todas las posibilidades de interpretaciones que puede lograr a través del malbec de su lugar, Paraje Altamira.
Así que no nos sorprenda que en algún tiempo se sigan sumando nuevos malbec en alguna de sus marcas de las que hasta el momento posee cuatro.

Antes de descorchar los tres vinos le consulté al Juanfa sobre qué buscó en cada una de las etiquetas y convoqué a dos amigos para compartirlos, charlarlos, y sacar algunas conclusiones en conjunto ya que siempre es mucho mejor.

Los vinos fueron Traslapiedra Malbec 2016 ($550), Finca Suárez Gran Malbec 2015 ($800) y Rocamadre Malbec 2017 ($600).


De los tres vinos el Traslapiedra resultó ser el más ligero, más fluido en boca, con una fruta roja bien fresca, directo, sin complejidad especial, pero muy sabroso en boca y que a pesar de que no tiene gran peso persiste en su paso. Lo imagino como un tinto de verano o de esos para poner primera, uno de mis compañeros de mesa acotaba que estaría ideal para acompañar algunas pizzas a la parrilla.
Lo serviría algo refrescado, el envase "XL" de 1250ml que lo contiene es fundamental, porque es de esos vinos que seguro tenderán a beberse rápido.

Continuamos con el Gran Malbec, ya con una vinificación y un estilo más tradicional, elaborado en pileta de concreto y criado en barricas usadas. La influencia de éstas últimas se percibe en una nariz muy bien integrada y en la medida justa, con una fruta bien presente las notas de la crianza es como que la redondean, tanto en la nariz como en boca, gran amabilidad y armonía.
Un malbec que podría caerle muy bien a un amplio espectro de consumidores: tengo invitados en casa, quiero ir a la segura, no correr riesgos, el Gran Malbec es el indicado. Ideal para detenerse en copa, sutil, elegante, para servir el día que cocinamos algo especial.


Y acá llega una parte interesante que deseaba compartirles porque de la misma parcela y en el mismo momento que el Juanfa cosecha la fruta para el Gran Malbec, lo hace también para su vino personal Rocamadre, más allá que en el presente caso el mismo es una añada más reciente pero con claras diferencias en la enología lo que hace que nos entregue un vino muy diferente al anterior, y no por ello menos atractivo.

Como si fuera otra versión es un vino también muy expresivo, con una nariz más salvaje, una agradable sensación de vino casero, natural, quizá aquella nota de la crianza que destacaba en el vino anterior ahora es reemplazada por una "herbal sutil" producto de una fermentación con un 30% de raspón. Otro detalle es que fue elaborado en bines de 500kg en un galpón cercano al viñedo , con las propias levaduras indígenas y a la temperatura ambiente, que lógicamente al ser más elevada que la de la pileta de concreto, le provoca una mayor extracción entregando un vino más abierto que tiende a ofrecer mucho de entrada y que claramente va para otro estilo.

Qué bien que funcionaría con algún corte de carne jugoso a la parrilla, también lo imagino para un perfil de consumidor especial, de esos a los que siempre necesitamos sorprender, que son bien dispuestos a probar, y que disfrutan de tener otras sensaciones.

Las añadas que probamos son las que actualmente están en el mercado y no son un dato menor ya que sabemos que cada una fue marcada con diferentes características.

Por un lado la 2016 que entregó vinos con menor volumen y concentración, por otro la 2015 donde se logró buena maduración y que claramente fue algo más fresca que la 2017, ésta última también con buena intensidad y concentración. Recordemos que en todas las etiquetas siempre se ha trabajado sin sangrías y que las maceraciones nunca superaron mucho más que los 20 días.

Hasta aquí poco hablamos de las características que imprime Paraje Altamira en cada uno de estos vinos que a su vez detallamos que son tan diferentes entre sí. Podríamos destacar en común esa frescura natural en boca, un tanino fino, textura, esa sensación vibrante, algo mineral en el recuerdo.

Si bien lo que detallo sobre la añada y el lugar en cierta medida se transluce tampoco es algo tan obvio que debamos reconocer, no se asusten. A medida que el consumidor vaya adquiriendo experiencia y el productor haga un trabajo cada vez más genuino, el transcurso del tiempo hará que se encuentren cada vez más fácil.

Y así es como degustador, y casi sin querer, terminé haciendo mi #10yearchallenge.

Qué diferente era lo que esperábamos cada vez que no servíamos un vino cuando les comentaba al principio y cuan lejos estoy hoy de todo aquello, claramente espero otras cosas que me sorprendan, que sea original, con carácter, que me invite a buscar sutilezas, a imaginar lugares, a entender la personalidad de un productor, la composición de un suelo, si es de montaña, desierto, la influencia de la marcha climática del año, si proviene de una zona más o menos fría, infinidad de variables que tienen que ver con lo que la naturaleza nos brinda y la sensibilidad de quien la interpreta, nada de recetas hechas, ni para lograr satisfacer el gusto de un critico.

¿Qué me deparará mi próximo #10yearchallenge en el 2029?

No lo sé exactamente pero seguro que no me aburriré en el camino porque las películas de finales parecidos por suerte cada vez son menos.

Pero en este desafío, tan importante como ello, es que yo como consumidor también continúe evolucionando, ahora sí, más seguro que nunca, no me quedan dudas de que el vino sí me gusta mucho, aunque mejor digamos: ¡cada día más!



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