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domingo, 14 de abril de 2013

“Dany Rolland y su Bodega Mariflor”


Hace algunas semanas, invitado por Margarita y Gustavo de Clos de los Siete, participé de una degustación junto a Dany Rolland, en la bonita sala de cata de Winery de Puerto Madero.

Los vinos que se presentaban a degustar pertenecen a la Bodega Mariflor, propiedad del matrimonio Dany y Michel Rolland, a la que personalmente siempre tuve identificada con el nombre de Rolland Collection. Si bien sus etiquetas (Mariflor, Val de Flores) ya eran conocidas para nosotros, lo cierto es que la bodega se terminó de edificar recientemente. Por tal motivo, hasta el 2009 sus vinos habían sido vinificados en Bodega Monteviejo, una de las pioneras dentro del grupo Clos y construida hace ya más de una década.

Con respecto a la terminación de la bodega, que ya está operativa desde la vendimia 2010, Dany nos adelantó que en este momento están ajustando algunos detalles referentes a las áreas destinadas al turismo y a la administración.


Comenzamos con el Mariflor Sauvignon Blanc 2012 (sin etiquetar). Lo encontré mucho más elegante que las añadas anteriores. En nariz fue abriéndose lentamente: posee los típicos aromas de la variedad (herbáceos, florales), pero moderados en intensidad y todos muy finos. Me encantó su frescura. Son sólo 1.5000 botellas que seguramente se acabarán rápido. Una particularidad: la vinificación y crianza de este vino combina barrica, huevo y pileta de cemento. A mi humilde entender, esa complejidad se traduce y se puede percibir en boca.

El siguiente fue el Mariflor Pinot Noir 2010. Al igual que el anterior, también proviene de uno de los viñedos más altos del Clos de los Siete (1100 msnm), de tan solo cuatro hectáreas. Si bien en el primer momento de la degustación las notas de la barrica tomaron la escena, con el correr del tiempo fue apareciendo lentamente la fruta, pero siempre tuvo un tostado marcado y sumamente bien ensamblado, y se destacaron esas notas que recuerdan al café tostado y al caramelo de dulce de leche. Pero lo más interesante es cuando va a la boca: allí sigue manteniendo su finura y, sobre todo, se desplaza fácilmente, es decir, lo que se define como “peligroso”, en el buen sentido: una botella puede terminarse rápido.



Le llegó el turno al Mariflor Malbec 2010, también sin etiquetar. De los cuatro vinos fue el que menos me cautivó. Seguramente los siguientes meses en botella, antes de su salida al mercado, colaboren a que se siga redondeando y sumando en expresión.

Terminamos bien arriba, con el Val de Flores Malbec 2006, con uvas provenientes del único viñedo fuera del campo del Clos (10 hectáreas de 80 años en Vistaflores). De ese viñedo se obtenía el malbec para el primer corte Iscay (1997/99/2000) de Trapiche; recordemos que el Iscay fue un vino emblema que combinaba Malbec con Merlot, elaborado en sociedad por Ángel Mendoza y Michel Rolland. Dany nos contó que el día que la finca se puso a la venta, Michel, quien conocía bien esas plantas, no dudó en comprarlas. Su crianza de 18 meses en barrica nueva dio forma a un vino potente, complejo y profundo, y al mismo tiempo tan balanceado con su acidez que en el paso por boca posee un buen movimiento y lo hace muy atractivo al momento de beber. A partir de la añada 2012, nos adelantó Dany, los vinos saldrán con la certificación orgánica y una botella ecológica acorde, diferente a la de la actual presentación.
Otro adelanto en la alta gama: saldrá un malbec cofermentado con Syrah que acompañará el la linea al Camille.

Volviendo al tema de la bodega, en lo que respecta a su diseño Mariflor optó por volver a los orígenes, ya que fue construida con piletas cuadradas de hormigón, 54 en total, cuya edificación fue supervisada por un especialista bordelés. Esto, claramente, va en contra de la tendencia de los últimos años, que prioriza los tanques de acero y los revestimientos de epoxi para las piletas. Además, para la crianza, además de las clásicas barricas, también poseen cubas. Según Dany, es una bodega ante todo funcional, en que las uvas se reciben por gravedad. Además destacó la importancia de tener, cosecha a cosecha, la posibilidad de hacer la cantidad de vinificaciones o micro que sean necesarias.


Fue un gusto haber conocido a Dany, encontrar a una mujer tan involucrada con su proyecto. Me queda la sensación personal de que en esta nueva etapa habrá cambios, que seguramente seguirán siendo positivos.

lunes, 4 de marzo de 2013

“Lupa Bloguera" (6ª Caso: Sauvignon Blanc)




Cuando los Blogueros del Vino decidimos hacer una Lupa de Sauvignon Blanc esperamos a que en las góndolas ya hubieran muchos de la cosecha 2012, no sólo para tener un abanico más nutrido al momento de elegir, sino también para facilitarle la tarea a quien intente buscar las recomendaciones a esta altura del año.

Siguiendo con la metodología habitual, cada bloguero eligió una etiqueta. En mi caso, opté por probar y comentar Los Cardos Sauvignon Blanc 2012 de Doña Paula, bodega que en nuestro país históricamente se destacó por el buen manejo de este varietal.

Para revisar un poco la historia, podemos remontarnos al 2004 aproximadamente, cuando Matías Michelini, en ese momento a cargo de la enología de la bodega, comenzaba a sorprender a los consumidores con esta cepa, logrando vinos muy expresivos, de esos que cuando descorchás explotan en aromas, y que a una distancia considerable se delatan como Sauvignon Blanc. Hasta ese entonces, no era tan habitual encontrar esa intensidad y esos aromas tan definidos en un blanco.

Pasaron casi diez años, y si bien Matías continuó su carrera en otros establecimientos, Doña Paula continuó bajo la conducción de Edgardo del Popolo y David Bonomi, quienes año a año también fueron consistentes con la calidad de todos los vinos de la bodega. Tengo entendido que actualmente sólo Bonomi se encuentra como responsable de la enología.

Adquirí el vino en una vinoteca amiga, con un costo de $ 50, y para degustarlo elegí una cena familiar. Vayamos ahora sí a la degustación.

Sus aromas están presentes, pero no explotan. Al mismo tiempo me cuesta definirlos. Claramente son frescos; si pienso en frutales, lo más cercano puede ser pomelo, pero su protagonismo lo comparte con algo cítrico, herbáceo y mineral. Repito, me cuesta separar los aromas entre sí, quizás allí esté la dificultad para identificarlos.
¿Complejidad?, puede ser... ¿Elegancia?, no se caracteriza precisamente por eso.
Cuando llevo el vino a la boca, termino de comprender que su nariz era una muestra perfecta de lo que vendría: mejor que describirlo por sus aromas, prefiero destacarlo por su acción. Es directo, vibra, tiene nervio, refresca. No dice, hace. No intenta, directamente provoca. Me gustan los blancos así, lejos de la fruta madura, de los herbáceos exacerbados, del tostado y de la nota a plátano o levadura. ¿Cuánto tendrá que ver con el terruño, con el estilo de la casa o cuánto con el sello de su enólogo? No lo sé, pero me gusta que los vinos tengan personalidad y, como verán, este Sauvignon Blanc no necesitó traducirse en un batallón de descriptores aromáticos para definirse. En conclusión, recomendable blanco. Voy a llamar de nuevo a mi vinotequero amigo para que me guarde una cajita.




sábado, 19 de enero de 2013

“Dos viñas chilenas más que interesantes”

El pasado viaje a Chile, además de asistir a la Feria de Lujo, también planeábamos visitar tres bodegas: dos el viernes y una –Viña De Martino– el sábado. Lamentablemente esta última visita no se pudo concretar. De todos modos, gracias a Patricio Tapia, que se había ocupado de la organización, las visitas del viernes terminaron siendo más que geniales.

Viña Casa Marin

Desde Santiago, hicimos más de 100 kilómetros hacia el oeste y llegamos a Viña Casa Marín, ubicada en el medio de los Cerros de Lo Abarca, en el Valle de San Antonio. Allí nos estaba esperando Felipe, hijo de María Luz Marín, enóloga y propietaria de la bodega.

Al llegar al establecimiento nos encontramos con una casona antigua, muy bien mantenida, con galerías y un bello patio con una fuente en el centro.


Ya desde su puerta principal de entrada, puede apreciarse una hermosa vista de los viñedos sobre los cerros, y detrás de ellos, a sólo cuatro kilómetros, el océano.




Felipe, un muchacho estimo de no más de 30 años, nos dio una cordial bienvenida y, con un tono ameno, comenzó a contarnos la historia de esta joven bodega, de la cual hasta el momento yo sólo había probado uno de sus excelentes sauvignon blanc. Fue muy interesante conocer cómo su madre “Marilu”, quien ya venía con un nutrido currículo en el mundo del vino, decidió darle marcha a este proyecto tan personal, y armar una viña familiar, innovadora y enfocada especialmente en elaborar vinos de alta calidad, a pesar de todos los pronósticos en contra, que la desalentaban por el clima tan extremo de la región.

Mientras Felipe continuaba con su jugosa charla, nos mostraba sus salas de tanques y barricas. Mientras que en la primera los había de los más diversos tamaños, especialmente para vinificaciones más pequeñas, destinadas a investigación y diversos momentos de cosechas, en la de barricas, además de haber muchas de las clásicas conocidas, también tenían de 450l –creo que esta última la utilizan para el Sauvignon Gris–.



 Aprovechando el ámbito en el que nos encontrábamos, nos adelantó que de a poco están tendiendo a que la presencia del roble en sus vinos tintos sea cada vez menor. Por su zona de clima frío, es una bodega que se especializa en cepas de ciclo corto; tienen una entretenida selección de blancas, sólo dos tintas y ahora también están comenzando a trabajar con granache.

El recorrido terminó en la sala de cata, donde nos esperaba casi la totalidad de su porfolio: Riesling, gewustraminer, dos sauvignon blanc (SB), pinot Noir y syrah. ¡Todos, una maravilla! Blancos de aromas bien definidos y con tipicidad; SB en dos versiones muy diversas, y tintos frescos, minerales, y sumamente verticales en su paso por boca.



Hago foco sobre las dos propuestas de SB: Sauvignon Blanc Cipreses Vineyard y Sauvignon Blanc Laurel Vineyard. Estos single, si bien tienen en común un PH bajísimo (alrededor de 3) y un buen alcohol (aprox. 13.5°), ambos poseen características muy definidas y diferentes. El SBCV presenta un perfil bien ácido, fresco, seco, en el que los aromas herbáceos, minerales y cítricos tienen protagonismo por sobre los frutales. Con respecto al SBLV, la escena central la toma la fruta (ananá, levemente maduro), pero escoltada, casi a la par, por las típicas notas del sauvignon; en boca no es tan recto como el anterior, tiende a ser más ancho, un tanto graso y con algo más de volumen. Ambos vinos son largos en su paso y muy complejos; también podemos encontrarles florales y algunos especiados. Otro punto interesante es la longevidad que imagino pueden llegar a lograr, sobre todo el Cipreses; Felipe confirmó la buena evolución que están teniendo las añadas más antiguas.



Resumiendo: el mismo productor con un mismo varietal, con fruta procedente de diferentes viñedos, y con diversos momentos de cosecha, logró dos extremos de vinos, ambos sumamente interesantes.

Desconozco si la bodega recibe visitas abiertas, aunque creo que llamando antes no habría problemas. Recomiendo mucho conocer Casa Marin. Allí también se pueden comprar los vinos a un costo inferior que en los locales especializados.

Viña Matetic Vineyards

Ubicada en el Valle del Rosario, subdivisión del Valle de San Antonio, a 120 kilómetros de Santiago, entre Casablanca y San Antonio, al igual que la viña anterior Viña Matetic Vineyards es una bodega joven, pero con otras dimensiones, no sólo en lo edilicio sino también en la capacidad de volumen.


La edificación es bien moderna, con una excelente vista a los viñedos, una arquitectura que llama la atención y que aparenta ser muy funcional. Ésta sí tiene más áreas pensadas para el turismo, un bonito restaurant y un wine shop que, además de vinos, tenía de los más variados productos de merchandising.



A pesar de que llegamos más tarde de lo pactado, allí estaba Julio Bastías, jefe de enología, para recibirnos cortésmente. Comenzó contándonos cómo nace el proyecto, la importancia que tiene la agricultura orgánica y cómo trabajan de la forma más natural posible para obtener la mejor materia prima. Además, cuentan con una proyección interesante, ya que sobre un total de 9.000 hectáreas, hasta el momento tienen cultivadas nada más que 90.



Luego de recorrer diversas áreas de elaboración, descendimos para ingresar a una sala de tanques, donde nos dio a probar un pinot noir que se está criando en un huevo de concreto –por su tamaño, estimo que tendrá una capacidad aproximada de 2.000 litros–. Me llamó la atención, de modo positivo, que haya otra bodega que comienza a hacer pruebas con vinificaciones en huevos. Del pinot me gustó mucho la expresión en boca; su perfil es tirando a mineral y sus notas me recordaron a cal, que cada día me resultan más atractivas.




Llegó el momento de ir a la sala de cata para probar la línea casi completa de vinos. En ese instante el placer se multiplicó, porque al grupo se sumaron Patricio Tapia, Matías Michelini, Manolo Pelegrina (Bodega Del Tupun) y el reconocido sommeliere local Héctor Riquelme. Julio comenzó la presentación, y recorrimos sus líneas –creo que eran tres–: EQ, Corralillo y el tope de gama Matetic Syrah; contrariamente a Casa Marín, la mayoría fueron tintos.



Mientras nosotros nos manteníamos atentos al ping-pong entre los profesionales presentes, quienes hablaban principalmente de clones, composiciones de los suelos y su relación, ellos no perdían pisada a nuestra devolución al momento de la cata.

A los vinos de Matetic los encontré de un estilo más internacional, con un roble bastante presente, pero muy bien ensamblado con la fruta (inclinándose a madura) y con esa típica nota chilena (herbácea, hierbas secas) también presente, pero moderada; descriptor que seguramente el consumidor chileno, por acostumbramiento, no reconozca tan fácil como nosotros.


Hacía poco había tomado en Buenos Aires alguna añada anterior del EQ y me había dejado la impresión de que los tostados provenientes del roble estaban muy acentuados, para mi gusto. En esta nueva añada me pareció que no era tan así. Cuando se lo comenté a Julio, me confirmó que están buscando ser cada vez más moderados con el uso de la barrica.

Para el momento de la despedida, con un Syrah de alta gama, llegué a la conclusión de que el estilo de esta bodega me es más familiar. Creo que cualquier compatriota que goce de vinos de calidad va a disfrutar mucho de los vinos de Matetic.

Visitamos dos bodegas, bastantes diversas entre sí, pero a pesar de ello, con muchos puntos en común. En ambas nos recibieron personas muy involucradas con los proyectos, profesionales que no se detuvieron en mostrar logros, a pesar de que los tienen; y que dejaron traslucir que su mayor motivación evidentemente es seguir creciendo, hacer año a año mejores vinos, respetar cada vez más el terroir y, por lo visto, ir bajando lentamente el protagonismo de la barrica.

Esta pequeña muestra que me llevo de estas dos viñas me hace pensar en algunos productores de nuestro país que coinciden con esta filosofía de trabajo; evidentemente hay ánimos de cambios en el mundo del vino, y espero que éstos sean contagiosos a todos los productores del mundo.

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