Mostrando entradas con la etiqueta Matias Michelini. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Matias Michelini. Mostrar todas las entradas

viernes, 18 de julio de 2014

“Zorzal y sus diversas interpretaciones del pinot”

Mi experiencia

Mis primeros contactos con el pinot noir se remontan a la época en que comencé a beber vino. Durante mucho tiempo tuve esa sensación mezclada entre no entenderlo y no disfrutarlo plenamente. Tal vez había algo que me impedía hacerlo, y me llevaba a que frente a una góndola, entre el resto de las tintas, quedara último en mi preferencia. Quizás podía tratarse de mi falta de madurez como consumidor, que en ese momento esperaba de un tinto algo bien diferente a la suavidad del pinot. Al mismo tiempo, tampoco me seducían aquellos exponentes que, a pesar de ser puro varietales de la cepa, podían confundirse fácilmente con cualquier otro “tinto con madera de moda”, y ahí la responsabilidad ya creo que pasaba a ser compartida. Además de mi falta de agudeza para comprender, también creo que estaba la de un productor más ocupado en elaborar un estilo de vino, que en intentar obtener lo mejor o lo más auténtico de cada cepa o lugar.

De aquel momento a la actualidad transcurrieron varios años, seguro más de diez. Gradualmente, sobre todo en estos últimos, comencé a encontrar cada vez más bodegas que logran interpretar la variedad para resaltar sus virtudes, sin forzarlas a ser lo que no pueden ser, y sin resignar cualidades: vivacidad, expresión, tipicidad, elegancia y hasta potencial en algunos casos. Todo esto coincide con que yo también comienzo a valorar mejor determinados atributos, a entenderlos, a disfrutarlos de otra manera, y a encontrarles el momento o la compañía ideal. Pareciera que el elaborador y el consumidor necesitamos años de aprendizaje y crecimiento –cada uno desde su lugar– para llegar hasta este punto donde ya muchos podemos percibir el comienzo de un camino, más auténtico, y lo que es mejor aún, también hasta dónde queremos llegar.

Si salgo al mercado y pienso actualmente en bodegas que vinifiquen pinot, el abanico se me empieza a achicar, y bastante. Es algo lógico: sabemos que no se trata de una uva fácil, tanto en su cultivo como en su elaboración; dado que su grano es pequeño y su delicada piel requiere una maduración lenta, y que dentro de la bodega los cuidados tampoco pueden ser menores. Seguramente hay regiones en nuestro país que por el clima más frío son mucho más propicias que otras para su adaptación y correcta maduración.


A pesar de todo esto, hay varias bodegas que lo están trabajando muy bien. Entre ellas, resalto a una que actualmente cuenta con cuatro pinot entre las diferentes líneas de su porfolio. Según mi humilde opinión, lo más importante es que todas, además de gustarme y considerarlas de alta calidad, entregan vinos con matices bastante diferentes entre sí. Hablo de Zorzal Wines, ubicada en Gualtallary (1350 msnm), Tupungato, Valle de Uco. Es una joven bodega de apenas seis años de vida, cuyos capitales mayoritarios son canadienses, pero que desde sus inicios está comandada por los hermanos Michelini: Juan Pablo, como enólogo permanente en la bodega; Matías, asesorando, y Gerardo, más enfocado en el área comercial.



Degustación
Luego de probar recientemente media docena de pinot de Zorzal, entre añadas actuales y otras más antiguas, me animo a compartir algunas impresiones. Comienzo por el que se encuentra en la base del porfolio, Zorzal Terroir Único Pinot Noir 2013 (TUPN) ($ 80). Encuentro en este pinot lo que muchas veces pretendo cuando pruebo un vino de esta cepa. Su moderada carga colorante me anticipa un poco lo que percibiré en nariz y en boca. Sus aromas de intensidad media y “virtuosamente simples” me recuerdan a una suave fruta roja ácida con leves tonos terrosos y herbales. Donde más disfruto de este vino es en boca: allí se muestra directo, seco, sumamente fresco, con taninos pulidos que dejan lugar a la acidez, que se ocupa de sostenerlo.


El que le sigue en la línea es el Zorzal Gran Terroir Pinot Noir 2013 (GTPN) ($ 110). Esta línea se caracteriza por tener una mayor crianza en madera; sin embargo, a pesar de ello, este aporte potencia los atributos del pinot sin taparlos, contribuyendo a una atractiva redondez y gran complejidad en los aromas de boca, que se inclinan más aún hacia los terrosos, sin resignar los típicos minerales que entrega la región. Le encuentro perspectivas de crecimiento, afinamiento y por ende elegancia. Para ser concreto, el TUPN lo bebería joven, mientras que el GTPN me animaría a guardarlo, y tener la posibilidad de testearlo con cierta periodicidad; su costo, que no es tan alto, me permitiría tranquilamente “stockearme” con alguna cajita.



Como tenía a mano añadas anteriores de estas dos líneas, aproveché también para probar el Zorzal Terroir Único Pinot Noir 2012 y el Zorzal Gran Reserva 2011 (anteriormente la línea GTPN se llamaba Gran Reserva; desconozco por qué motivo a la 2012 no la vi nunca por Buenos Aires).

Considero que de las antiguas a las nuevas todo fue crecimiento cualitativo. Teniendo en cuenta que se trata de vinos que suelen destacarse por su marcada acidez, en las más jóvenes la encontré mucho mejor ensamblada. Para explicarlo de otra manera, la acidez no se acentuaba sobre los costados de la lengua, sino que era pura frescura y vivacidad en la totalidad del líquido cuando se desplazaba por la cavidad bucal. Cuando le comenté a Juan Pablo Michelini mi observación sobre el crecimiento percibido en las respectivas 2013, me dijo que él estaba de acuerdo conmigo, y me aclaró que, si bien desde lo técnico no hay cambios en la elaboración, en las nuevas “jugaron” más con los diversos momentos de cosecha. Para él, esto hizo que los vinos ganaran en carácter.

La búsqueda

A pesar de ya tener en la cancha dos pinot y muy buenos, “Los Miche” por lo visto entienden que de la cepa pueden sacar mucho más y “diferente”. En este 2014 salen por primera vez a la venta el Zorzal Porfiado Pinot Noir 2010 ($ 590) y el Zorzal Eggo Filoso Pinot Noir 2013 ($ 265). El primero se crió el 30% durante tres años en barriles y el otro 70% sólo 10 meses. Ese blend, que además mezcla zonas de diferentes alturas y suelo, ya muestra, por su intenso color, un aspecto imponente cuando lo llevo al copón; segundos más tarde se condice con su gran potencia aromática en nariz y en boca. Es de esos vinos que desde el primer momento empiezan a decir y mucho: van a la boca y te la llenan, sus taninos son sumamente amables, es íntegro en el paso y posee gran persistencia en el final; la intensa fruta sostiene de manera genial a todo lo cedido por la crianza. No hay manera de que no le resulte bien amigable a todo perfil de degustador: iniciado o profesional, acá o en la China.


Muy opuesto a este último, se encuentra el Filoso: nacido de una mancha de caliche en un cuartel específico en un viñedo de Gualtallary, vinificado racimo entero en un huevo de cemento (sin revestimiento en su interior), que luego de separado el vino gota, vuelve al huevo durante seis meses más para continuar con su crianza. Contrariamente al Porfiado, se va hacia el otro extremo. Necesitó mucho tiempo más de aireación para recién empezar a expresarse: fue como si le hubiese costado largar lo que tenía para contar –y que no era mucho tampoco–, pero era tan puro, genuino, directo y tenso en el paso por boca que, desde otro lugar –el de consumidor curioso e inquieto que soy–, también me dejó muy satisfecho. Es algo que va más allá del disfrute en sí, o de la complejidad, o una puntuación. En este vino lo que más valoro es la búsqueda, la jugada en sí, poder coquetear con los extremos. Pero aclaro: dudo que sea para todo tipo de consumidor; o al menos quien tenga la posibilidad de descorchar alguno es importante que sepa de antemano el estilo de vino con el que se va a encontrar.

En lo personal, que una misma cepa me pueda llevar por tantos lados diferentes es grandioso. Si hoy fueron cuatro los lugares, no me quedan dudas de que mañana serán cinco, seis o más. Sin irme muy lejos, uno de mis vinos preferidos de PassionateWine, el proyecto personal de Matías Michelini, es el Montesco Punta Negra, casualmente también pinot, pero que no tiene nada que ver con los de Zorzal que mencioné hasta aquí. Su crianza en un antiguo tonel de 2.000 litros le aportó otros tonos terciarios, que lo emparentan con un estilo más Viejo Mundo, completamente diferente a las cuatro etiquetas detalladas antes.

Diversas interpretaciones

La misma cepa, región y bodega; mismos enólogos, pero con la inquietud y capacidad por elaborar vinos tan diversos entre sí. El denominador común entre todos es la personalidad, la energía y la vivacidad en el recorrido por boca. Las variables, por lo visto, son cada vez más, y dependen directamente de la mentalidad de estos productores en el momento de “volar” y crear. No hay dudas de que me garantizarán futuro y gran crecimiento en complejidad, sobre todo en el Porfiado, que, a pesar de encontrarse muy disfrutable hoy, está sumamente lejos de su techo. Para el Eggo Filoso también recomiendo paciencia, pero en la copa, ya que necesitó mucha aireación. Cada vez estoy más convencido de que la primera impresión no cuenta: para este último también es muy importante abrir la “cabecita” a esa fruta fresca que por sus tonos minerales pareciera salpicada de piedras. Vale resaltar que estos dos alta gama, sumamente especiales, de partidas tan limitadas, además de ser bastante difíciles de conseguir, tienen un valor elevado y quizá sean inalcanzables para muchos consumidores. Sin embargo, por suerte las interpretaciones de pinot noir en Zorzal son cada vez más, y en segmentos de precios mucho más amigables están el Terroir Único y el Gran Terroir, como ya les comenté al comienzo, buenos representantes y ambos muy recomendables también.




sábado, 24 de mayo de 2014

"Mega Degustación Anual 2014 de Ozono Drinks"



El próximo lunes 2 y martes 3 de junio, Ozono Drinks (OZ) realizará su primera feria de vinos en la que no sólo se podrán degustar las etiquetas de todas las bodegas que representa la distribuidora, sino además estarán presentes los enólogos de cada una de ellas: Matías Michelini, por Passionate Wine; David Bonomi, por Tierra Inti; Luis Reginato, por Chaman Wines & Reginato Espumantes; Ariel Angelini, por Tupun; Francisco Bugallo, por Cara Sur y Gerardo Michelini, por Gene de Alma. La última de estas bodegas hasta ahora cuenta con sólo dos vinos de corte muy interesante; se trata de la reciente incorporación del porfolio de OZ. Será buena oportunidad para conocerlos ya que aún no salieron a la venta. Pero las novedades no terminan ahí. Luego de charlar con algunos de los profesionales que estarán presentes, tengo entendido que todos vendrán con primicias para compartir.



El evento se realizará en el salón/terraza de la Vinoteca "Lo de Joaquín Alberdi"(Borges 1772, Palermo), el lunes de 17 a 22 hs y el martes de 16 a 21 hs. Habrá picada de "Fiambrería Taninos" para acompañar los vinos y el costo de la entrada es $ 280 por persona. Las entradas se encuentran a la venta en Ozono Drinks (Parque Patricios), en Lo de Joaquín Alberdi y en Taninos (Palermo); los cupos son limitados. Para más información, consultar a info@ozonodrinks.com.ar.



Mirada personal

Conociendo bastante sobre todos estos protagonistas y sus vinos, hago una lectura del porfolio que representa OZ, y como consumidor encuentro un equipo que tengo garantía que pasarán los años y no van a dejar que me aburra nunca. Partiendo de la base de gente joven, y a pesar de ello algunos ya con una carrera muy importante sobre sus espaldas, como es el caso de Michelini, Bonomi y Reginato, todos son apasionados por su profesión e inquietos por querer sorprender año a año con sus vinos más mimados, ya que son los que pertenecen a sus proyectos propios; hasta se los puede llegar a etiquetar en algún punto de "familiares".


Todos demostraron, y lo siguen haciendo, asesorando o desempeñándose en las grandes bodegas; pero lo propio siempre va a ser especial en todo sentido, eso se puede percibir cuando se degustan los vinos o cuando se habla con ellos del tema. No son mejores ni peores; son personales, únicos, especiales porque seguramente cada uno cargue alguna historia, esconda una anécdota o un recuerdo. 


Angelini y Bugallo son pibes más jóvenes aún. A pesar de que, desde todo punto de vista, el objetivo y capacidad de Tupun no tiene nada que ver con el de Cara Sur, doy fe de que "cada uno en su cancha tienen el mismo hambre por salir y romperla". Son conscientes de que esto recién empieza para ellos, y comenzaron muy bien porque muy cerquita de Angelini, caminando sobre las enormes piletas de Tupun, siempre está Matias Michelini, y porque Francisco Bugallo comparte "Barreal", esas barricas viejas, huevos de concreto y asados nada menos con su gran amigo Sebastian Zuccardi. 


Foto 1: David y Matias, luego de un almuerzo en Tupungato.
Foto 2: El quincho-terraza en la Vinoteca Lo de Joaquín Alberdi.
Foto 5: Cara Sur en B&N... ph: Ale Belmonte

viernes, 4 de octubre de 2013

“Nuevas historias en Passionate Wine”




Hace algunas semanas Matías Michelini llegó expresamente a Buenos Aires para presentar, en una serie de degustaciones, algunas nuevas etiquetas y añadas de Passionate Wine. Tuve la suerte de estar presente en uno de esos encuentros, el que se realizo en Ozono Drinks especialmente para miembros del grupo FLT.



A continuación, la lista de vinos degustados; luego, un breve comentario sobre cada uno de ellos, algunas conclusiones generales y una reflexión personal.

Inéditos Semillón Hulk 2013
Montesco Verdes Cobardes 2013
Montesco “Agua de Roca” Sauvignon Blanc 2013
Montesco Punta Negra Pinot Noir 2012
Esperando a los Bárbaros Malbec 2012
Diverso Syrah 2012
Diverso Merlot 2012
Eterno Retorno 2012
SuperUco 2011
MalBon 2011

Lo primero que tengo para decir del Hulk 2013 es que me resultó tan simple y fácil de beber como su primera edición, aunque a ese 2012 lo recuerdo con más fuerza en boca, y aquella virtud me daba cierta sensación de longevidad, mientras que a este 2013 no lo siento tan así. Creo que lo mejor será disfrutarlo sin pensar demasiado, aunque me sigue intrigando la evolución que pueda tener en botella; será cuestión de tiempo y volver sobre él.


De todas las novedades, uno de los que más dará que hablar es el Verdes Cobardes. Se trata del primer año de este corte que combina 43% de Sauvignon Blanc, 35% de Semillón, 12 % de Viognier y 10% de Chardonnay. Lo considero un acierto en todo sentido: es fresco, posee complejidad, es equilibrado y muy agradable de beber; es ideal para quienes aún nunca probaron un blanco de Passionate. Sin ser tan extremo como quizás sí lo son el Agua de Roca, el Torrontés Brutal o el Hulk, el Verdes Cobardes no disimula el sello Michelini y todo el carácter “tupungatino”. Su precio sugerido de 75 pesos por botella lo hace muy competitivo. En cuanto los consumidores empiecen a descubrirlo, estoy seguro de que las 3.000 botellas volarán rápido.

Recién mencioné al Agua de Roca, y en este 2013 percibo cierta elegancia que empieza a asomar y que creo que no tuvieron añadas anteriores; Matías lo relaciona con el clima frío del final de cosecha y una maduración más lenta que la habitual. Como todavía lleva poco tiempo de botella, sus aromas aún no están desarrollados a pleno, pero su carácter en boca –de igual manera que en las añadas anteriores– es inconfundible. Considero este atributo como algo valioso: un seguidor a ciegas probablemente sospeche de qué vino se trata. En esta nueva versión, además de diferentes momentos de cosecha, también combina diversos tipo de vinificaciones: como por ejemplo maceración carbónica, fermentaciones/maceraciones varias, con y sin escobajo. Podemos decir que también es como un blend de elaboraciones. En definitiva, sumar más variables en busca de mayor complejidad, un trabajo que se percibe al degustarlo con sutiles matices. Ese valor agregado marca la diferencia.



Al Punta Negra, este pinot noir que su versión 2011 me había encantado, hoy lo encuentro con una vuelta de rosca e igual de interesante, con casi nula presencia de aromas a la madera del tonel, pero otros muy sutiles que recuerdan a frutas ácidas y frescas (frambuesas). En su largo paso por boca mantiene esa “finura y tensión” en el recorrido. Pienso que es un estilo de pinot bastante lejano a los que estamos acostumbrados por estos pagos; algunos de los presentes hicieron saber que les recordaba al estilo de los de Borgoña. Según Matías, a diferencia del 2011, hubo un momento de cosecha intencionalmente más temprano, y un tonel que al ir por un segundo uso cedió mucho menos aromas que en la primera versión.

No faltó la que será “figurita difícil”: Esperando a los Bárbaros, un malbec de Casablanca (Chile), que imagino casi imposible que lo tengamos por nuestro país. Su elaboración fue en tinajas de barro, similares a las ánforas utilizadas por los romanos hace miles de años. Otro atajo de Matías para escapar de la estandarización volviendo a los orígenes más lejanos. Un tinto directo, que avasalla con su fruta fresca; en boca, afilado y cada vez menos impetuoso. Esta fue la tercera oportunidad que lo pruebo en el último año, y cada vez lo comprendo y me gusta un poco más.



Le llegó el turno a una nueva línea que se llamará Diverso –por ahora hay un merlot de El Peral y un Syrah de Gualtallary–. Esta línea es especial por varios motivos. En primer lugar, reunirá a toda la familia (esposa e hijos) en el proceso total de producción. Además, en ambos casos los viñedos son ecológicos, su elaboración es enteramente en huevo de concreto, con levaduras indígenas y con la menor intervención posible. Voy a hablar del syrah, ya que es de los vinos más interesantes que bebí en el último tiempo. Combina una fruta que, sin dejar de ser fresca, está en un hermoso punto de maduración, con tonos minerales; su comportamiento en boca posee cierto costado salvaje, pero principalmente creo que lo que posee es un alma especial, que al menos a mí me enamoró. Un vino que es diferente; seguramente ello se deba a una auténtica expresión del terroir de esa pequeña finca pegadita a la Casa de comidas Tupungato Divino en Gualtallary.



Otra de las “sorpresas grosas” de la noche fue el Eterno Retorno, un bonarda 2012 que fermentó y lleva más de un año en barrica nueva. Al degustarlo, su fruta tiene todo lo necesario –y más– para sostener la fuerte presencia del roble. Hasta el momento nunca había imaginado un bonarda con tanta presencia de madera y tan bien ensamblada. Según Michelini, el secreto para que esa materia prima sea tan especial está en el equilibrio y el rendimiento natural del parral de más de cuarenta años de donde proviene la uva. Otra aclaración, es el mismo bonarda que se utiliza en la composición del MalBon, de donde previamente se separó una barrica para el Eterno Retorno. Bajo el mismo concepto, acompañando al mencionado bonarda, habrá también un varietal malbec, el otro componente del MalBon. Desconozco si saldrá con el mismo nombre, pero entiendo que su precio se ubicará por debajo del mencionado tope de gama.



Otro lujo fue probar el nuevo MalBon 2011. Para quienes tienen presente aún el 2010, éste también les tapizará el interior de la boca con todos los atributos que uno le pide a un vino de alta gama, aunque a este nuevo lo encuentro más fresco en su paso, con una concentración y una soltura muy bien asociadas. Opino que el sutil cambio es positivo. También será menor la cantidad de botellas disponibles para el mercado interno y su precio aumentó considerablemente, creo que el 2011 estará $ 500.

Si bien hasta ese momento a la cata no le faltaba nada, porque hubo novedades, diversidad y sobre todo mucha calidad, Michelini siguió sorprendiéndonos, esta vez con el SuperUco 2010, ese blend de Malbec con Cabernet Franc, perteneciente al proyecto Michelini Bros, que lleva en sociedad junto a sus tres hermanos. Del mismo podrán disfrutar quienes se encuentren entre las únicas cien membrecías disponibles, yo ya me aseguré la mía. Próximamente habrá SuperUco Vistaflores y SuperUco Altamira. Vinos modernos, de buena concentración, ante todo frescos y con todas las intenciones de ser fieles representantes de los mencionados terroir.



A pesar de la diversidad en los vinos, encuentro ciertos denominadores comunes que de a poco quedan cada vez más resaltados. El primero de ellos tiene que ver con aquellos vinificados en los huevos de concreto, que poseen una textura especial en boca, aportan mayor amplitud, la llenan pero con unos taninos diferentes a los que aporta la madera. Aunque me cuesta definirlo claramente ahora, estimo que en poco tiempo sabremos identificarlos o reconocerlos a ciegas.


Otro punto para destacar es la tensión o vivacidad que muchos de sus vinos poseen en el paso por boca. Hoy es uno de los atributos que más me gusta encontrar cuando los bebo.
No importa si es tinto, blanco o rosado, pero siempre estoy esperando esa vibración, esa energía sobre mis papilas, mucho antes que el batallón exagerado de aromas. Así lo vivo yo, por eso muchas veces logra dejarme más satisfecho un vino “franco, equilibrado y sencillo” que uno “power que puede superar cómodo los 90 puntos”. Esta postura personal puede dar para una larga discusión, pero actualmente como consumidor de vinos disfruto de ello; hace dos años era diferente, hace cinco ni hubiera pensado en ello, hace diez no quiero ni recordar cómo era mi gusto. Tampoco creo en lo atractivo si no hay evolución, crecimiento, por eso seguramente dentro de dos años esta postura personal vuelva a cambiar, tal vez no de modo radical, pero variará seguramente algo, o al menos eso espero.



Si al comienzo hablé de “nuevas etiquetas” de Passionate, vale aclarar que en realidad se trata de algo más que excede a la palabra “etiquetas”. Disfruto de cada vino como una nueva pequeña historia, a su vez “porcioncita” de una gran historia que es Passionate Wine, de la que no quiero perderme nada, donde todo tiene relación con todo, y siempre hay algo que me va a sorprender. Por un lado, conocer tanto algo es importante siempre y cuando uno le siga brindando tiempo y atención, y, sobre todo, mantenga intacta la capacidad de sorprenderse a cada momento. A veces, la ansiedad nos lleva a, por ejemplo en el marco de una cata a ciegas, agarrar una botella y en tres minutos intentar entender algo. Pues bien, en ese contexto el Malbon o el futuro Eterno Retorno posiblemente respondan rápido, pero hay doce vinos más, doce “capítulos” más, que también tienen cosas para decir, y que requieren su tiempo y atención. Al igual que una buena película, una lectura atrapante, una charla, una sabrosa comida, un momento de reflexión o un silencio, siempre se van a disfrutar mucho mejor cuando uno les brinde el tiempo necesario y la atención especial.

La misma degustación según mi amigo Ariel Kulas AQUI

jueves, 18 de julio de 2013

“La llave de la libertad” (2° parte): “Michelini Bros (MB)”


Uno de los nuevos emprendimiento de Matías reúne, en una pequeña finca, a los hermanos de la familia. A dos de ellos ya los conocemos de Zorzal Wines, Gerardo y Juampi; ahora también se suma Gabriel, que no tiene nada que ver con el mundo del vino, pero tampoco creo que se encuentre ahí de puro inversionista. Por lo poco que pude percibir luego de aquella tarde que compartí junto a ellos, para que este proyecto diera a luz parecería indispensable que los cuatro participaran de él.



La finca que visitamos, de tan sólo dos hectáreas, se encuentra dentro de The Vines of Mendoza (campo de 300 hectáreas en total), con viñedos privados y actualmente en pleno desarrollo: spa, resort y hasta la planificación de un hotel para sus socios. A muy poquitos metros de la finca de los Michelini, se encuentra Gimenez Riili, otra linda bodega que hace muy buenos vinos, no tan fáciles de encontrar en Buenos Aires. Aunque no lo puedo asegurar, creo que en las fincas vecinas ya hay varios enólogos que también reservaron las suyas. Algunos de ellos son Marcelo Pelleritti, Santiago Achaval, dos californianos cuyos nombres desconozco y un par más, de los más capos, y que no los menciono porque aún no terminaron de concretar; podemos llegar a pensar lo que será esa villa en algunos pocos años. Imagino a los mejores y más destacados creativos compartiendo el espacio en un estudio y cada uno llevando a la práctica todas aquellas ideas que nunca hubieran hecho para la gran empresa.

Quiero retomar el foco sobre el proyecto MB y me cuesta decidir por dónde seguir, porque pretendo describir la finca y los vinos, pero no puedo pasar por alto el componente humano que hay detrás de ellos y tampoco puedo dejar de confesar que ese rato que estuvimos charlando percibí una energía especial en el lugar. Esta energía hizo que el “vino bebida en sí” pasara a un segundo o tercer plano: por largo rato mi cabeza se asoció a otros temas: historia familiar, raíces, unión, trabajo, respeto por la naturaleza, futuro, autenticidad. Tal vez hayan sido sólo sensaciones propias; no sé qué les pasó por dentro al resto de los presentes, pero mi cabeza volvió a dar otra “vueltita de rosca”. Cada vez valoro más las historias detrás de los vinos, dado que son tan importantes como la buena fruta, la expresión, la personalidad o el equilibrio. En esta nueva oportunidad tuve el privilegio de estar muy cerca, y como estoy tan seguro de cómo continuará, me di el lujo de ser al menos por un ratito parte de ella.

Dejo mi estado interior y retomo el tema. La finca tendrá una particularidad: los palos para sus futuros viñedos están dispuestos en forma circular, 360 grados de exposición solar. Las diversas variedades estarán plantadas del centro hacia afuera, según su ciclo vegetativo, es decir, que si uno tuviera una vista de la finca desde arriba, en diferentes épocas del año vería anillos de diferentes tonos, imagino algo así como un degradé. 



Muy poco lugar entre palo y palo, apenas un metro, lo cual obliga a que las tareas siempre deban ser manuales. Los viñedos se dividen en dos sistemas de conducción: los del interior, llamado “en Gobelet”, con palos más altos, y los externos, denominado “en vaso o en cabeza”, cuyos palos son más bajos. Estos sistemas son pocos habituales por estos pagos; es más común encontrarlos en algunos países de Europa.



La finca será orgánica/biodinámica. Para ello también habrá una pequeña granja con animales, una huerta, y todo lo necesario para preparar sus propios compuestos para abonar la tierra. 



En suma, naturaleza pura, y un proyecto que pretende ser autosustentable desde su nacimiento. En el centro de estas fincas actualmente hay dos huevos de concreto de 1000  litros cada uno; dentro de ellos, una cofermentación de Malbec con Cabernet franc, todo proveniente de Vista Flores. No se trata de un corte ocasional, creo que será “el corte”; estimo que el matrimonio de estas dos cepas no se separará jamás, tal como podrán comprobar cuando vean la mezcla utilizada en el resto de las etiquetas de MB.



Aunque las fincas aún no están productivas, los muchachos ya tienen vinos para mostrar; también cofermentaciones que mantienen la mencionada mezcla, en dos líneas diferentes. Los vinos se llaman SuperUco y Clos Gualta. Para cuando nos retiramos de la finca de Vista Flores, los “Bros” tenían preparada una presentación de esos vinos. Creo que hasta el momento muy pocos han tenido la oportunidad de probarlos, no olvidemos que Clos Gualta es un altísima gama y de partida limitada. La emotiva reunión, con fogón, guitarreada y video presentación, fue en Finca Blousson, un bistró-casa de campo ubicado entre viñedos y montañas. Al grupo inicial que habíamos estado en la finca se sumaron algunos amigos más.



SuperUco y Clos GUalta

Estos vinos son realmente particulares. Si los pusiera en una cata a ciegas entre otros pares de alta gama argentinos, seguro serían muy diferentes al resto, sobre todo el Clos Gualta. No conozco vinos importantes del mundo, pero hasta dudaría de su origen. La primera particularidad es que tiene dieciocho meses de barrica Taransaud T5 nueva, algo bastante exclusivo, ya que en el mundo estimo que se fabrican muy pocas al año, hasta donde me pude informar son alrededor de trescientas. Googleando un poco detecté que el famoso Pingus 2004 de Rivera del Duero (España), con 100 puntos Parker, también fue criado en una T5.

Ahora bien, si me preguntan si el Clos Gualta tiene notas de la madera, les respondo que no, para nada. ¿Y sus descriptores aromáticos? Está todo tan bien integrado que es difícil decir “tiene esto o lo otro”. Para describir la nariz podría usar tres palabras: integración, armonía y terroir. Está muy lejos de explotar en aromas o “largar fuegos artificiales”: así me gusta llamar a un vino cuando explota en aromas de entrada, pero luego para el resto se queda en el intento. En boca: equilibrio, amplitud y una textura que es única; como una sensación de algo firme, envolvente, fresco, mineral, y que en su desarrollo me da la sensación de cremoso –no untuoso–. Tiene ciertos tonos que me recuerdan a cal, piedra. Mientras se desliza por el paladar intento pensar en la barrica e imagino a sus poros más pequeños que los de cualquier otra; pocas veces me animo en pronosticar la guarda de un vino, pero pienso en Clos Gualta y me la juego: décadas. Alguien se preguntará: ¿tiene tanta potencia en boca? No, pero percibo como un cumulo de infinitas y muy delgadas capas, tensas, que –como es lógico– se irán puliendo lentamente. Lo asocio a esos pisos de roble que tienen más de sesenta años: uno los pule y siempre siguen intactos, casi como en su primer día.


Los SuperUco no se quedan atrás. Si bien siguen claramente la misma línea, no me dejaron la sensación de longevidad infinita. De todos modos, ante este estilo de vinos el mayor atractivo lo encuentro en la boca, en donde la palabra clave es textura. Todavía no están a la venta, pero se comercializarán directamente y sin intermediarios, y al ser partidas tan limitadas se reservará el derecho de compra al mismo grupo de interesados año a año. Imagino algo así como una membresía, con cupos limitados, a la que para entrar uno deberá aguardar en una lista a que se desvincule alguien.

En la cena hubo otros vinos de Zorzal. No quiero sonar reiterativo ni tampoco exagerar, pero fue uno mejor que el otro. Además del ya conocido Fiel Blend, tomamos el Porfiado Pinot Noir, un corte de añadas 2009 y 2010: sólo 1.200 botellas de elegancia pura, una boca aterciopelada como pocas veces probé. Otro fue el Eggo, un malbec 100% que también va a dar que hablar, criado un año en huevo sin ninguna intervención ni sulfitos. Otra vez la gran diferencia es su boca, que combina lo cremoso con la nota frutal-terrosa-mineral armoniosamente fundida; una historia hermosa la de este caldo que se crió y desarrolló “solito”, sin asistencia humana durante sus 365 días dentro de un huevo de concreto.


Otro próximo a salir, el Capuleto 2012, pertenece a Passionate: un malbec de Gualtallary bien transgresor que, a su nota mineral, le suma algunos tonos a hiervas (tomillo). En una cata a ciegas con una decena de Malbec del mismo rango, se destaca claramente. Comento esto porque tuve la oportunidad de hacer esa práctica hace algunos meses en Buenos Aires; no digo que sea el mejor, digo que se diferencia del resto, y obviamente para bien. Otros de los que recuerdo aquella noche: el Montesco 2009, que fue la primera añada, ya que actualmente se encuentra a la venta la 2011 Parral, hoy en un punto justo e impecable; también estuvo el Malbec de Tinajas, elaborado en Casablanca (Chile), y con una historia que va para otro lado, al que me cuesta ponerle palabras, tal vez porque fue elaborado en otro terroir y en tinajas de barro de por lo menos cien años. Sólo Michelini y Patricio Tapia se pueden atrever a tanto.



Para resumir, todos los vinos, aunque son bien diferentes entre sí, tienen estos denominadores en común: carácter, personalidad y no abuso de madera. ¿Será el terroir? ¿El hombre? Creo que todo va de la mano, junto a otro componente, quizás el más importante: la fe de Matías en todo lo que emprende; fe y seguridad ganada no sólo en tantos años de profesión, sino también –como acostumbra a decir él– sustentada en su convencimiento de que Dios vive sobre el cielo de Gualtallary.

Aquella noche de diciembre del 2010, los hermanos Michelini fueron los primeros a quienes escuché hablar de huevos de concreto sin revestimiento, apostar a la innovación, al uso más moderado de la madera, mencionar la palabra “biodinamía”, lograr vinos más bebibles y frescos, casar al Malbec con Franc, cofermentar diversas variedades e izar la bandera de Gualtallary. Hoy ya son muchas las bodegas y los reconocidos enólogos que también decidieron apostar a estas prácticas o a comunicar que también tienen su viñedo en ese lugar. No me equivoqué en confiar en los Bros, aunque yo prefiero seguir llamándolos “los muchachos” o “la familia Michelini”.

Leer la Parte I de Michelini y la llave de la LIbertad AQUI

domingo, 5 de agosto de 2012

“Altamira y Gualtallary en el corazón porteño”


En junio pasado recibí la invitación del periodista chileno Patricio Tapia para una degustación, con el fin de probar malbec recién vinificados de dos de las zonas vitivinícolas mendocinas que más crecieron en estos últimos años y que posiblemente tengan un gran futuro en cuanto a calidad enológica. Ambas se encuentran en la región del Valle de Uco; una es Gualtallary y la otra Altamira.


De la degustación participaron alrededor de treinta invitados, todos muy relacionados con el vino pero de diversas maneras, porque estuvieron presentes tanto enólogos como reconocidos periodistas o enófilos entusiastas.
Las muestras fueron doce, todas 2012, y seguramente futuros componentes para vinos de alta gama. Tres de las nueve bodegas participantes presentaron muestras de ambas zonas.
A continuación, el detalle por tanda, zona y muestra de bodega. 
Con la intención de poder comparar los vinos de manera directa, fueron servidos en dos grupos, tal como se detalla a continuación:



Primera impresión general: no quedan dudas de que son vinos de altura, muy expresivos, profundos y cargados tanto en aromas como en color. En boca, si bien poseen muy buena estructura, al mismo tiempo la recorren muy bien porque tienen buen balance entre todos sus componentes; a pesar de que están recién elaborados, es más, algunos aún en proceso de fermentación maloláctica, así y todo estaban muy agradables y disfrutables en la mayoría de los casos.
Cuando llegó el momento de hilar más fino y encontrar características particulares entre los representantes de una u otra zona, hubo que afinar mucho la lupa. Así y todo, no fue nada sencillo, al menos para mí.

Algunas diferencias:
Por ejemplo en los de Altamira posiblemente los taninos estaban más redondos que en los de Gualtallary. Edgardo Del Popolo, enólogo de Doña Paula que estaba entre los presentes, destacó que esa diferencia en la textura tánica tiene que ver con los suelos de cada lugar. Otro rasgo sutil que encontré en los de Altamira fue la nota floral, y no tanto en nariz sino también en los aromas retronasales. 

Hubo otros hilos conductores más allá del denominador común “zona”, es decir, entre vinos de la misma bodega. Por ejemplo, un caso fue el de Doña Paula: en sus muestras a ciegas se podía identificar la “marca” del productor, es decir cierta elegancia, muy atractiva a mi criterio, y con moderación en sus aromas. Algo similar ocurrió con Altos Las Hormigas, ya que ambas muestras se destacaron por ser bien jugosos, fluidos y con una fruta tirando a sobremadura.
En el caso del Zaha, si bien había disponible sólo una muestra de Altamira, resultó sencillo reconocer el estilo que ya caracteriza a la bodega: vinos anchos en boca, pero de taninos dulces, redondos. Esta muestra en particular también era muy atractiva e impactaba fácilmente; inmediatamente me recordó a la actual 2010. 

Luego de tomar, durante estos últimos años, varios vinos de Michelini y de la zona de Gualtallary, pensé que iba detectar fácilmente los vinos de la región, pero no me resultó tan así. Si me guío por la nota mineral, piedra o tiza con que suelo reconocerlos, de las seis muestras en las que mejor lo percibí fue en Passionate Wine y Zorzal; pero si analizo llego a la conclusión de que quizás identifiqué a su enólogo más que a la región. ¿O será que en estas dos etiquetas de proyectos tan personales Michelini hace resaltar de manera especial esos rasgos de Gualtallary? Porque si lo comparo con Finca Sophenia, que pertenece a la misma región y también es elaborado bajo su mirada, lo encontré bastante diferente con respecto a los anteriores; más maduro y un tanto vegetal, lo cual creo que tiene que ver con un momento de cosecha más tardío, y posiblemente el estilo y mercado al que apunta la bodega de Roberto Luka.

Catena fue una de las bodegas que también envió muestras de ambas zonas, pero si deseaba compararlas entre sí resultaba muy difícil, ya que la proveniente del viñedo Adrianna era la única que ya había comenzado a estar en contacto con roble, y realmente los aromas del mismo se encontraban tan presentes que era un impedimento más al momento de tratar de percibir diferencias.

En este último tiempo, mucho hablamos de los vinos que en boca se desarrollan verticales; dicho de otra manera, que no son tan anchos y que en su paso se destacan por ser más bien largos y altos. Debo reconocer que esta característica me gusta y, si repaso las doce etiquetas de la presentación, creo que sólo dos fueron buenos representantes de este estilo, por lo que terminaron siendo mis preferidos de la noche. Me refiero a las muestras de Passionate Wine y de Zuccardi (posible Aluvional), pero casualmente una pertenece a Gualtallary y la otra a Altamira, y además están elaborados por diferentes enólogos. Nuevamente el estilo fue el único punto común, independientemente del productor u origen.
Trato de pasar en limpio todo lo anterior y termino relacionando las muestras más en función del estilo de la bodega o de rasgos que pretende acentuar su elaborador, mientras que su procedencia, al menos en esta instancia, queda como algo secundario.

Si antes de comenzar la cata habíamos pensado que las diferencias entre ambas regiones iban a percibirse fácilmente, terminó siendo lo contrario, inclusive generando más ambigüedad, al menos en mi cabeza. Me pregunto si lo que sucedió fue algo negativo. Y me respondo que para nada. La parte positiva es que treinta personas, todas relacionadas con el vino, representantes de diversos eslabones de esta gran cadena, se hayan reunido con asistencia perfecta para intentar sacar conclusiones; en la misma mesa enólogos, agrónomos, vinotequeros, periodistas, comunicadores amateur y consumidores apasionados, todos tratando de interpretar los vinos en el mismo idioma y poder comprender para dónde van. Creo que al momento este paso es el más importante; las características de Gualtallary y Altamira se irán definiendo con los años, el tema es no perderles pisada.




Pero me quedaron algunas preguntas picando, y no necesariamente sobre Altamira y Gualtallary:
¿Acaso tuvimos que esperar que un periodista de un país vecino nos acercara estas inquietudes y provocara este singular encuentro?
Y no me refiero sólo a la temática que nos convocó, que fue muy interesante por cierto, sino a la apertura de pensamiento para abrir el juego para que participen otros protagonistas, y que no son precisamente los profesionales de siempre.
De las notas que uno acostumbra a leer o ver en diferentes medios locales (gráfico, Internet, TV, radio), ¿qué porcentaje se destinan a opinión e investigación? De a poco, por suerte, este porcentaje va creciendo.
En algún punto en el área periodismo, y por rebote entre los consumidores, ¿también estaremos medio “en pañales”?

Es importante que reconozcamos nuestros puntos flacos para mejorar, ya que de ello también necesitan nuestros vinos para seguir creciendo.

Parte II

Pero esto no es todo, la jornada que había comenzado a la 17 hs fue larga; aún faltaban disfrutar de la excelente cocina de Aldo’s Vinoteca & Restaurant, y de algunas etiquetas de la propia cava de Patricio, que tenía intenciones de que probáramos. Me vuelvo a detener aquí, porque pude interpretar claramente todo lo que “Pato” quiso contarnos con esos vinos, los cuales se dedicó a servir personalmente a cada uno de los invitados, sólo recordando su procedencia y segmento de precio. La parte más importante de su mensaje estuvo dentro de las botellas que paso a mencionar:

Villalobos Reserva Carignan 2010 (Chile)
Goliardo Caiño Rías Baixas 2010 (España)
Jacques Puffeney Arbois Poulsaid 2009 (Francia)
Casa Marin Sauvignon Blanc 2003 Single Vineyard  Cipreses (Chile)
Borgogno Barolo Reserva 2001(Italia)
Carignan 2007 (sin etiquetar y del propio Patricio - Chile)

Repaso estos vinos que, excepto el Barolo, estimo rondarán entre los 10 y 35 u$s, algo no disparatado por cierto; y pienso todo lo que bebí estos últimos quince años en nuestro país, donde para abajo nunca discriminé en precio y para arriba tuve la suerte de probar de todo. 



Me doy cuenta de que ninguno de estos vinos, los cuales me gustaron mucho todos, tienen absolutamente nada que ver con lo que estamos acostumbrados a beber por estos pagos. No digo que sean ni mejores ni peores, sólo destaco que son muy diferentes.
Por ejemplo estamos acostumbrados a valorar los vinos cargados en color, intensos, con mucha fruta, con buenos aromas del roble (siempre que sean de calidad y estén bien ensamblados); y de todas estas muestras importadas ninguna era así, pero todas poseían complejidad y otros atributos a mi gusto muy interesante también; vinos que, a pesar de no destacarse por la fruta, igual gozaban de otros aromas como minerales, especiados o más terrosos; que si bien no eran espesos, poseían buena estructura pero sostenida por la acidez; y por lo general todos, sin importar añada, presentaban buena frescura (un atributo fundamental que me invita a seguir bebiendo).
Nos queda claro que el perfil de los vinos mucho tiene que ver con su procedencia y que no podemos forzar algo que el terroir no nos facilita, pero entre eso y perseguir siempre la carga, la fruta madura y la madera, hay muchos grises. Estaría bueno poder identificarlos e interpretarlos con la mayor definición y nitidez posible. 



Quizás sea fácil, desde mi lugar, pedir cambios. Más allá de que el consumidor esté acostumbrado a buscar lo conocido, se puede ir de a poco: la diversidad también es una pieza necesaria para el crecimiento y, al menos desde mi humilde lugar, voy a apoyar siempre a quienes apuesten y la busquen.
Sólo me queda agradecer a Patricio por la organización, a Aldo Graziani por abrir las puertas de su casa y a los representantes de las bodegas y enólogos, que a pesar de la distancia se hicieron presentes: Laura Principiano de Zuccardi, Matías y Juan Pablo Michelini, David Bonomi y Edgardo Del Popolo de Doña Paula, y Jeff Mausbach de Manos Negras.


El mismo encuentro por  Patricio Tapia, por  Ariel Kulas o por Francisco Rivero Segura

Datos personales

Mi foto
Fernando// 15 4171 8019 fernandovinos@yahoo.com.ar