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martes, 29 de enero de 2019

Mi "10yearchallenge como degustador"


Fue hace aproximadamente 10 años que en el quincho de la casa de un amigo se organizaba una degustación de esas semanales que, como era costumbre, siempre se hacían a ciegas. La temática de aquella noche era "malbec de alta gama".

Llegué al evento cuando ya estaba algo avanzado pero igualmente pude probar cada una de las botellas que ya se encontraban correctamente envueltas.

Tomar notas para destacar características, elegir las que más me habían gustado, compartir con el resto de los compañeros de mesa, armar un podio, sacar conclusiones, en definitiva pasar un buen rato.

Hoy aún recuerdo mi sensación luego de terminar de probar esa docena de vinos. Fue pura desilusión y no por la calidad de los vinos, si no más bien por no poder distinguir características significativas entre cada uno de ellos.

Todos cumplían perfectamente con los atributos que para mi en aquel momento eran importantes que un vino de alta gama tuviera: color oscuro y aspecto de concentración a la vista, en nariz gran intensidad de aromas, fruta madura, la mayor paleta aromática posible producto de la crianza en madera, peso en boca, volumen, etc.

En resumen algo así como que cuanto más cantidad de todo era, resultaba mucho mejor y por ende el puntaje sería más alto para lograr el podio.

Al descubrir las etiquetas estaban las más renombradas de la góndola, distribuidas entre las principales zonas, Valle de Uco, Luján de Cuyo y seguramente alguna del NOA. Creo que aquella noche recién caí o me cuestioné si realmente me gustaba tomar vino y si era algo que disfrutaba de verdad.

Si hoy, luego de una década, tuviera que repetir una cata con una docena de malbec de entre los $400 y los $1000, les puedo asegurar que sería mucho y bien diferente lo que podría describir sobre cada uno de esos vinos. Lo hago habitualmente y la mayoría de las veces resulta así.

Sólo por nombrar algunos cambios, en las etiquetas se empezó a reemplazar la palabra Valle de Uco por el de cada una de las sub-regiones que la componen: Gualtallary, Los Chacayes, La Consulta, Paraje Altamira, por mencionar algunas. Y cuánta felicidad me da hoy poder comprobar las características que le imprimen cada uno de esos lugares a los vinos y poder relacionarlos directamente con el sitio de donde salen las uvas.

Pero a este ajuste en el enfoque que vienen logrando algunos productores para lograr dejar al descubierto las características de cada región, se le suma otra variable, y es la interpretación de cada uno de ellos. Hace diez años parecía que la mayoría utilizaban el mismo "librito" al momento de elaborar y hoy estamos, más que nunca, lejos de aquello.

Porque ese "librito" no sólo supo adaptarse a cada lugar, sino también a cada búsqueda personal.

La frase “el vino nace en el viñedo” seguramente sea el camino más seguro para la diversidad y evitar caer en películas que ni bien arrancan ya sabemos el final o tenemos la impresión de ya haberla visto.

Y aprovechando esta última analogía diría que, casi como un debutante director, que en el mismo escenario y sin cambiar escenografía ni actores, en poco tiempo logró montar obras diferentes es "el Juanfa" Suarez.


A Juanfa lo conocí no hace más de cuatro años cuando se acercó para mostrarme los vinos de Finca Suárez, el proyecto que lleva adelante con su familia. Transcurrió poco tiempo para que luego nos presente Traslapiedra, proyecto que comparte junto a un grupo de amigos y fue en los últimos meses que tuve la oportunidad de probar su nuevo Rocamadre, proyecto que inició él solito.

Todas las etiquetas cuentan al menos con un malbec entre sus líneas, en diferentes segmentos de precios, y todos elaborados con uvas provenientes de la finca que la famila posee en Paraje Altamira, Valle de Uco.

Si me remonto al principio de esta nota, cuando me costaba diferenciar malbec de diversos productores y lugares, podría imaginar que las chances del Juanfa para entretenerme luego de los tres descorches serían nulas pero, cuando fuimos a la práctica, nada estuvo más lejos de ello.

El lugar podrá ser el mismo pero cuando hay inquietud las búsquedas pueden ser infinitas.

Casualmente antes que le mencione al Juanfa sobre esta nota él me contaba lo importante le resultaba poder mostrar todas las posibilidades de interpretaciones que puede lograr a través del malbec de su lugar, Paraje Altamira.
Así que no nos sorprenda que en algún tiempo se sigan sumando nuevos malbec en alguna de sus marcas de las que hasta el momento posee cuatro.

Antes de descorchar los tres vinos le consulté al Juanfa sobre qué buscó en cada una de las etiquetas y convoqué a dos amigos para compartirlos, charlarlos, y sacar algunas conclusiones en conjunto ya que siempre es mucho mejor.

Los vinos fueron Traslapiedra Malbec 2016 ($550), Finca Suárez Gran Malbec 2015 ($800) y Rocamadre Malbec 2017 ($600).


De los tres vinos el Traslapiedra resultó ser el más ligero, más fluido en boca, con una fruta roja bien fresca, directo, sin complejidad especial, pero muy sabroso en boca y que a pesar de que no tiene gran peso persiste en su paso. Lo imagino como un tinto de verano o de esos para poner primera, uno de mis compañeros de mesa acotaba que estaría ideal para acompañar algunas pizzas a la parrilla.
Lo serviría algo refrescado, el envase "XL" de 1250ml que lo contiene es fundamental, porque es de esos vinos que seguro tenderán a beberse rápido.

Continuamos con el Gran Malbec, ya con una vinificación y un estilo más tradicional, elaborado en pileta de concreto y criado en barricas usadas. La influencia de éstas últimas se percibe en una nariz muy bien integrada y en la medida justa, con una fruta bien presente las notas de la crianza es como que la redondean, tanto en la nariz como en boca, gran amabilidad y armonía.
Un malbec que podría caerle muy bien a un amplio espectro de consumidores: tengo invitados en casa, quiero ir a la segura, no correr riesgos, el Gran Malbec es el indicado. Ideal para detenerse en copa, sutil, elegante, para servir el día que cocinamos algo especial.


Y acá llega una parte interesante que deseaba compartirles porque de la misma parcela y en el mismo momento que el Juanfa cosecha la fruta para el Gran Malbec, lo hace también para su vino personal Rocamadre, más allá que en el presente caso el mismo es una añada más reciente pero con claras diferencias en la enología lo que hace que nos entregue un vino muy diferente al anterior, y no por ello menos atractivo.

Como si fuera otra versión es un vino también muy expresivo, con una nariz más salvaje, una agradable sensación de vino casero, natural, quizá aquella nota de la crianza que destacaba en el vino anterior ahora es reemplazada por una "herbal sutil" producto de una fermentación con un 30% de raspón. Otro detalle es que fue elaborado en bines de 500kg en un galpón cercano al viñedo , con las propias levaduras indígenas y a la temperatura ambiente, que lógicamente al ser más elevada que la de la pileta de concreto, le provoca una mayor extracción entregando un vino más abierto que tiende a ofrecer mucho de entrada y que claramente va para otro estilo.

Qué bien que funcionaría con algún corte de carne jugoso a la parrilla, también lo imagino para un perfil de consumidor especial, de esos a los que siempre necesitamos sorprender, que son bien dispuestos a probar, y que disfrutan de tener otras sensaciones.

Las añadas que probamos son las que actualmente están en el mercado y no son un dato menor ya que sabemos que cada una fue marcada con diferentes características.

Por un lado la 2016 que entregó vinos con menor volumen y concentración, por otro la 2015 donde se logró buena maduración y que claramente fue algo más fresca que la 2017, ésta última también con buena intensidad y concentración. Recordemos que en todas las etiquetas siempre se ha trabajado sin sangrías y que las maceraciones nunca superaron mucho más que los 20 días.

Hasta aquí poco hablamos de las características que imprime Paraje Altamira en cada uno de estos vinos que a su vez detallamos que son tan diferentes entre sí. Podríamos destacar en común esa frescura natural en boca, un tanino fino, textura, esa sensación vibrante, algo mineral en el recuerdo.

Si bien lo que detallo sobre la añada y el lugar en cierta medida se transluce tampoco es algo tan obvio que debamos reconocer, no se asusten. A medida que el consumidor vaya adquiriendo experiencia y el productor haga un trabajo cada vez más genuino, el transcurso del tiempo hará que se encuentren cada vez más fácil.

Y así es como degustador, y casi sin querer, terminé haciendo mi #10yearchallenge.

Qué diferente era lo que esperábamos cada vez que no servíamos un vino cuando les comentaba al principio y cuan lejos estoy hoy de todo aquello, claramente espero otras cosas que me sorprendan, que sea original, con carácter, que me invite a buscar sutilezas, a imaginar lugares, a entender la personalidad de un productor, la composición de un suelo, si es de montaña, desierto, la influencia de la marcha climática del año, si proviene de una zona más o menos fría, infinidad de variables que tienen que ver con lo que la naturaleza nos brinda y la sensibilidad de quien la interpreta, nada de recetas hechas, ni para lograr satisfacer el gusto de un critico.

¿Qué me deparará mi próximo #10yearchallenge en el 2029?

No lo sé exactamente pero seguro que no me aburriré en el camino porque las películas de finales parecidos por suerte cada vez son menos.

Pero en este desafío, tan importante como ello, es que yo como consumidor también continúe evolucionando, ahora sí, más seguro que nunca, no me quedan dudas de que el vino sí me gusta mucho, aunque mejor digamos: ¡cada día más!



domingo, 30 de julio de 2017

Vertical + vertical, aprendizaje “al cuadrado”



Hace algunas semanas recibimos por segunda vez en Mr. Wines a Roberto de la Mota, enólogo y socio de la familia Sielecki en Bodega Mendel Wines. Algunos recordarán que su primera visita había sido allá por octubre del 2014. Aquella jornada fue sumamente especial para mí, ya que además de que Roberto estuviera visitando en ese momento mi nuevo espacio, nada menos que para realizar una cata vertical completa de Mendel Unus, luego de ello a ese 1 de octubre decidí tomarlo como la fecha de inauguración oficial de mi cueva. Ese día sentí una mezcla de nacimiento y bendición; siempre lo digo: algo que me marcó un camino que decidí seguir a fondo, y que me gusta contar con orgullo, porque suelo tenerlo muy presente.
Recuerdo también que ni bien habíamos terminado aquella primera vertical del blend, uno de los emblemas de la bodega, ante la “desafiante” pregunta de uno de los asistentes, Roberto se despidió afirmando que la próxima vertical debería ser de Mendel Semillon; blanco que en ese momento me gustaba como otros tantos, pero que tampoco lo sentía de la manera especial que sí lo percibo hoy cuando lo degusto. Esto me indica que mi cabeza, gusto o paladar cambió bastante en menos de tres años, porque si bien aquella noche la propuesta de Roberto pintaba más que interesante, debo confesar que yo poco confiaba en que un blanco pudiera conservarse durante tanto tiempo igual de bien, como lo había demostrado el Unus en esa oportunidad, y que pudiera regalarme la misma satisfacción que me entregó ese gran tinto aquella noche.
Desde aquel 1 de octubre corrieron casi treinta meses; no sé si es mucho, pero sí fue mucho el vino que probé y lo que creo haber cambiado. Fueron meses que, por mi actividad, se vivieron siempre intensos; saben de lo que hablo porque junto a muchos de ustedes lo vivo y lo comparto en el día a día. Así fue creciendo mi ansiedad por finalmente poder concretar aquella vertical prometida de semillon. Estimo que, además de empezar a confiar más en una buena evolución, también aprendí como consumidor a disfrutar de otra manera de los blancos, e inclusive de aquellos con más años de guarda; a valorar aquellas sutilezas que aporta el tiempo, y, al igual que con cualquier tinto, también aprender a identificar en qué parte de la curva de su vida está transitando, para determinar si continuar guardándolo para que crezca en botella o no.
Es cierto que hoy en día también ponemos más foco en distinguir los atributos de algunos blancos y la importancia del lugar de donde proviene la uva; en este caso, un antiguo viñedo de 67 años en Paraje Altamira (Valle de Uco), plantado a pie franco. En aquella primera oportunidad, Roberto también se refirió a los cuidados en su elaboración y al desborre previo a baja temperatura sin protección del oxígeno; de esa manera se oxidan tempranamente los compuestos más oxidables, para evitar que lo hagan en el futuro en su guarda en botella. Sólo un 15% del vino está fermentado en roble francés nuevo Taransaud; este último, además, tuvo seis meses de contacto con lías, sabiendo todo lo que aporta en complejidad, a la boca y a la guarda, lógicamente.


Ahora la única incertidumbre que queda es saber cómo fue realmente su evolución. Finalmente el día llegó: Roberto visitó nuevamente la cueva, en primer lugar para cumplir con aquella vertical prometida que se llevó a cabo junto a los miembros de Argentina Wine Bloggers (AWB). Como si ello fuera poco, la jornada no terminó allí, porque hubo una segunda parte en la que los privilegiados fueron algunos clientes y amigos. Para ello Roberto tenía preparada otra vertical, pero de Mendel Cabernet Sauvignon. Ser dueño de casa lógicamente me permitió realizar ambas degustaciones, así que el disfrute fue “al cuadrado”. Con esto quiero expresar que el placer fue mucho más que el doble, porque pude sacar algunas conclusiones extras.
De los semillon probamos las cosechas 2009, 2010, 2011, 2012, 2013, 2014, 2015 y 2016; del cabernet probamos 2009, 2010, 2011, 2012, 2013, 2014 y 2015. Para ambos vinos, Roberto aclaró que en cada una de las etiquetas siempre se mantuvieron la misma elaboración y crianza. Por ejemplo, la de los cabernet históricamente combinó 1/3 de barricas de diversos usos, de grano fino y siempre con uva proveniente de su finca de Perdriel (Luján de Cuyo). Todas esas coincidencias año a año fueron ideales para comprobar que, si se encontraban algunas diferencias entre cosecha y cosecha, éstas tendrían que ver principalmente con la marcha climática de cada añada en el lugar de origen de la uva, y de este modo asegurarse de que no obedecían a las prácticas llevadas a cabo.
Para ambas catas servimos todos los vinos al mismo tiempo. La idea era que en copa todos pudieran tener la misma ventaja frente a la aireación. Además, es ideal para ver el comportamiento de cada uno en simultáneo.
Arrancamos con el blanco. Todas las botellas se encontraban en perfecto estado, inclusive el 2009; claro que tanto en nariz como en boca, a medida que transcurría el tiempo y subía lentamente la temperatura en el copón, se empezaban a percibir marcadas diferencias. En nariz, las notas de miel, algo de fruta tropical y, sobre todo, la de frutos secos (avellana principalmente) en los más añejos, se iban resaltando en diferentes medidas; todo muy sutil, pero nítido. En boca, en algunas añadas se percibía claramente su destacada frescura y acidez en el paso. Roberto aclaró que eso tiene que ver directamente con años que fueron más fríos, en los que la uva maduró más lentamente. Esos que se mostraron más vivaces fueron los que resultaron más interesantes al panel de cata, y seguramente sean los que seguirán manteniéndose mejor en el tiempo. En cambio, en algunos años más cálidos los aromas me recuerdan más a fruta tropical, pero madura, y cierto dejo a caucho o goma quemada; esa sensación la recuerdo principalmente en la 2014.
Haciendo memoria, algo similar había ocurrido en aquella vertical de Unus que habíamos realizado en el 2014: los años más fríos, de evolución más lenta en el tiempo, se percibían más vivos. A los semillon 2010, 2013 y 2016 los destaco con esa frescura, aunque el 2016 me genera una incertidumbre extra, ya que fue un año muy especial, según los productores, y así lo encontré también al degustarlo: un vino que se apoya más en la tensión en el paso, aportando largo, y con tonos aromáticos que van más hacia los cítricos. Roberto señaló que en esta añada no se hizo maloláctica, con lo cual esa sensación eléctrica en boca se acentúa. En lo personal, la suma de todo eso me encanta y me anuncia mucho futuro. No me gustaría dejar pasar por alto el momento actual de la 2015; a pesar de que no fue un año tan fresco como los anteriores, en boca se mostró muy expresivo, equilibrado, y con una paleta aromática compleja e interesante que combina mucho de lo mencionado, entre la miel, lo frutal y lo floral.
Un consejo que me gustaría darles a los consumidores es lo atractivo que resultan este tipo de blancos cuando se beben algunos grados de temperatura más arriba de lo que se hace habitualmente. Les aseguro que es otra historia cuando empiezan a abrirse en aromas; además de funcionar acompañando algún plato, porque suelen ser bien gastronómicos, también pueden disfrutarse muy bien solos y casi a la temperatura de un tinto liviano y joven.
Al terminar la cata de blancos, acomodamos rápidamente el salón para que ingresara el segundo grupo y comenzar con la vertical de Mendel Cabernet Sauvignon. Ni bien servidas las siete cosechas, lo llamativo fue no registrar de entrada las diferencias que sí habíamos encontrado con los blancos. Tuve que repasar más de una vez cada uno para tratar de encontrar mi preferido y sacar algunas conclusiones. Se me ocurre que, al menos en esta instancia, la variedad dejaba transparentar mucho menos las diferencias entre una añada y otra; posiblemente, los años en botella colaboran para que algunas se puedan despegar y distinguir en calidad.
Entre mis elegidos estuvieron el 2013 y 2015, o bien fueron lo que me dijeron más en la primera impresión. Francamente no pude tomar mucho más registro; imagínense: dos verticales en mi casa, sólo en un par de horas, tratando de no dejar pasar por alto cada comentario de Roberto, mientras lógicamente colaboraba con el servicio.


Pienso en la cata de Unus, blend que, a pesar de tener cabernet sauvignon en su composición, igualmente supo reflejar de manera franca y clara cada año. Quizá sea responsable de ello el malbec, que ocupa el mayor porcentaje de ese corte; mientras que el cabernet, no menos importante, aporta estructura y boca, y por ello resulta fundamental; en síntesis, es igual de efectivo en su función, pero mucho más en silencio.
Feliz, al igual que todos los asistentes, esta intensa y única jornada fue coronada con un petit verdot (PV) que Roberto utiliza en muy bajo porcentaje en el corte de Unus, del cual tiene vinificado como varietal sólo una barrica, y que lógicamente, al ser tan poca cantidad, nunca sacó a la venta. Esta variedad poco a poco me viene enamorando cada día más, y a éste me animo a ubicarlo entre los PV que más me gustaron en mi vida. Tiene una particularidad muy especial, que seguramente colabore para diferenciarlo del resto de los vinos que hay en el mercado con esta cepa: proviene de un clon que Roberto había traído de Chateau Margaux (Burdeos, Francia) allá por la década del 80, cuando poco y nada se sabía de esta cepa por nuestros pagos. Seguramente todos los clones que se importaron posteriormente no tienen nada que ver con éste. El vino proviene de un viñedo actualmente de 17 años, ubicado en Mayor Drummond (Luján de Cuyo) frente a la bodega; posee una crianza en barrica de doce meses, similar a la que se le hace al Mendel Cabernet Sauvignon.

Fue un lujo que Roberto haya traído para compartir semejante joya que sólo entrega 300 botellas al año, y que las conserva guardadas en su cava para compartir con sus amigos en momentos especiales. Desde ahora me hace empezar a soñar que la próxima vertical en la cueva la tenga como protagonista, para que el placer y el aprendizaje se sigan potenciando “al cubo”. 

sábado, 15 de julio de 2017

Mr. Wines Tour: el lugar, las personas y algunas conclusiones (Parte I)


La mayoría de nosotros solemos disfrutar mucho del vino en diferentes momentos o circunstancias, acompañando la mesa diaria, el finde junto a algún menú particular o en acontecimientos más especiales. Lo probamos, y frente a él decimos lo más importante –“me gustó”, “no me gustó”– o, quizás más simple aún, disparamos un “maso”. Podemos profundizar un poco más y preguntar qué variedades de uvas lo componen, si tiene crianza especial o no, de qué zona de nuestro país proviene. Todo eso para retener en nuestra memoria su marca, y así repetirla, para luego recomendarla o no.
Cuando uno avanza en esa relación con el vino, las preguntas empiezan a multiplicarse, y es grande la satisfacción cuando uno comienza a encontrar respuestas y puede asociarlas de manera directa con aquello que está degustando. El tema es que por suerte esas preguntas nunca se acaban; al contrario, se siguen multiplicando. Algo así como “cuanto más entiendo, más descubro, y más placer me da”; al menos eso me pasó a mí.
Como siempre, vuelvo a repreguntar. Entonces aprovecho la visita de un productor a Buenos Aires para “bombardearlo” en un interrogatorio, y que me cuente sobre esa etiqueta que tanto disfruto, como si fuera un director de cine hablando sobre el guión, los actores o el backstage de su película; o tal vez como cuando el chef, además de presentarme su plato, me relata al detalle sobre el origen de cada uno de sus ingredientes. Ese dato tan preciso hace que pueda imaginarlo todo o casi todo, lo cual posiblemente termine justificando la belleza, el sabor, sus sutilezas o hasta incluso su valor.
Cuando uno se introduce en este mundo, tener la posibilidad de conocer el lugar de origen de donde provienen las uvas con que fue elaborado y charlar con quienes participaron o tomaron las decisiones de esa vinificación me completa una buena parte de la película. No digo “toda”, porque tenemos la suerte de que cada año fue, es o será diferente: así es cosecha tras cosecha. Por eso siempre seguiré necesitando de más tiempo, de más viajes, de más gente y lugares por conocer.
Hoy quiero comentarles sobre un viaje de cuatro días en Mendoza, puramente enófilo. Durante más de 14 horas diarias, charlamos con más de veinte productores, probamos más de 120 vinos y recorrimos una docena de fincas. Por supuesto, se me dispararon mil veces más las preguntas que hace 15 años, cuando tuve un momento de mi vida que equivocadamente creí entender algo sobre esta bebida maravillosa, que disfruto cada vez con más intensidad. A medida que uno avanza en edad y experiencia, empieza a disfrutar más a pleno cada momento, tal como ocurre en otros aspectos de nuestras vidas.
Como es habitual todos los años, en el marco del Mr. Wines Tour, junto a un grupo de “amigos muy interesados en el vino” –no hablaré de “enófilos” para evitar que piensen que es cerrado y super selecto–, viajamos a Mendoza con la idea exacta de estar full time visitando a productores sin discriminar en tamaño, aunque los más pequeños suelen ser siempre mayoría.





Por mi actividad laboral (aunque tranquilamente podría decir mi hobby), cargo con varios de estos viajes, que para cualquiera de los casos son lógicamente muy productivos, sobre todo porque me doy cuenta de que cada uno de ellos agudiza mi sensibilidad. No me refiero precisamente al acto de catar, mucho menos al de ser un profesional puntuador. Catar, en este sentido, sería como elegir “Miss Mundo” desde un panel sobre el costado de un escenario iluminado en un concurso de belleza internacional, donde conviven cientos o miles de personas de diferentes partes del planeta. ¿Esto se puede comparar a vivir una experiencia con alguien, cara a cara, más íntima, donde se abre la posibilidad hasta de generar una conexión luego de un sorbo de vino, una mirada, un silencio, en la pureza de un lugar único? ¿Puedo ponerle puntaje a ese momento? Sólo puedo vivirlo, disfrutarlo, relacionarlo y, como es mi caso, luego tratar de contarlo, aunque soy consciente de que nunca me alcanzarán las palabras. Cuando más profundos son los lazos que se generan, más difícil describirlos.
Es así como llego al punto que no puedo pensar en un vino que me gusta, sin pensar en quién lo hizo o de dónde proviene la uva con que fue elaborado. Por suerte entendí que calificar desde la platea es la parte más aburrida de toda la película, y que lo más jugoso es cuando me acerco a vivirla, aunque sea como un actor extra, pero efectivamente estar lo más cerca posible para no perderme detalle.


En el viejo mundo creo que poco se sabe de las personas que están detrás de cada etiqueta. Si bien cada día soy más defensor de que los vinos deben ser lo más representativos del lugar de donde provienen, porque sueño a ciegas poder descubrir dentro de una copa Agrelo, Lunlunta, Los Chacayes, El Cepillo, San Rafael, Chapadmalal o los Valles Calchaquíes, quisiera no perder nunca de vista la interpretación que cada hacedor puede hacer con la uva de esos lugares. No quedan dudas de que el aporte de ellos es fundamental, sobre todo para sumar a más diversidad. Lugar y personas, dos variables que, combinadas de manera sana y genuina, dan un resultado único y positivo.
Esta introducción algo extensa fue más que nada para que conozcan mi manera de pensar y el valor que le doy cada vez más a conocer a las personas y a involucrarse plenamente en lo que uno ama. No voy a dejar de mencionar cada una de las experiencias y compartir imágenes del viaje en una segunda entrada del blog, pero ahora –a continuación– opté por aportarles algunas conclusiones o conceptos más generales, lógicamente todo desde mi humilde opinión.
Con respecto a los vinos, no es novedad que desde algunos años venimos encontrando elaboraciones que han bajado en concentración, en sobremaduración y en uso de la madera, cada vez más moderado. En un principio, lo observamos en los proyectos más chicos, seguramente con intensiones de distinguirse mostrando el lugar; sin embargo, la misma tendencia también se fue trasladando poco a poco a los más grandes y masivos.


Cada día estoy más convencido de que muchas de las tendencias suelen nacer en los proyectos más pequeños, y a medida que van siendo aceptadas por los consumidores, se van expandiendo. Eso es bueno: el chico tiene más chance para jugar, con resultados más rápidos; cosecha a cosecha se pueden reacomodar mucho más rápidamente, a diferencia del que elabora cientos de miles o millones de litros.




Sabemos que también comenzaron a tomar protagonismo los vinos de perfiles más calcáreos, de pronunciada acidez, con esos tonos aromáticos que recuerdan más a aromas frescos minerales que a fruta dulce madura. No lo digo exclusivamente por el viaje, sino que es algo que vengo observando en el último tiempo en el mercado. En lo personal, me encantan esos vinos, pero, cuidado: no sea cosa que así como alguna vez se pusieron de moda los vinos pesados y con roble nuevo, ahora nos vayamos completamente para el otro lado, y el único camino sean los filosos y eléctricos. Equilibrio ante todo: evolucionar, crecer, mejorar, adaptarse a los tiempos que corren, pero sin traicionar el estilo personal y, en lo posible, ser francos con uno mismo y el lugar. Esta última variable marca la diferencia, y no hay que desaprovecharla.
En los pocos vinos que pudimos probar de la cosecha 2017 se percibió la buena maduración polifenólica que algunos productores señalaron; esto tuvo que ver con altas temperaturas en el verano y con un rendimiento natural más bajo. Vinos con buena carga, tanto en boca como en su aspecto y color, de buena acidez, taninos y alcohol. Todos los atributos con generosidad y en equilibrio; en algunos puntos en contraposición a lo que fue la 2016, que dio caldos un poco más livianos, ligeros, de exaltada frescura. No tiene nada de malo percibir esa diferencia en la misma etiqueta de un año a otro. Todo lo contrario: los productores dejaron que se expresaran las cosechas, y eso habla, en muchos casos, de que optaron por no ocultar. Enmascarar es estandarizar. Venimos resaltando que ese no es el camino. Como consumidor, reconocer las características de cada año me ayudará mañana a decidir qué vino elegir para cada momento, para guardar, beber joven, recomendar, etc.




Mientras durante muchos años se plantó malbec y más malbec, y paralelamente a ello se iba cometiendo el crimen de eliminar antiguas plantas con otras variedades, porque parecía que lo único que podíamos hacer era vender y beber malbec, desde hace un tiempo se están volviendo a plantar otras variedades de cepas, algunas con nombres de lo más inimaginables. De hecho, varias de las que tuve oportunidad de probar nunca las había escuchado mencionar. Cuánta riqueza por explorar, cuánto patrimonio perdimos por moda; espero que haya servido de experiencia y no nos vuelva a suceder algo similar.
A diferencia de otras épocas, en las visitas ya no se muestran tanto las salas de barricas como si fueran el capital más valioso de la bodega, o lo más bello. Hoy se pone la mayoría del foco en la finca, en el suelo, y en entender cómo éste se traduce en la copa. En cada región, en cada micro región, en cada parcela, en cada hilera; así de fino es el tema para algunos. Atención: esto recién empieza; los resultados se irán viendo con mayor nitidez a medida que pasen los años. El hombre y el lugar empiezan a relacionarse como nunca antes lo habían hecho; los años, las décadas contribuirán a un mejor entendimiento del terroir.


En este punto, se me mezcla una doble sensación personal. Por un lado, cierta tristeza ante la gran media de los consumidores, que siguen eligiendo únicamente por marca/oferta, y aún están muy lejos de todo esto que estoy comentando. Por otro, la felicidad de poder ser testigo de este proceso, de este cambio que no me quedan dudas de que marcará un antes y un después en nuestra viticultura.

También es constante la búsqueda de nuevos lugares para el cultivo de la vid; seguir subiendo en dirección a la cordillera, donde la combinación de altura, clima extremo, más los diversos suelos que se pueden encontrar en esas formaciones de millones años, pueden generar un cóctel de aromas, sabores y texturas nuevos, muy valioso para seguir descubriendo, profundizando y diferenciándose. En este viaje tuve la sensación de que nuestra geografía es infinita por explorar. Es cuestión de tiempo y de importantes inversiones a muy largo plazo, sobre todo; profesionales capacitados con muchas ganas de descubrir hay de sobra.



Por otra parte, cada vez se valora más que los viñedos sean manejados de la manera más natural posible; además de lo orgánico, algunos empiezan a optar por prácticas biodinámicas. No es que éstas impacten directamente en la calidad del vino, pero sí en propiciar suelos con más nutrientes y, por ende, uvas menos propensas a enfermedades. Algo así como crear las condiciones ideales para que las plantas se desarrollen más sanas, sobre todo en búsqueda de un equilibrio natural.
Algo muy valioso también fue charlar con diferentes productores y darme cuenta de que cada uno tiene su propio “librito”, y que lo sigue a rajatabla. Me encanta cuando defienden y justifican su elección, totalmente convencidos del camino que eligieron para su elaboración, aunque el vecino o aquel colega quizás más exitoso comercialmente vaya por otro. Destaco esto porque recuerdo una época en la que el discurso era muchas veces bastante similar. Hoy por suerte esto no ocurre; y es allí cuando uno encuentra franca relación entre el discurso, el lugar y los vinos, y así podemos tener estilos tan diferentes entre sí. Por ello es que al principio destaqué la importancia de este viaje para poder conocer a cada uno un poco más a fondo.
Productores que conducen diferentes proyectos, y tienen la claridad para que se diferencien bien entre ellos, intentando seguir un estilo, un concepto, y al mismo tiempo sin tener que traicionar el propio. Suena contradictorio, pero no lo es. Imagínense un virtuoso de la guitarra interpretando diferentes géneros; puedo disfrutar de todos, porque me gusta o mejor dicho valoro la música cuando es tocada con calidad, aunque el ritmo pueda ser mi preferido o no.
Uno de los encuentros del Mr. Wines Tour fue en Casa Vigil, previo a una cena. En un principio iba a ser junto a tres pequeños productores, más que nada para probar primicias; pero, al enterarse algunos de sus pares de esta juntada, nadie quiso perdérsela. Así, lo que pensábamos que sería una cata de seis o siete vinos, terminó siendo de 34 etiquetas, repartidas entre diez pequeños productores que orgullosamente dijeron presente. Cuánta alegría se vivió mostrando cada uno su proyecto, compartiendo, opinando, hablando de lugares, de búsquedas, de proyectar juntos: camaradería, inquietud, pasión al mil, cero celos. ¿Se dan cuenta de cuánto potencial tenemos? Estos tipos, la mayoría bastantes jóvenes, no discriminan en cepas, ni en estilos, ni en zona; tal es el caso de algunos de ellos que vinifican partes de sus elaboraciones en el Este mendocino, quienes demostraron su indignación hacia las bodegas más grandes que cada vez más se ocupan de asociar a esa región con el volumen y la baja calidad, y no valorar el patrimonio de algunas cepas muy antiguas. Por lo tanto, si bien para la mayoría el Valle de Uco parece ser la gran vedette, son jóvenes y muy pequeños productores quienes se están ocupando de rescatar aquellas viejas fincas en otras zonas cada vez más olvidadas, y mostrar lo mejor de ellas.



Ellos apuestan a blancos de calidad, pero con otro vuelo, sin apoyarse tanto en la madera, sino más bien en el trabajo de finca, en las tareas en la elaboración (trabajos con lías, pieles, métodos más o menos oxidativos, maceraciones, crianza biológica, etc.) o en la combinación de cepas con diversas características por variatabilidad, momentos de cosecha, o bien porque al provenir de distintos lugares cuentan con diferentes atributos o características. Recuerden la época en que “alta gama” era sinónimo de cantidad de roble; los blancos eran “chardos” untuosos monótonos con aromas a tostados, pocos eran los que podían distinguirse. Hoy el foco se está poniendo en otro lado, por suerte.




Ahora aporto mi experiencia como comercial también. Hay un público que está empezando a valorar mucho estos blancos nuevos que les detallé, y está dispuesto a pagar por ellos tanto como por un tinto de alta gama. Además empieza a ser seducido por la complejidad que puedan adquirir con las medianas y largas guardas. En este punto, aprovecho para hacer una alerta en el tema precios: están ingresando cada vez más vinos importados de diferentes regiones del mundo y de diversas categorías, y para este consumidor que describo, estas etiquetas que cada día son más también cuentan al momento de su elección.
Los asesores internacionales son cada vez menos protagonistas. Evidentemente, nadie mejor que el viticultor local para seguir el desarrollo de la planta durante los 365 días del año. Cada vez se los ve más convencidos de que la base de todo está allí, en su cuidado preciso, en entenderla para obtener de ella lo mejor año a año y de la manera más natural. Aparentemente, el resto después va casi solo.
Algo que ya percibo, pero que me gustaría encontrar más, es que cuando una bodega tiene vinos de dos o tres gamas diferentes, no tenga sólo que apoyarse en cosechar más tarde y usar más madera para el salto cualitativo; se puede ganar en complejidad sin necesariamente apoyarse en la cantidad. Imagino que no es nada sencillo para un productor, como tampoco será fácil para un consumidor comprender o entender que más no es siempre sinónimo de calidad. Si precisamente el camino que estamos buscando es diferenciarse por la sutileza que puede aportar un terroir, eso nunca se podrá distinguir con más concentración. Aquí tenemos que apoyar también mucho quienes comunicamos y vendemos; es un trabajo en conjunto, como la mayoría de las cosas que vengo enumerando, es importante que siempre vayan acompañadas de una buena comunicación, mediante catas o de manera instantánea, simple y directa en redes sociales.
Cuando termina cada viaje, tengo siempre la misma sensación: por el nivel y la experiencia en general, será muy difícil de igualar o superar. Sin embargo, como cada experiencia es única, ocurre que siempre regreso igual de sorprendido, entusiasmado y con la ansiedad de que el tiempo transcurra rápido para ver pronto los resultados de lo que tuvimos la oportunidad de probar en primicia. Comento esto y recuerdo que fueron varios los productores que en el transcurso del viaje –medio en broma, medio en serio– me decían que yo soy muy ansioso, y que en la vitivinicultura se requiere de mucho tiempo, porque los resultados son a largo plazo. Imaginen que de la uva que cosecharon en esta vendimia se verá el vino en un par de años, y luego se necesitarán un par de años más para ajustar las prácticas y así buscar la excelencia. Entender y tratar de mejorar, eso en repetidos e infinitos pasos.



Soy fanático, y seguramente como seguiré sin controlar mi ansiedad, no aguantaré un año para otro tour. Antes que termine el 2017 allí estaré, nuevamente en el lugar, con las personas. Quiero seguir viviendo esa maravillosa película del vino, aunque sea como el último extra.

domingo, 1 de junio de 2014

Desafío Federal, 4° Edición a puro cabernet!!

4° Edición del Desafío Federal



¡La hora de los Cabernet!

El sábado 7 de Junio en el Hotel NH Tango se llevará a cabo la Cuarta Edición del Desafío Federal, evento que como ya es habitual reunirá a profesionales y amantes del vino con etiquetas de alta gama de más de cincuenta bodegas de distintas provincias argentinas.

Este año la temática elegida es Cabernet. Por un lado el Cabernet Sauvignon, considerado mundialmente como el rey de las variedades tintas, y por el otro la Cabernet Franc es una de las cepas con más proyección a futuro de nuestro país.

Entre los asistentes, al igual que en años anteriores, estarán reconocidos enólogos junto a otros 90 amantes del vino, que en 24 horas han agotado las plazas disponibles y con más de 15 personas en lista de espera. Se degustarán a ciegas 60 etiquetas de Cabernet de distintas provincias y regiones de la argentina, para una vez finalizada la cata dar paso a la cena, disfrutando los exquisitos platos del Restaurant del NH Tango.

La cata será a CIEGAS, dividida en 3 tandas de aproximadamente 20 vinos cada una y se elegirán los 6 favoritos de cada tanda.  La primer tanda abarcará los Cabernet Sauvignon con precio sugerido de venta al público desde $ 60 hasta $ 140, la segunda tanda será para los Cabernet Franc y la última será para los Cabernet Sauvignon de más de $ 141.

Pero El Desafío Federal no es una cata más de vinos, su objetivo es juntar en una misma mesa a sommeliers, enólogos, especialistas, blogueros y consumidores entusiastas, para que intercambien opiniones, aprendan unos de otros y juntos ayuden a difundir la cultura del vino.

Queremos quitarle la solemnidad a la cata y volver a la esencia analizando simplemente que vino nos gusta más. En el Desafío Federal no se puntúan los vinos, solamente se destaca a los que más nos gustan.

Las bodegas que aceptaron este desafío son:

Aleanna – Mendoza
Algodón Wine Estates – Mendoza
AltaVista - Mendoza
Aprendiz - Mendoza
Benegas - Mendoza
Bodega Casarena - Mendoza
Bodega Nanni – Salta
Bodega Teho - Mendoza
Carinae - Mendoza
Catena Zapata - Mendoza
Cielo y Tierra - Mendoza
Clos de Chacras - Mendoza
Dante Robino – Mendoza
Del Fin del Mundo - Neuquen
Del Río Elorza - Río Negro
Domingo Molina - Cafayate
Durigutti - Mendoza
El Esteco - Salta
Etchart – Salta
Familia Cassone - Mendoza
Familia Zuccardi – Mendoza
Finca Decero - Mendoza
Finca La Anita – Mendoza
Finca Humanao - Salta
Finca Sophenia - Mendoza
Giménez Riili - Mendoza
Goyenechea - Mendoza
Huarpe - Mendoza
Lagarde - Mendoza
Lamadrid - Mendoza
Las Moras - San Juan
Margot - Mendoza
Matías Riccitelli – Mendoza
Melipal - Mendoza
Noble de San Javier – Córdoba
NQN – Neuquen
Piatelli - Salta
Porvenir de Cafayate - Salta
Pulcú – Mendoza
Renacer - Mendoza
Riglos - Mendoza
Sin Fin – Mendoza
SonVida - Mendoza
Trapiche - Mendoza
Trivento – Mendoza
Tukma - Salta
Zorzal Wines - Mendoza

Al igual que en las 3 ediciones anteriores la cata se comunicará mayormente a través de la red social Twitter. Desde la cuenta @desafiofederal se postearan los avances de la organización y luego los resultados de la cata. Además los mismos asistentes irán comunicando sus impresiones a medida que se desarrolle el evento también a través de esta red, utilizando el Hashtag #DF2014Cabernet

Auspician el evento: NH Hoteles, HonTravel Mendoza, Vinosaurio.com, Cabaña Piedras Blancas y Mr.Wines Vinoteca Virtual.

Para más información ver:
http://www.eldesafíofederal.com.ar o www.facebook.com/desafiofederal
Mail: info@eldesafiofederal.com.ar
Contacto de Prensa: Francisco Rivero Segura – 15 5008-4546

El Desafio Federal 2012 por Blog Mr.Wines

El Desafio Federal 2013 por Blog Mr.Wines

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