Mostrando entradas con la etiqueta chardonnay. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta chardonnay. Mostrar todas las entradas

viernes, 15 de noviembre de 2019

“Un colectivo llamado chardonnay"


Reconocer lugares e interpretaciones es una de las cosas de las que más disfruto cuando me encuentro frente a un vino.
Vinos ricos que caen bien o aspiran a sabores ya conocidos hay muchísimos, pero en lo personal cada vez menos puedo abstraerme de la necesidad de distinguir el aporte que le pueda imprimir un lugar, una cosecha o una persona y, sobre todo, para que lo hagan único.
Voy rápidamente a un cuarteto de vinos que hace muy poquito me permitieron vivir una enriquecedora experiencia. Fueron todos chardonnay que en primicia nos mostraron Alejandro "Colo" Sejanovich y Jeff Mausbach, los mismos pertenecen a la linea "Buscado Vivo o Muerto" que en breve saldrán al mercado.


Muchos conocerán los tintos del mismo proyecto, los cuales ya van por su tercera añada, todas co-fermentaciones a base de malbec de antiguos viñedos del Valle de Uco, que por lo visto "el Colo" conocía muy bien y en su última añada 2015 los dejó plasmados en seis etiquetas.


Pero vuelvo a los blancos, porque siempre suelen ser los malbec los que me ayudan a distinguir con un poco más de claridad los lugares, y en esta oportunidad ese transporte termina siendo "la reina de las blancas", como también se la suele reconocer a la chardonnay.
Recuerdo que no hace mucho más de cinco años evitaba los chardo de alta gama ya que no me sorprendían porque la mayoría solían perseguir un mismo estilo, tenían algo que me aburrían.
Totalmente lo contrario a lo que me pasó hace algunas semanas cuando Mayita, la sommelier que trabaja junto al "Colo", me servía cada uno de éstos cuatro blancos, que si bien además de la cepa tenían varios puntos en común, me llevaron a recorrer un entretenido paseo.
Todos cosechas 2017 y de partidas limitadas, de entre 18 y 20 mil botellas, provenientes de diferentes zonas del Valle de Uco, todos son "cortes de campo" donde predomina el chardonnay, pero como en su mayoría son fincas que ya cargan algunos años, entre 15 y 35, no quita que pueda estar mezcladas con otras variedades como tocai, chenin, semillón y demás.
Sospecho que el “Colo" le resta importancia a esos porcentajes minoritarios, porque creo que todo su foco lo pone en resaltar los lugares, lo que menciono al principio, la interpretación del hacedor.
Interpretación que lo lleva a efectuar diferentes trabajos en la vinificación y crianza, porque al momento de cosecha hay otro punto en común y tiene que ver con evitar maduraciones avanzadas, aquellas que solían llevar fácilmente a los chardos a perfiles más maduros, golosos, a ese manojo de reconocidas frutas tropicales que distinguíamos tan fácilmente una década atrás, que no voy a negar que muchos consumidores lo disfrutaban, pero que como bien sabemos ese estilo poco colabora en diferenciar lo que pueden aportar los diversos terroir, como es en este caso dentro del Valle de Uco.



Vuelvo a los cuatro "Buscado VOM Chardonnay", y les comentaré de qué sitio provienen y cuáles fueron las prácticas que persiguió el “Colo" para que se resalten ciertos perfiles y que yo los pudiera reconocer y disfrutar, y a pesar de mis limitaciones como catador me permitieran que desde la mesa de un restó en Palermo, durante 60 minutos de un miércoles al medio día, me pueda transportar a diversos terroir del Valle de Uco.
Es en esa región donde al extremo sur se encuentra "Las Pareditas", zona de clima muy frío, donde a la fruta muchas veces le cuesta alcanzar una buena madurez, de clima extremo podríamos decir, la cual precisamente por su ubicación lleva como nombre "El Limite".
Correctamente elegido para comenzar este viaje, y a pesar que el calificativo de austero le caería justo, me gustaría combinarlo con sutilezas y excelente balance entre fruta, frescura y algunas notas salinas.
Si pretendés un blanco que rápidamente te impacte con potencia o volumen claramente no es éste, pero si buscas uno de esos para disfrutar con tiempo, por botella entera, con muy pocos hielos en la frappera para que la temperatura intencionalmente vaya subiendo a la par que crecerá su expresión y seguramente a medida que el nivel del vino vaya descendiendo, así de igual manera que muchas veces nos pasa con los tintos, estoy seguro que el último sorbo será el mejor de todos.
Tanque de acero, nada de madera ni cemento, y sobre todo evitar la fermentación maloláctica, ya que cualquiera de esos últimos le encubriría el carácter afirma Jeff, y le doy la derecha.
Arrancamos bien, porque el anterior ya me llevó a sabores que me dejaron pensando, y con las ganas de terminarme la botella como les dije, pero fueron dos copas solamente hasta que Mayita nos presenta el siguiente vino y es el proveniente de "Los Arboles", ahí bien cerquita del río Las Tunas, por tal motivo en la etiqueta se lo identifica con ese nombre.
Desde hace un tiempo cada vez que pruebo vinos de "Los Arboles" encuentro una amabilidad especial en boca, redondez que posiblemente tenga que ver con el producto de un suelo más profundo, donde predomina la arena, y el calcáreo poca presencia tiene.
El recipiente elegido para su vinificación y crianza fue el huevo de concreto, el cual colaborará al redondeo, también a ganar graso en boca sin riesgos, porque la buena acidez con la que nació este vino lo equilibra evitando que tienda hacia lo untuoso o mantecoso, esos dos últimos descriptores, recuerdo, que tanto me aburrían hace una década atrás.
Para resumir, poseedor de una fruta que facilmente la puedo relacionar a la variedad y esa amabilidad en el paso por boca que suelo distinguir en Los Árboles y creo que es bueno tenerlo en cuenta al momento de recomendar un vino, sobre todo si es a un paladar más clásico o que simpatiza con lo más tradicional.
Qué bien que venimos, fuimos para un lado, para el otro, y ahora es ansiedad por continuar probando, y sobre todo cuando me enteré que seguía en el turno Gualtallary, posiblemente el que más fácil distingamos por su carácter salvaje, atrevido, y un “Colo” que le da una acertada vuelta de rosca a mi humilde parecer.
Si había uno de los chardonnay que por su intensidad podía tolerar más la crianza en barrica y un inicio de maloláctica, sin que éstos opacaran su carácter era éste, que es identificado con el nombre de "El Cerro" y proviene de una finca relativamente joven (15 años) también de un suelo arenoso pero con mucha más calcáreo en la piedra, de una finca ubicada en Tupungato Winelands.
Claramente es el que mayor potencia tiene, el más amplio en boca, el que la llena. La fermentación en barrica de 500 litros colaboran a una madera súper bien integrada, que pareciera que haya domado al vino permitiendo igualmente en todo momento dejar translucir su origen, aquel consumidor que busca un vino con más cuerpo, intensidad, tonos de crianza, seguramente éste será el indicado.
El orden hasta aquí el perfecto, imagino que estos tres chardonnay podrían haber resultado ideales para acompañar un menú por pasos.
Sin saber su origen me pregunto ¿cómo será el cuarto?
Y cuánto me hubiera equivocado si pensaba que lo lógico hubiera sido seguir creciendo en potencia o volumen.
Me dejé llevar, pero cuando Mayita me dice que se trataría del proveniente de San Pablo, juro que me lo empecé a imaginar. Las veces que me tocaron probar exponentes de malbec bien representativos de esta región coincidieron en frescura, soltura, vinos que recorren la boca a lo largo, que cuando ingresan fluyen con facilidad, con algunos tonos aromáticos que me recuerdan a hierbas frescas y en el caso de este chardo además algunos destellos cítricos también, sensación refrescante que me encanta.
Una crianza que si bien combina barrica, huevo y apenas un poco de maloláctica nada empaña la personalidad que tiene este vino, otro que me vuelve a dejar pensando, que quisiera tomar por botella, sacarle la ficha a cada grado mientras asciende su temperatura, "La Verdad" se llama la finca, y la verdad que este paseo para seguir conociendo los diferentes lugares del Valle de Uco, pero esta vez a través del chardonnay, estuvo de maravillas.
En lo personal disfruto mucho de aquellos blancos que se pueden beber algunos grados de temperatura más arriba, "El Limite" y "La Verdad" creo que son los que mejor se adaptan a mi gusto, eso no quiere decir que haya otros consumidores que precisamente sean "El Cerro" o "Las Tunas" el tipo de chardonnay que más vayan a disfrutar.
Hace algunos años hubiéramos hablado de un chardonnay de alta gama de Valle de Uco, hoy a través de un productor podemos hablar de cuatro y realmente diferentes.
¿Hasta donde podremos llegar con este ritmo? si pensamos en la riqueza, diversidad de nuestro país e inquietud siempre en ascenso de nuestros productores.
Hoy el colectivo que me llevo de paseo le tocó ser "chardonnay", quien lo supo conducir el “Colo", un chofer con innegable experiencia, sobre todo cuando de reconocer lugares se trata.
Gracias Javo de vinoteca Belmondo por las fotos.

domingo, 22 de diciembre de 2013

“Mi visita a la degustación anual 2013 en el Valle de Cafayate”

En noviembre pasado el Consejo de Profesionales Vitivinícolas del NOA (Co.Pro.Vi) organizó una degustación con los vinos más representativos de la cosecha 2013 de los Valles Calchaquíes. El evento se realizó en la recién inaugurada, e imponente por su arquitectura, Bodega Piatelli de Cafayate. Si bien se trata de la séptima edición del evento, dedicada a los profesionales del sector (enólogos, agrónomos, bodegueros, periodistas), es la segunda abierta al público en general.


La degustación estuvo dirigida por los propios organizadores y fue bien descontracturada. 


Los asistentes, aproximadamente ciento ochenta personas, degustaban las muestras, puntuaban en una planilla y, en varios casos, se animaron a comentar públicamente sus impresiones; mientras desde el frente los profesionales aportaban data: un ida y vuelta bastante entretenido.



La selección de las muestras estuvo a cargo de los propios enólogos. La idea original no era mostrar una bodega en sí, ni los mejores vinos del año, sino, sobre diversos varietales, lo más representativo que ofreció el Valle durante el 2013. En total, nueve vinos presentados de la siguiente manera: Malbec para beber joven, Malbec para crianza en roble, Bonarda, Tannat, Cabernet Sauvignon, Chardonnay, Torrontés, Sauvignon Blanc, Tardío.



Partamos de la siguiente base: muchos pueden pensar que ciertos colegas, por su actividad, serían competidores; por el contrario, todos se unieron para generar un evento y levantar la bandera de una región, dejando la camiseta de su equipo guardada en su casa. Creo que eso ya dice casi todo; el concepto se termina de redondear en mi mente cuando me entero de que algunas de las muestras fueron armadas especialmente para la cata, es decir, mezclando varietales de hasta de tres bodegas diferentes, porque consideraban que la combinación sería positiva para la expresión de la cepa. ¿Dónde podría representarse mejor la unión?

Me encantan las iniciativas como esta. Cuando muchos tiran para el mismo lado los resultados no pueden fallar. Al regresar de este viaje, volví con unas cuantas conclusiones que me gustaría compartir con ustedes. Me apoyo también en las bodegas que aproveché para visitar ese “finde”, y en otro viaje que hice en febrero pasado junto a mi familia.

Con respecto a los vinos de la degustación, todos 2013, algunos habían sido “blendeados” unos pocos días antes; así y todo, las muestras resultaron muy expresivas, amenas y disfrutables. Enfocándome sobre cada uno de los varietales en sí, confirmo nuevamente el potencial del tannat en el valle. Aunque no me gusta ser terminante, no creo que logre esa expresión en otra zona. Por otro lado, descubro que dos cepas como el sauvignon blanc y el bonarda empiezan a encontrar su camino. Ambos exponentes resultaron muy equilibrados y con tipicidad varietal bien definida. También me entusiasmó mucho ver cómo el cabernet y el torrontés siguen ganando en elegancia sin resignar identidad. Este cambio lo percibo gradual y, en el caso del cabernet, creo que todavía está lejos de su techo. 
Algo más personal: mientras que el 90% de los chardonnay de nuestra geografía tienden a aburrirme, porque caen en perfiles comunes y lejos de conmoverme, en Cafayate encontré uno con un carácter único, que seguramente tendrá mucho que ver con su lugar de origen y con “la mano” que se ocupó de plasmar claramente esa combinación de variables que llamamos “terroir”. Por todo eso, me ha impactado ese “chardo”; si me lo pusieran a ciegas, podía identificarlo sin dudar. 
Por su parte, los malbec estaban más que bien para cada una de las alternativas. Conociendo la cantidad y variedad que nos ofrece nuestro país, están acordes, porque son jugosos, concentrados, pero tampoco tengo puntos especiales para destacar. Con respecto al tardío del final, lo encontré entre la media a nivel país. Creo que con este estilo de vinos aún nos falta mucho por aprender, tanto para elaborarlos como para disfrutarlos.

Me remonto a hace quince años atrás, cuando empecé a probar vinos. Siempre me fue relativamente fácil identificar los vinos salteños entre el resto de los de nuestro país; de hecho, podía no diferenciar a los de la Patagonia o Mendoza, pero con los del Norte era habitual que, con la primera aproximación a la nariz, “el tipo ya te tirara una data, y le sacabas la ficha”. Ese inconfundible pimiento típico que se movía en un espectro desde aromas que podían recordar a uno bien verde recién cosechado, hasta el rojo, maduro y asado; esos aromas que después se potenciaban con mucha fuerza en boca eran su sello indeleble y bien característico. Pero, claro, todo esto era tan saliente que de alguna forma unificaba a todos los vinos de esa región, o al menos a una buena parte de ellos. Si bien en alguna época como consumidor lo disfrutaba, hoy a la distancia lo veo así, y estoy lejos de buscar o pretender encontrar lo mismo cuando los descorcho. Creo que algo similar ocurrió a nivel país con tantos años de abuso de sobremaduración, estrés, sobreextracción, madera, etc., intervenciones que de alguna manera tampoco colaboraron a la expresión de una región, ni a la del varietal en algunos casos. 

Hoy por suerte las cosas de a poco van tomando otro color, y el valle no es ajeno a ello. A raíz de mis visitas en este último año, puedo decir que sus vinos empiezan a mostrarse cada vez más definidos en sus aromas. No hablo de potencia sino de una mayor nitidez. En boca están más listos para beber, porque ya no hay que esperarlos tanto tiempo para que sus taninos estén bien redondeados. Así me lo demostraron las nuevas añadas de los tope de gama de El Porvenir, El Esteco o el Arnaldo B. Con respecto al sello NOA del que hablaba, parece estar más domesticado y respetuoso, ya que deja traslucir otros matices y ahora se comporta casi como un “sello de agua” que permite identificar claramente un varietal, y me animo a decir hasta la identidad de un viñedo. 

Imagino que llegar hasta aquí fue un trabajo, que coincide un poco con una nueva y joven camada de enólogos que dejaron de lado las recetas y tienen una estrecha relación con el viñedo, porque saben que, si logran entender el potencial o “las mañas” de cada finca, sólo les queda aportar su sensibilidad al proceso; el resto lo hacen las levaduras, la barrica en algunos casos y la botella, que por lo visto ya no es tan crucial como en años anteriores. Esto tampoco se debe interpretar como que no tienen potencial para la guarda; al contrario, apuntalándose sobre la concentración y un perfil más fresco, la vida de estos vinos de alta gama dibuja una curva apenas pronunciada, en la que su mejor momento comienza relativamente pronto, y cuya gran virtud será sostenerse en el tiempo. Desde otro punto de vista puedo decir que el consumidor tendrá una brecha mucho más amplia para disfrutarlos plenamente; mientras que antes los graficaría con una curva más pronunciada, que tendría la forma de una parábola, donde para llegar a la cima hay que transitar o esperar más tiempo, a riesgo de que esa etapa de meseta pueda o no resultar prolongada.

Hablé de esta camada de jóvenes enólogos. Dejo de lado la degustación y me meto un poquito dentro de sus bodegas. La charla me ayuda a entenderlos, y cuando pruebo los vinos encuentro una coincidencia entre el producto y sus hacedores. Suena raro, pero es un poco así. 

Recuerdo haber llegado a Bodega Etchart en plena cosecha. Mientras “Nachito” López nos armaba una cata con muestras de componentes (verdaderas “bombas” para la alta gama), no podía descuidar su radio con instrucciones para su equipo. Claro, se trataba de semanas decisivas: en sus manos estaban doce millones de botellas que debían abastecer a todo el país, y no hablo sólo de volumen, porque la bodega tiene vinos en todos los segmentos de precios, y desde el primero hasta el último mantienen una calidad acorde, que en algunos casos alcanza un grado destacable. Las pruebas están en el crecimiento en ventas de los segmentos medios; inmensos tanques y una nueva sala de barricas se están construyendo a mi vista, mientras degusto entre muchas cosas un ancellota impactante, del cual desconozco su destino.



El Esteco es otra que no se queda atrás con el volumen. Allí “Ale” Pepa tampoco le quita el foco a la alta gama; al contrario, cada vez se lo pone más. Por el momento su tope de gama es Altimus, pero el que le sigue, los Serie Finca Notables (con su cabernet), se encuentra entre mis preferidos. Las palabras claves, en mi opinión, son “elegancia” e “identidad”. Recientemente en la línea también salió un tannat que no probé y del cual me hablaron maravillas. En exclusiva Pepa anticipó un nuevo icono, por encima del Altimus, que está naciendo en una finca ubicada en un lugar muy especial y a mayor altura.


Amalaya es otra bodega que siempre seguí de cerca, y en los últimos años sus cambios fueron favorables porque desarrollaron vinos pensando en una porción de mercado más amplia. Nos podrían gustar mucho, pero aquellos Amalaya 06/07, que en esa época parecían casi de culto, estaban lejos de ser disfrutables para todo el mundo; con el tiempo se supieron adaptar a un estilo más bebible y más gastronómico. De a poco, en estos años Amalaya está consolidando su rumbo; por ejemplo, otro de los grandes aciertos del equipo Paco Puga/Javier Grané es el Amalaya Blanco, corte de “torro” con riesling, que va por el tercer año, manteniendo la frescura y buena relación precio calidad desde su primera cosecha. Hace poco, en la bodega probamos en anticipo un nuevo Amalaya que se ubicará por encima del Gran Corte: el aún “sin nombre” se mantiene acorde al estilo y la calidad de la línea. También probamos muestras de tanques y de barricas de cabernet franc 2013: el “sin madera” está hermoso; una pena que no podamos disfrutarlo como varietal, ya que serán futuros componentes de los cortes.

Mariano y Paco, en el alboratorio de Bodega Amalaya

No puedo dejar de mencionarlo: en un almuerzo (no recuerdo en cuál) tomé el Syrah Reserve 2011 nuevo de Nanni. Fruta en una maduración justa, especiados, fresco; me encantó. Me gusta encontrar así a esta cepa que durante mucho tiempo se la asoció a la insolación de San Juan y a la sobremaduración, perdiendo de esa manera sus mejores encantos. No es el caso del de la familia Nanni. Lo recomiendo efusivamente.



Estos dos viajes los compartí con “Marianito” Quiroga Adamo, enólogo de Bodega El Porvenir de Cafayate. Creo que si Mariano hubiera sido jugador profesional de fútbol, sería de esos jovencitos inquietos, a los que les gusta divertirse tirando gambetas, que no se achicaría y que si tuviera que debutar en un superclásico ante cincuenta mil personas lo disfrutaría como nadie. Lo llevo a este plano para tratar de mostrar algo de una persona que conocí un poco más, y cuyas actitudes logro identificar claramente en sus vinos; sobre todo cuando pruebo y comparo los de la antigua enología de El Porvenir (Luis Azmed/Isabel Mijares) con la actual de los últimos tres años (Quiroga Adamo/Paul Hobbs), ese cambio está bien explícito: la abismal diferencia entre el estilo de El Porvenir 2006 y 2011, y además pude confirmar en exclusiva que el 2012 continúa por la misma senda y cada vez más atractivo, fresco, especiado y hasta con tonos minerales. 



Para ampliar sobre cosas que degusté en la bodega, confirmo el Laborum Tannat 2011, que me encanta, y que el cabernet sauvignon aún en barrica me transmitió más que el actual Laborum hoy en el mercado. Algo interesante que ya tiene destino (y que no es precisamente el local) fue un bonarda, criado en diversas barricas: el “blendeado” entre éstas era sobresaliente, la madera presente y sumamente bien ensamblada; algo que quizás parece fácil, pero mi experiencia como degustador indica que no es tan así. Los blancos en El Porvenir también se destacan: son frescos y tienden a ser elegantes. 

Creo que uno de los vinos que más me gustó en el viaje fue el Chardonnay 2013 proveniente de la Finca Alto Los Cuises (futuro Laborum): tiene lo que me gusta encontrar en los blancos y lo que muchas veces carecen sobre todo los chardonnay. Amor a primera vista, potenciado cuando a la mañana siguiente fui a conocer la finca de apenas dos hectáreas, a 1.880 msnm ubicada entre el cerro, muy cercana a otra finca de la bodega llamada Alto Los Cardones (1.750 msnm), plantada apenas hace tres años, sobre terrazas originales hechas por los indios, con un marco de vegetación único. Cuando llegamos, el silencio del lugar me trajo a la mente ese “chardo tenso y vibrante” que había disfrutado la noche anterior. En Alto Los Cuises también hay algo de Petit Verdot (0,4 has) recién plantado. A esa pequeña finca también la “mima” Santiago Bugallo, agrónomo de la bodega; me faltaba conocer a Santiago para terminar de interpretar ese vino y todo me cierra; todo tiene un porqué y está relacionado: personas, lugar, identidad, pasión, trabajo, historias. 


Pensar que durante tantos años me detuve en tantas “pequeñeces”: recuerdo encontrarme frente a un vino en búsqueda de cosas que actualmente me parecen intrascendentes, y recién ahora estoy empezando a entender un poquito, a reconocer lo verdadero, a valorar lo genuino, a interpretar, a sentir primero con el corazón que con la nariz. Qué afortunado lograr percibirlo, y sobre todo que la vida me regale estar ahí cerca para hacerlo. Pero ¿saben qué es lo más lindo de todo? Que gracias a estos chicos, como a los que están en Mendoza, o en tantos otros lugares de nuestro país haciendo vino con un entusiasmo contagioso, Argentina comienza a escribir un nuevo capítulo en su joven historia vitivinícola, y seguramente será por lejos el más apasionante, desafiante y entretenido de todos.

Nachito López, Santiago Bugallo y Marianito

martes, 28 de febrero de 2012

“Chardofest 2012”

Organizada y convocada vía Twitter por los chicos de Ozono Drinks  y Francisco del Blog Logia Petit Verdot , se armó una linda cata de chardonnay, precisamente en el Espacio Ozono.


Los vinos a degustar fueron diez, nueve de ellos de alta gama, entre los cuales cuatro fueron muestras aún sin etiquetar,  provistas muy gentilmente por Alejandro Vigil (Winemaker de Catena Zapata).

La degustación fue a ciegas y  todos los vinos fueron parte de la conversación en la que se discutieron los favoritos y se sacaron algunas conclusiones antes de descubrir la etiquetas.
Martín sirvió como primer vino el Alambrado Chardonnay 2010  de bodega Familia Zuccardi, de aromas frutales limpios e intensidad media, una acidez algo crujiente (interesante). Sin tener el dato, se podía percibir que no era de alta gama, ya que en un corto lapso en boca disminuyó en expresión. Igualmente fue buena la idea del anfitrión de comenzar con algo tranquilo, agradable y, de paso, hacer boca.

Continuamos con una muestra de chardonnay 2010 del viñedo “Adrianna” (Gualtallary) de la bodega Catena Zapata. Éste se mostró más expresivo, a la fruta dulce también se le sumaron algunos florales, tostado y la nota levemente mantecosa: todo muy moderado y equilibrado. Si lo comparo con el anterior, lo ubico por lo menos 4 puntos más arriba. La botella estaba identificada con el nombre de fantasía “top 3” y se caracterizaba por provenir de un sector del mencionado viñedo donde el suelo  es particularmente arcilloso.

En el tercero seguimos creciendo en color y complejidad, ya que se mostró más dorado y a la nota frutal se le sumó algo vegetal indefinido (quizás espárrago), que no sé cómo describirlo pero que combinaba muy bien con las típicas notas frutales dulces y le daba una vuelta interesante al varietal;. Resultó ser de origen chileno: el Casa del Bosque Gran Reserva 2010 , muestra aportada por Ariel del Blog Pasión Kuali , quien la trajo de su reciente paseo enófilo por el país vecino.

La siguiente muestra también pertenecía al viñedo “Adrianna” pero de otro sector cuyo suelo es calcáreo. En su estilo y descriptores percibí mucho de lo que veníamos encontrando hasta el momento, pero en éste me llamó la atención la franqueza de sus aromas, ya que en nariz y en boca fueron idénticos en definición, carga y fuerza; este atributo resultó llamativo y obviamente positivo, al menos para mí.  Por lo visto, venimos subiendo en nivel: este último, cuyo nombre era  "top1”, fue el que más me gustó hasta ese momento.


En el quinto se acentuó el tostado y esa nota láctica que durante años siempre me resultó bastante aburrida, pero en boca acompañaba una correcta acidez y por suerte realzó en expresión. También le levanto el pulgar: junto con el anterior, lo mejor hasta ese momento. Fue el segundo importado de la noche: el Hess Colecction  2009  (Napa Valley,  California, Estados Unidos).

Para volver a hablar de puntajes, al próximo debo destacarlo con varios “porotos” más arriba de todo lo que habíamos probado hasta ese momento: sus aromas  me sorprendieron  por su profundidad y complejidad, con las notas de la crianza bien al frente pero siempre sumando elegancia. Creo que por su estilo y potencia más de un catador pudo identificarlo: se trataba del Bramare 2009 de Viña Cobos. Al leer mis adjetivos pueden pensar que fue el que más me gustó. Aunque eso no sea verdad, no voy a negar el buen trabajo en su elaboración, porque se puede percibir al degustarlo. Algo similar me ocurre con los tintos de esta bodega: los valoro pero no los elijo.



Siguió el turno del Glen Carlou 2009 , otro del grupo Hess pero esta vez de su bodega ubicada en Sudáfrica; también con los tostados como protagonistas pero con los aromas más evolucionados, pese a ser de la misma añada que el anterior. En boca se mostró algo goloso, con esas típicas notas de banana y ananá maduro ; si bien tiene buen paso, para mi gusto es algo plano. Otro que no es compatible con mi paladar.

El siguiente fue una atracción “a primera nariz” que se mostró principalmente fresca, con frutales, florales y algún que otro mineral que se fundieron en una sola pieza. Enseguida pensé en el Valle de Uco. Lo encontré diferente al resto: al degustarlo no cuajó con la idea de un chardonnay, sino de un blanco rico, que vibra en su paso y que, a mi humilde criterio, posee un modelo que hay que seguir. Esta muestra en el futuro lucirá la etiqueta de Catena Alta 2009 .

Continuamos con la número nueve. Sus aromas me recordaron a frutas blancas bien definidas, en las que no existe sobremaduración. Alguien comentó muy acertadamente que podía tratarse de damasco. Tampoco faltaron los florales y la frescura. Al desplegarse en boca lo hizo verticalmente. Sospechaba que era de la misma zona o elaborador que el anterior, ya que poseía muchos puntos en común, y no me equivoqué. Otro que me encantó porque le encontré carácter y vivacidad: resultó ser el futuro Luca 2009 , también de Vigil.

A los dos últimos vinos no me pidan que les ponga puntajes: cuando me enseñaron a utilizar este método fue para premiar cantidades y en cantidad es difícil superar al Bramare. Sólo puedo adelantar que con claridad éstos fueron los que más me gustaron de la noche.

Cuando le comenté por mail a Alejandro Vigil sobre mi preferencia por el Luca  2009 y el Alta  2009, me contestó lo siguiente: “en el Luca y Alta tenés mayor posibilidad de jugar en varias direcciones, son vinos con mayor cantidad de capas y en definitiva más complejos. Sobresale fruta por encima de características de suelo. Son estilos que los tengo muy aceitados. En cambio, los dos single top son de lugares específicos del viñedo, menos fruta, más terruno, no siempre más ricos. Son sin maquillar por medio de distintas cosechas, o suelos más o menos profundos. Simplemente es lo que hay ”.

Para terminar llegó el turno de uno que reposó mucho antes de ser descorchado: el Q 2004  de Familia Zuccardi. Su color delataba que cargaba con varios años, pero igualmente conservaba buen brillo y cierta viscosidad que luego se reflejó en su paso por boca, una fruta   que con los años mutó hacia la sobremadurez pero bien fundida con los tostados. Este estilo pesado en boca es apreciado por muchos consumidores, pero no precisamente por mí.


Terminada la reunión, se sacó un promedio entre las puntuaciones de todos los catadores: ninguno de los vinos se destacó por unanimidad, hubo muchos en el mismo nivel, podríamos decir entre los 85 y 90 puntos la mayoría. 
Fue excelente esta posibilidad de encontrarme ante nueve “chardonnay” de esta categoría. 
Personalmente, luego de esta cata, sigo confirmando que cuando en el chardonnay se acentúan las notas a “fruta madura” de la variedad, las “láctica” de su elaboración o los “tostados” de la crianza, es cuando menos me atrae. Un punto positivo fue que en la mayoría de las muestras nacionales el aporte de la madera fue bastante moderado, a diferencia de otras épocas, o de los dos importados que aún mantienen el “estilo maderazo”. Aclaro “en la mayoría”, ya que en el Bramare  y en el Q el roble también grita presente, pero por suerte sin desafinar.


Datos personales

Mi foto
Fernando// 15 4171 8019 fernandovinos@yahoo.com.ar