Uno de los nuevos emprendimiento de Matías reúne, en una pequeña finca, a los hermanos de la familia. A dos de ellos ya los conocemos de Zorzal Wines, Gerardo y Juampi; ahora también se suma Gabriel, que no tiene nada que ver con el mundo del vino, pero tampoco creo que se encuentre ahí de puro inversionista. Por lo poco que pude percibir luego de aquella tarde que compartí junto a ellos, para que este proyecto diera a luz parecería indispensable que los cuatro participaran de él.
La finca que visitamos, de tan sólo dos hectáreas, se encuentra dentro de The Vines of Mendoza (campo de 300 hectáreas en total), con viñedos privados y actualmente en pleno desarrollo: spa, resort y hasta la planificación de un hotel para sus socios. A muy poquitos metros de la finca de los Michelini, se encuentra Gimenez Riili, otra linda bodega que hace muy buenos vinos, no tan fáciles de encontrar en Buenos Aires. Aunque no lo puedo asegurar, creo que en las fincas vecinas ya hay varios enólogos que también reservaron las suyas. Algunos de ellos son Marcelo Pelleritti, Santiago Achaval, dos californianos cuyos nombres desconozco y un par más, de los más capos, y que no los menciono porque aún no terminaron de concretar; podemos llegar a pensar lo que será esa villa en algunos pocos años. Imagino a los mejores y más destacados creativos compartiendo el espacio en un estudio y cada uno llevando a la práctica todas aquellas ideas que nunca hubieran hecho para la gran empresa.
Quiero retomar el foco sobre el proyecto MB y me cuesta decidir por dónde seguir, porque pretendo describir la finca y los vinos, pero no puedo pasar por alto el componente humano que hay detrás de ellos y tampoco puedo dejar de confesar que ese rato que estuvimos charlando percibí una energía especial en el lugar. Esta energía hizo que el “vino bebida en sí” pasara a un segundo o tercer plano: por largo rato mi cabeza se asoció a otros temas: historia familiar, raíces, unión, trabajo, respeto por la naturaleza, futuro, autenticidad. Tal vez hayan sido sólo sensaciones propias; no sé qué les pasó por dentro al resto de los presentes, pero mi cabeza volvió a dar otra “vueltita de rosca”. Cada vez valoro más las historias detrás de los vinos, dado que son tan importantes como la buena fruta, la expresión, la personalidad o el equilibrio. En esta nueva oportunidad tuve el privilegio de estar muy cerca, y como estoy tan seguro de cómo continuará, me di el lujo de ser al menos por un ratito parte de ella.
Dejo mi estado interior y retomo el tema. La finca tendrá una particularidad: los palos para sus futuros viñedos están dispuestos en forma circular, 360 grados de exposición solar. Las diversas variedades estarán plantadas del centro hacia afuera, según su ciclo vegetativo, es decir, que si uno tuviera una vista de la finca desde arriba, en diferentes épocas del año vería anillos de diferentes tonos, imagino algo así como un degradé.
Muy poco lugar entre palo y palo, apenas un metro, lo cual obliga a que las tareas siempre deban ser manuales. Los viñedos se dividen en dos sistemas de conducción: los del interior, llamado “en Gobelet”, con palos más altos, y los externos, denominado “en vaso o en cabeza”, cuyos palos son más bajos. Estos sistemas son pocos habituales por estos pagos; es más común encontrarlos en algunos países de Europa.
La finca será orgánica/biodinámica. Para ello también habrá una pequeña granja con animales, una huerta, y todo lo necesario para preparar sus propios compuestos para abonar la tierra.
En suma, naturaleza pura, y un proyecto que pretende ser autosustentable desde su nacimiento. En el centro de estas fincas actualmente hay dos huevos de concreto de 1000 litros cada uno; dentro de ellos, una cofermentación de Malbec con Cabernet franc, todo proveniente de Vista Flores. No se trata de un corte ocasional, creo que será “el corte”; estimo que el matrimonio de estas dos cepas no se separará jamás, tal como podrán comprobar cuando vean la mezcla utilizada en el resto de las etiquetas de MB.
En suma, naturaleza pura, y un proyecto que pretende ser autosustentable desde su nacimiento. En el centro de estas fincas actualmente hay dos huevos de concreto de 1000 litros cada uno; dentro de ellos, una cofermentación de Malbec con Cabernet franc, todo proveniente de Vista Flores. No se trata de un corte ocasional, creo que será “el corte”; estimo que el matrimonio de estas dos cepas no se separará jamás, tal como podrán comprobar cuando vean la mezcla utilizada en el resto de las etiquetas de MB.
Aunque las fincas aún no están productivas, los muchachos ya tienen vinos para mostrar; también cofermentaciones que mantienen la mencionada mezcla, en dos líneas diferentes. Los vinos se llaman SuperUco y Clos Gualta. Para cuando nos retiramos de la finca de Vista Flores, los “Bros” tenían preparada una presentación de esos vinos. Creo que hasta el momento muy pocos han tenido la oportunidad de probarlos, no olvidemos que Clos Gualta es un altísima gama y de partida limitada. La emotiva reunión, con fogón, guitarreada y video presentación, fue en Finca Blousson, un bistró-casa de campo ubicado entre viñedos y montañas. Al grupo inicial que habíamos estado en la finca se sumaron algunos amigos más.
SuperUco y Clos GUalta
Estos vinos son realmente particulares. Si los pusiera en una cata a ciegas entre otros pares de alta gama argentinos, seguro serían muy diferentes al resto, sobre todo el Clos Gualta. No conozco vinos importantes del mundo, pero hasta dudaría de su origen. La primera particularidad es que tiene dieciocho meses de barrica Taransaud T5 nueva, algo bastante exclusivo, ya que en el mundo estimo que se fabrican muy pocas al año, hasta donde me pude informar son alrededor de trescientas. Googleando un poco detecté que el famoso Pingus 2004 de Rivera del Duero (España), con 100 puntos Parker, también fue criado en una T5.
Ahora bien, si me preguntan si el Clos Gualta tiene notas de la madera, les respondo que no, para nada. ¿Y sus descriptores aromáticos? Está todo tan bien integrado que es difícil decir “tiene esto o lo otro”. Para describir la nariz podría usar tres palabras: integración, armonía y terroir. Está muy lejos de explotar en aromas o “largar fuegos artificiales”: así me gusta llamar a un vino cuando explota en aromas de entrada, pero luego para el resto se queda en el intento. En boca: equilibrio, amplitud y una textura que es única; como una sensación de algo firme, envolvente, fresco, mineral, y que en su desarrollo me da la sensación de cremoso –no untuoso–. Tiene ciertos tonos que me recuerdan a cal, piedra. Mientras se desliza por el paladar intento pensar en la barrica e imagino a sus poros más pequeños que los de cualquier otra; pocas veces me animo en pronosticar la guarda de un vino, pero pienso en Clos Gualta y me la juego: décadas. Alguien se preguntará: ¿tiene tanta potencia en boca? No, pero percibo como un cumulo de infinitas y muy delgadas capas, tensas, que –como es lógico– se irán puliendo lentamente. Lo asocio a esos pisos de roble que tienen más de sesenta años: uno los pule y siempre siguen intactos, casi como en su primer día.
Los SuperUco no se quedan atrás. Si bien siguen claramente la misma línea, no me dejaron la sensación de longevidad infinita. De todos modos, ante este estilo de vinos el mayor atractivo lo encuentro en la boca, en donde la palabra clave es textura. Todavía no están a la venta, pero se comercializarán directamente y sin intermediarios, y al ser partidas tan limitadas se reservará el derecho de compra al mismo grupo de interesados año a año. Imagino algo así como una membresía, con cupos limitados, a la que para entrar uno deberá aguardar en una lista a que se desvincule alguien.
En la cena hubo otros vinos de Zorzal. No quiero sonar reiterativo ni tampoco exagerar, pero fue uno mejor que el otro. Además del ya conocido Fiel Blend, tomamos el Porfiado Pinot Noir, un corte de añadas 2009 y 2010: sólo 1.200 botellas de elegancia pura, una boca aterciopelada como pocas veces probé. Otro fue el Eggo, un malbec 100% que también va a dar que hablar, criado un año en huevo sin ninguna intervención ni sulfitos. Otra vez la gran diferencia es su boca, que combina lo cremoso con la nota frutal-terrosa-mineral armoniosamente fundida; una historia hermosa la de este caldo que se crió y desarrolló “solito”, sin asistencia humana durante sus 365 días dentro de un huevo de concreto.
Otro próximo a salir, el Capuleto 2012, pertenece a Passionate: un malbec de Gualtallary bien transgresor que, a su nota mineral, le suma algunos tonos a hiervas (tomillo). En una cata a ciegas con una decena de Malbec del mismo rango, se destaca claramente. Comento esto porque tuve la oportunidad de hacer esa práctica hace algunos meses en Buenos Aires; no digo que sea el mejor, digo que se diferencia del resto, y obviamente para bien. Otros de los que recuerdo aquella noche: el Montesco 2009, que fue la primera añada, ya que actualmente se encuentra a la venta la 2011 Parral, hoy en un punto justo e impecable; también estuvo el Malbec de Tinajas, elaborado en Casablanca (Chile), y con una historia que va para otro lado, al que me cuesta ponerle palabras, tal vez porque fue elaborado en otro terroir y en tinajas de barro de por lo menos cien años. Sólo Michelini y Patricio Tapia se pueden atrever a tanto.
Para resumir, todos los vinos, aunque son bien diferentes entre sí, tienen estos denominadores en común: carácter, personalidad y no abuso de madera. ¿Será el terroir? ¿El hombre? Creo que todo va de la mano, junto a otro componente, quizás el más importante: la fe de Matías en todo lo que emprende; fe y seguridad ganada no sólo en tantos años de profesión, sino también –como acostumbra a decir él– sustentada en su convencimiento de que Dios vive sobre el cielo de Gualtallary.
Aquella noche de diciembre del 2010, los hermanos Michelini fueron los primeros a quienes escuché hablar de huevos de concreto sin revestimiento, apostar a la innovación, al uso más moderado de la madera, mencionar la palabra “biodinamía”, lograr vinos más bebibles y frescos, casar al Malbec con Franc, cofermentar diversas variedades e izar la bandera de Gualtallary. Hoy ya son muchas las bodegas y los reconocidos enólogos que también decidieron apostar a estas prácticas o a comunicar que también tienen su viñedo en ese lugar. No me equivoqué en confiar en los Bros, aunque yo prefiero seguir llamándolos “los muchachos” o “la familia Michelini”.
Leer la Parte I de Michelini y la llave de la LIbertad AQUI
Leer la Parte I de Michelini y la llave de la LIbertad AQUI
Musu, excelente el relato, me encanto. Me encantaria probar varios de los vinos que describis. Te felicito
ResponderEliminarQue lindo día pasaste Fernando!!!! Creo haber probado casi todos los vinos que describís en la nota y coincido que son diferentes, ni mejores ni peores, pero que suman a la diversidad. Cuanto tiempo ha pasado desde aquella primera vez que escuchamos hablar de huevos de concreto, que nos deparará el futuro???
ResponderEliminarFelicitaciones por la nota, abrazo grande!!!
Impecable post!! Innovación, curiosidad e inquietud. Características esenciales para desarrollar nuevos y mejores vinos. MICHELINI 100%.
ResponderEliminarQue bueno que pudiste conocer sus proyectos y trabajos. Ahora a probar esos vinos!!
Saludos!!
Maravilloso lo que hacen estos chicos!! Son pura magia y además tuvimos el placer de conocer lo que estás contando!!
ResponderEliminarAbrazo gigante Musu! Salute.
FERNANDO:
ResponderEliminarExcelente la nota !! Se nota que fue muy "sentida"...
Conocí el proyecto Zorzal hace un par de años, y me encantó lo que hacían -y hacen, pues sigo probando algunas cosas que consigo- !!
Tengo que volver a visitarlos, para ver que hay de nuevo...
Un abrazo. ROBERTO