sábado, 9 de junio de 2012

"Catando con Felices los Tintos"


El grupo de cata “Felices los Tintos” (FLT), al cual siempre menciono y muchos de ustedes también conocen, desde hace varios años, estila reunirse semanalmente a probar vinos. No creo que exista, al momento, un alta gama que se les haya pasado por alto. Calculen que, a una reunión de esas cada siete días, suman con facilidad entre 500 y 600 etiquetas al año.
El anfitrión de la última FLT fue Carmelo, quien tuvo la gentileza de invitarme a participar para degustar a ciegas las siguientes etiquetas, la mayoría ubicadas en el segmento de $ 150 a $ 180:

Marcus Pinot Noir Gran Reserva 2006 (Bodega Humberto Canale, Río Negro)
Veranda Pinot Noir Oda Single Vineyard 2007 (Valle Bío Bío, Chile)
Angélica Zapata Merlot Alta 2007 (Blend de viñedos de Bodega Catena Zapata: Altamira, Agrelo y Gualtallary)
RD 2010 Malbec/Cabernet Sauvignon (Bodega Tacuil, Molinos, Salta)
San Pedro de Yacochuya Malbec 2008 (Cafayate, Salta)
Melipal Malbec Reserva 2006 (Bodega Melipal, Luján de Cuyo, Mendoza)
Númina Gran Corte 2009 (Bodega Salentein, Tunuyán, Mendoza)
Diamandes Gran Reserva 2007 (Bodega Diamandes, Valle de Uco)



En el Marcus, su color denotaba claramente que podía tratarse de un pinot; además, poseía cierta evolución seguramente mayor que la de otro 2006 de estilo más moderno. En nariz y en boca confirmó lo que nos había anticipado su color, ya que es un vino que posee muy poca fruta, y en el que la madera termina siendo la gran protagonista, atención que dije madera y no aromas terciarios. Es bebible y se muestra equilibrado en el desarrollo en boca; en la medida que se ventila, mejora apenas. Claramente es el tipo de vino que solíamos encontrar en otras épocas y que algunos consumidores privilegiarán, pero no es mi caso y menos el de mis compañeros.

En cambio, el Veranda posee mucha más expresión de entrada: fruta algo madura, especias, tostados marcados, pero todo muy bien ensamblado. En boca, franco y bebible; el tiempo en copón colaboró en que, momento a momento, despertaran nuevos aromas (bouquet). No me volvió loco pero me resultó entretenido. No creo que siga creciendo en botella, pero hasta aquí este single vineyard chileno evolucionó muy bien.

Con respecto al Melipal y al Diamandes, etiquetas de bodegas reconocidas por su estilo moderno pero que personalmente cada vez me entusiasman menos, no vacilaron en explotar en aromas y entregar todo desde el primer sorbo. En boca, anchos, dulces, torrefactos. A pesar de esas características, en su paso se mostraron equilibrados (algo que valoro). Mi crítica es que estas etiquetas que ya poseen más de cuatro años de botella decidieron resignar sutilezas y elegancia para ocuparse de impactar. Definitivamente, no es mi estilo.

Le llegó el turno al San Pedro. Si bien lo había bebido hace muy poco y me había encantado, en esta cata a ciegas no lo pude reconocer; no creo que haya sido la botella, sino el contexto que no lo favoreció. Es decir que, al beberlo entre vinos que nos provocan y a veces nos aturden con tanta intensidad, quedó algo deslucido. Aquí, una prueba de que las catas a ciegas a veces desfavorecen el desarrollo de algunas etiquetas. Otro detalle no menor es que de todo el grupo se ubica en el precio más bajo.

El Angélica y el Númina no dudaron en mostrar desde el primer momento que son dignos representantes de altura y de grueso calibre: muy expresivos, potentes, con mucha fruta madura pero no cocida, y que también poseen cierta frescura que elogio, pero con mucha madera. Está claro que pretenden ser elegantes, pero mi pregunta es: ¿cuándo?, ¿será cuestión de tiempo? Realmente no lo sé. No les cuestiono la calidad, pero a mi gusto, así hoy, tan concentrados y maderosos, no me invitan a otra copa.


Dejo para el final la etiqueta que más me impresionó, no sólo a mí sino a la mayoría. Se trata del RD 2010 de Bodega Tacuil. Debido a su costo (la etiqueta de menor precio del portfolio es precisamente el RD, con un valor de $ 175), no suelo probar vinos de esta bodega, pero siempre que lo hice me gustaron. Cuando un vino gusta tanto, el precio pasará a ser secundario, este vino entrega mucho placer: dichosos quienes pueden disfrutarlo sin que les tiemble la billetera.

Vamos a la degustación: desde la primera nariz se muestra particular: notas que mutan desde la aceituna negra o algo herbáceo hacia las de fruta madura o jalea, algo como que va y viene constantemente; tampoco faltan, para completar, algunos terrosos de fondo, pero siempre todo muy bien fundido. En boca todas esas sensaciones se repiten y con profundidad, su paso es fluido y súper equilibrado a pesar de sus 15° de alcohol. Por su estructura y complejidad aromática, pienso que puede tener madera, pero no: este vino no tuvo crianza en barrica, toda su personalidad se la debe al terroir (2.630 msnm) y seguramente a un excelente cuidado en las viñas y en la bodega. Qué pena que bebí sólo una copa y que esta añada ya está agotada. También estoy seguro de que tiene cualidades para crecer en botella, a pesar de que hoy está en un excelente momento. Un detalle importante que también colaboró a sacar lo mejor del RD: los 30 minutos en decanter.

No sólo un grato momento con amigos, sino además una excelente experiencia para ver, sin condicionamientos, qué tienen para ofrecernos etiquetas prestigiosas de nuestro mercado. Cada vez que termino una cata se repiten algunas conclusiones: dejar de lado el impacto y la madera, darle lugar a los aromas algo más naturales y a la elegancia.

1 comentario:

  1. Musu comparto lo que decis del Marcus PN 2006, esta línea de vinos de Canale lleva mucha madera y al PN lo opaca y desmerece, este vino está mejor cuando es de cosecha mas reciente; igual es un maderazo.

    Lo que decis del Melipal, el Diamandes y sobre ese estilo de vino; lo comparto plenamente. El problema es que son los que mas se venden.
    Abrazo

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