Después de varios años, vuelvo a encontrarme especialmente para degustar vinos de Finca La Anita (FLA). Ya de antemano tenía una expectativa especial sobre la reunión: en primer lugar, por conocer las vinificaciones con su nuevo equipo enológico, y en segundo lugar, por los compañeros de mesa, ya que sería compartida con algunos viejos amigos. Además imaginaba que, en algún momento de la noche, a ese combo maravilloso se sumarían algunos recuerdos que precisamente tendrían mucho que ver con esta bodega.
Hasta el 2009 los vinos de la bodega eran elaborados por Antonio Mas, hermano de Manuel, propietario de FLA. Recuerdo la sorpresa que me causó cuando me enteré de la desvinculación de Antonio a principios del 2010. Dado que era habitual identificar a la bodega con los dos hermanos, tuve una sensación extraña al saber que uno de ellos no participaría más en el proyecto. Tras esa noticia era lógico esperar que a partir de entonces llegaran cambios, y desde mi lugar la intriga era por conocer de qué manera se verían reflejados en sus vinos.
El nuevo equipo cuenta con el asesoramiento externo de Susana Balbo y el liderazgo de la joven Soledad Vargas como enóloga permanente y en lo que se refiere a la parte productiva en la finca. Soledad trabajó en las bodegas californianas KJ La Crema y Cakebread Cellars, y en la australiana Wynns Coonawarra Estate. FLA es la primera bodega que maneja en la Argentina, por eso su nombre quizás no sea tan conocido.
En la propia bodega, desde el punto de vista de las instalaciones, también se llevaron adelante importantes cambios, porque se ampliaron y remodelaron el edificio, la sala de barricas y vinificación; se incorporaron tanques de acero y se la equipó con sistemas más modernos de controles de temperaturas. También se reconvirtieron todos los procesos internos de seguridad e higiene, tratamientos de residuos y aguas, etc., punto fundamental para minimizar la variabilidad en botellas. Con respecto a la parte agronómica se incorporó el riego por goteo en gran parte de la finca. El encargado de contarme todos estos detalles y de dirigir la degustación fue un viejo amigo Marcelo Pacheco, quien desde hace siete años se encuentra muy ligado a la empresa, y actualmente se desempeña en el cargo de Brand Ambassador.
Fueron siete los vinos degustados; si bien faltaban algunos, fue un lindo muestreo de cómo se está trabajando en cada una de las líneas y el camino o el rumbo que están tomando. Si bien no hay un cambio radical –porque por suerte la elegancia sigue siendo prioridad en FLA–, en los tintos se percibe una mayor expresión frutal, seguramente producto de rindes más acotados. Marcelo contó que se está trabajando con rendimientos de entre un 7% y un 10% inferiores a los promedios históricos, por supuesto dependiendo del clima, pero precisamente la idea es buscar concentración, acidez y la madurez óptima en la materia prima.
A continuación los vinos y mi opinión:
Finca La Anita Tocai 2010 ($ 129)
Este blanco fresco, seco y de intensidad media nos regala sensaciones ambiguas pero atrapantes: combina lo frutal tirando a untuoso con una nota verde que roza lo herbáceo. Resulta sumamente interesante para nuestro mercado de blancos, en el que un porcentaje considerable suele caer en lugares a veces tan comunes. Este tocai tiene para distinguirse, sobre todo teniendo en cuenta que en nuestro mercado hay muy pocas etiquetas con esta cepa.
Finca La Anita Chardonnay 2011 ($ 129)
En éste la intensidad aromática crece, y cierta complejidad en sus aromas me hizo sospechar que había tenido algún contacto con roble. Estaba equivocado porque este “chardo” no tuvo crianza en madera, aunque por lo visto la botella le está haciendo muy bien. Intensidad, fruta levemente madura donde no faltan los florales y la acidez justa para que sea bien equilibrado. Esta cepa pocas veces logra entusiasmarme, en esta oportunidad la tipicidad y la elegancia del de “La Anita” lo logró.
Finca La Anita Rosado de Petit Verdot 2011 ($ 129)
En nariz, con esa característica nota frutal y ácida (frutilla) que creció a medida que aumentaba la temperatura en copa; en boca encontré su mayor atractivo: potencia, fuerza, nervio. Sólo ocho horas de maceración tuvo este rosado que puede acompañar tranquilamente un plato de sabores intensos, y que tiene atributos para reemplazar a un tinto en esa función.
Luna Merlot 2011 ($ 90)
Tinto directo que desde el primer momento no se guarda nada. Posee la potencia frutal que me hace pensar en un vino moderno, además de todas las notas de crianza en roble un tanto más tradicionales y esperables; su despliegue en boca es suelto, fácil y persistente; no esconde sorpresas, pero ofrece mucho de lo que pretende la mayoría de los consumidores. Es un dato para cuando en una mesa queremos ir a lo que seguro va a gustar, o bien para quienes aún no conocen los vinos de la Finca, que pueden al menos empezar con este antes que con los de mayor precio. No probé el resto de los varietales que componen esta línea, pero por lo visto con este merlot los resultados son óptimos.
Finca La Anita Cabernet Sauvignon 2012 ($ 232)
Contrariamente al anterior, éste es un vino que se tomó su tiempo en copa, donde sus aromas fueron en crecimiento gradual hasta entregarme una fruta de altísima calidad, agiornada con especiados y notas de crianza muy agradables. En boca posee gran personalidad: su despliegue es bien a lo largo y en ningún momento pierde la elegancia, por lo que anticipa un gran futuro. Hoy está muy disfrutable, pero en un par de años será muchísimo lo que desarrollará. Fue uno de mis preferidos de la noche.
Finca La Anita Corte Aniversario 2011 ($ 345)
Elaborado por el veinte aniversario de la Finca, en este blend se asociaron el syrah, la cepa tinta más antigua de la finca, con el petit verdot, precisamente la última que fue plantada. Por lo general me gustan los cortes, y más cuando son jugados con cepas no tradicionales, porque esas combinaciones nos sacan de lugares comunes en aromas y comportamientos en boca. Quizás un consumidor tradicional no lo valore, pero un enófilo como yo sí lo tiene en cuenta. Su potencia en aromas, aportada por el syrah, y en boca, propia del petit verdot, me pide carne de caza, y si le doy tiempo de botella seguro no me va a defraudar.
Varúa Merlot 2009 ($ 705)
Segunda edición de este tope de gama que promete salir siempre y cuando la calidad de la fruta sea la óptima. El primero fue en el 2007, en el 2008 no hubo. Tampoco está asegurado que sea siempre merlot, será el cuartel del varietal que mejor se dé en el año. En esta ocasión sólo mil botellas que, luego de sus quince meses en barrica francesa nueva, entregan pura elegancia decorada con sutiles tonos de suave fruta fresca. Un vino muy fino que con la aireación despertó suaves y “coquetos” tonos de café.
Hermosa experiencia el haber disfrutado de todos estos vinos de FLA, que sin salirse de su camino me llevaron hacia diferentes lugares y sensaciones; que supieron destacarse en elegancia, amabilidad y tipicidad. Estos atributos deberían encontrarse más a menudo, pero lamentablemente, por esas cosas de mercados, demanda, moda o vaya a saber qué, algunos productores parecen haberlos olvidado.
MUSU:
ResponderEliminarHace bastante que no pruebo estos vinos con tranquilidad !! De hecho, tengo una invitación pendiente de la nueva enóloga para visitar la bodega, que estoy "pateando" pues este año he ido poco a Mendoza...
Igual, creo que son vinos excelentes, para re-probar siempre !!
Abrazo. ROBERTO