jueves, 11 de octubre de 2012

“Radiografía de “el Colo” Sejanovich”


Los vinos de Alejandro “Colo” Sejanovich tienen relativamente poco tiempo en el mercado local, pero a pesar de ello creo que ya gozan de bastante reconocimiento, al menos para ese nicho inquieto ante las novedades que estila consumir vinos de rango medio/alto. Haciendo un repaso, notarán que en menos de dos años ya hemos hablado mucho acerca de ellos, no sólo en cantidad sino más bien en intensidad. 

Fue a principios del 2011 cuando conocimos el proyecto Manos Negras, que nacía con el objetivo de elaborar vinos de diferentes regiones tanto de nuestro país como de Chile. Las primeras etiquetas en aparecer fueron la línea Manos Negras ($ 88), con tres varietales: un Malbec (Mendoza), un Pinot Noir (Neuquén) y un Torrontés (San Juan). No pasó más de un año para que llegara el Zaha 2010 ($ 180), la botella borgoña de muy atractiva presentación que atesoraba un malbec con un toque de cabernet franc, ambos provenientes de Altamira; un vinazo que para la mayoría la “rompió”. Creo, además, que fue el trampolín para esperar con más expectativa aún al Teho 2010 ($ 300), único hermano mayor hasta el momento, de partida muy limitada, que llegó hace apenas cuatro meses y del que casi ya no quedan botellas.


Como soy un entusiasta, al que por suerte “el Colo” no le da respiro, aprovechando su paso por Buenos Aires hace algunas semanas, nos encontramos para que nos presentara una nueva cara de su proyecto, esta vez proveniente de la zona de Tolombón, Salta. 


Alguien no muy empapado puede pensar que el apellido Sejanovich es relativamente nuevo en el medio, pero su currículo dice lo contrario. Alejandro lleva casi veinte años desempeñándose como ingeniero agrónomo. Luego de haberse recibido en la Facultad de Ciencias Agrarias en el 1993, hizo su primera cosecha en Chandon; más tarde viajó a Montpellier (Francia), donde cursó una especialización en viticultura y enología, y luego, durante dieciséis años, fue jefe de viñedos en Bodega Catena Zapata, donde trabajó primero junto a “Pepe” Galante y después a la par de Alejandro Vigil. De hecho, transcurrida la reunión, nos contó la anécdota de cómo se conocieron con “Ale” Vigil cuando éste se desempeñaba en el área de investigación del INTA y comenzaron los primeros contactos previos a su ingreso a Catena.

Gracias a la colaboración de la sommelier Maya García, organizamos en pocos días la degustación, de la cual también participaron algunos clientes de Vinoteca Mr. Wines. No necesitamos descorchar los vinos para presentir que era mucho todo lo que tenía para contarnos y mostrarnos. Mientras Maya iba ordenando, testeando y descorchando, “el Colo” comenzaba a deleitarnos con una jugosa charla. En un principio se enfocó puramente en el tema “suelos”, una suerte de introducción a todo lo que estaríamos por descubrir dentro de las botellas, y luego continuó con nuestra geografía vitivinícola: desde Neuquén, más precisamente el Añelo, desde donde provienen sus Pinot, hasta Salta, terruño que conoce desde su pasado en Catena y del que hoy intenta extraer lo mejor para sus nuevas etiquetas Anko y Flor de Cardón.

Además de describir las posibles composiciones de los suelos, también nos manifestó la relación que existe con las altitudes, la distancia de la cordillera, o cómo influyen las pendientes en el material que se va depositando en las superficies, el cual puede provocar que en el mismo viñedo o hilera las composiciones sean diferentes. Un ejemplo de esto es el caso del Manos Negras Malbec Stone Soil Select ($ 120), proveniente de un “manchón central” en uno de los viñedos de Altamira, en donde se deposita una mayor cantidad y diversidad de piedras: sobre las esquinas de la misma hilera los materiales son otros, en la cabecera hay arena (es lo más pesado y primero en depositarse) y en el pie hay limo. Viticultura de precisión y microvinificaciones, tareas posibles de realizar en volúmenes relativamente bajos, y que necesitan apoyarse en diversos momentos de cosechas y en todas las elaboraciones pertinentes, siempre en busca de complejidad y la mayor expresión del terroir. 

Luego del ABC acerca del terroir, cuando empezamos a probar los vinos comprendí el porqué de la introducción: esa teoría inicial comenzaba a tener correlación directa con la práctica sobre cada etiqueta degustada.

Otro de los tintos del comienzo fue el Manos Negras Pinot Noir Red Soil Select 2009 ($ 120), cuyo nombre hace referencia al color de los suelos en la zona del Añelo: los sutiles tonos aromáticos de este pinot también son bastante particulares.

Mientras seguíamos disfrutando, “el Colo” también hizo hincapié en la cofermentación, y en cómo el vino gana en expresión con esta práctica. Sin dudas, se trata de un camino más arriesgado que elaborar un blend de vinos ya terminados, pero con una vuelta de rosca que suma a la personalidad y profundidad que él aspira. Un buen ejemplo es el del Zaha 2010, con excelentes resultados en la “boca y nariz”.

Llegó el turno de las novedades que nos convocan y, en lo personal, debo manifestar mi honor como fanático por tener la posibilidad de que seamos los primeros en probar esos salteños de los cuales se murmuró bastante, pero que hasta ese momento nadie conocía por estos pagos. 

Fueron tres etiquetas: Anko Torrontés 2012 ($ 75), Anko Malbec 2012 ($ 100) y Flor de Cardón Malbec 2011 ($ 150).

El primero, un “torro” recién vinificado, proveniente de la zona de San Isidro (Tolombón) y de intensos aromas que recuerdan al varietal (moscatel), con una boca tirando a melosa, muy sabrosa y con cierta untuosidad. Para quien conoce el delicado Manos Negras Torrontés 2011 ($ 65), procedente de San Juan, este torrontés puede ubicarse en un estilo opuesto, en una interesante contraposición.

Yendo a los malbec, el Anko, a pesar de ser de este año y de que casi no tuvo crianza en botella, ya se puede disfrutar. Sus típicas notas salteñas están bien moderadas, su ataque en boca es seco y su paso es equilibrado. En lo que respecta al Flor de Cardón, ya con doce meses en barrica, me resultó tan atractivo como el anterior, obviamente con mayor carácter; sus notas provenientes de la crianza no invaden y, al igual que los otros vinos del porfolio, tiende a tener un paladar bien ameno, de esos que te invitan a otra copa. 

Sí, son de altura porque son salteños, con todo lo que ello representa, son bien jóvenes (2011 y 2012), y sin embargo invitan a seguir bebiendo. Ésa es la mano de “el Colo”, que busca ese rasgo en sus vinos sin importar origen o segmento de precio. Encuentro este denominador común entre todas sus etiquetas. En relación con este tema, nos detalló los intensos trabajos (remontajes, bastoneo) que realiza durante la vinificación, y cómo evita las largas maceraciones para no contraer taninos duros o amargos. Estoy seguro de que los malbec salteños, con el tiempo en botella, en corto/mediano plazo se pondrán cada vez mejor. 

Del emprendimiento en Salta podemos agregar que lo lleva adelante junto a Jeff Mausbach, también socio en el resto de los proyectos, y un nuevo socio salteño, profesional de otra área pero con mucho interés por lograr buenos vinos. Con respecto a las viñas del malbec, nos comentó que son bastante jóvenes (2007/2008), que en total suman unas 25 hectáreas y que dentro de las mismas también tiene plantado, en muy pocas cantidades, Petit Verdot, Garnacha y Tannat (aproximadamente una hectárea de cada uno). Confía en la zona para estos cultivos y lo entusiasma la utilización de las mismas para futuras cofermentaciones con Malbec.

Por lo alto, nos mencionó sus trabajos en Chile: un Cabernet Sauvignon (Alto Maipo), un Carmenere (Colchagua) y un Sauvignon Blanc (Casablanca), con destino de exportación a Estados Unidos. Es una pena que no podamos disfrutarlos por aquí.


Luego de repasar todas las etiquetas, entiendo que los vinos de Sejanovich no son de impacto ni de gran estructura. En este punto, alguien puede quizás cuestionar sus precios (que no son bajos). En lo que respecta a su estilo, los imagino para beber solos o con una gastronomía acorde, más que para concursar en una cata o en el marco de una feria entre muchas etiquetas. En este otro punto, alguien podrá discutirme que el Zaha o el Teho pueden ser buenos para concurso, y disentiré con gusto. 

Su mayor virtud la encuentro en que son para un amplio espectro de consumidores, ya que por su complejidad y expresión van a ser bien valorados por un bebedor más avezado; y por su boca fluida, envolvente, de taninos suaves/dulces, también pueden seducir fácilmente a consumidores iniciados. Es habitual que, cuando alguien se encuentra con un vino de alta gama joven, deba esperar algunos años para que se pula, redondee y sea ameno al paladar. Pues bien, el Zaha y el Teho son 2010 y están listos para disfrutar. Según “el Colo”, eso no quita que tengan los atributos para seguir creciendo con el tiempo.



Imagino un rompecabezas de muchas piezas que pueden ser combinadas de formas diversas, y a su armador, una mezcla de profesional de la enología, artista con alta sensibilidad y capacidad para diseñar algo preparado para gustar fácilmente. Ésa podría ser una radiografía de “el Colo” Sejanovich.

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