Cuando recibí la invitación para una cata a ciegas de malbec, no tenía ningún detalle de las etiquetas que se degustarían, ni de enólogos ni de regiones ni de segmento de precios en cuestión; sólo sabía que entre éstos no había disparidad significativa. Se trataría de siete malbec, en un principio todos “tapados”, para degustarlos, charlarlos, discutirlos y ordenarlos en gusto o preferencias, entre un grupo de quince catadores. Al llegar al lugar, la vinoteca Ozono, enseguida reconocí a varios de los presentes, ya que la mayoría son asiduos consumidores a vinos de esta categoría y a este tipo de prácticas. Se imaginarán que, al igual que ellos, yo también acostumbro a probar tandas de muchos vinos. Fui el último en sumarse a la mesa y en comenzar con la degustación que se tornó bastante entretenida, sobre todo en la parte final, el clásico momento en que se descubrirían las etiquetas.
Se pudo percibir buena calidad en las muestras. Gustaron todas, si bien con estilos o características bastante diferentes: los había más o menos concentrados, maduros, frescos, con mayor o menor presencia de madera, de perfil más moderno o más cerca de un gusto tradicional, más o menos suaves, vinos que por su expresión claramente denotaban que podrían ser de altura, otros que no; pero todos, entre muy buenos y excelentes, sobre todo por el equilibrio y balance que demostraron. Se charló mucho, se valoraron esas diferencias de estilos, a las que consideramos un atributo, y por unanimidad confirmamos con esta práctica que decir “malbec” es algo muy amplio. Por suerte hay matices que hacen que esa palabra en nuestro país hoy pueda abarcar mucho. Considero que estaría realmente bueno, para sumar al conocimiento, que muchos otros consumidores tuvieran también esta posibilidad de percibirlo y poder diferenciar.
Como es costumbre, se procedió a
tomar un promedio entre las preferencias de todos los participantes. Francamente
en ese momento poco me interesaba el promedio; en lo personal, tenía siete impresiones
bastantes claras, definidas, y sobre todo diversas entre sí. Se estaba
acercando el momento de destapar para probarme a mí mismo si mi elección a
ciegas coincidiría mucho, poco o nada con mis preferencias habituales. Martín,
el organizador y quien estaba al frente de la cata, le puso una incertidumbre
especial a la destapada. Cuando terminó, me quedé boquiabierto al ver que de
las siete muestras tres pertenecían al mismo vino. Si bien mis valoraciones
fueron buenas para los tres –los cuales se presentaron 1°, 4° y 7° en el orden
degustado–, mis impresiones habían sido diferentes entre sí. No podría haber
sospechado que podía repetirse alguno. Mientras a la 1° le había puesto que era
fresco, de mediana intensidad y bien fluido con una madera casi imperceptible,
para la 4° le había sumado en la descripción que poseía algunas notas de
crianza que aportaban una elegancia especial, y a la 7° la percibí como la más
intensa, con todo el carácter de un vino de altura, algo caliente en su paso y con
aromas de la madera bastante al frente, para mi gusto. Hubo un detalle en el
medio que no es menor, pero tampoco justificativo, y es que la muestra 4° había
sido aireada con anticipación. Sirve agregar que ninguno de los presentes
tampoco detectó similitud entre los vinos.
Esta sorpresa, aparte de dejarme
en silencio, me deja pensando y resaltando una autocrítica: ¿cuántas veces
pruebo vinos en un contexto similar, y de la misma manera que le cuelgo
medallas a algunos, no soy tan benévolo con otros? Sospecho que las mismas
muestras con los mismos catadores, pero ordenadas de una manera diferente,
hubieran entregado otro resultado. No hablo de significativa disparidad, pero
quizás la suficiente para que variara ese ranking,
que es lo que finalmente muchas veces queda en nuestra memoria; ya que siempre
nos acordamos de los dos o tres primeros, o –lo que es peor– de la baja perfomance del último.
No sé cuál será la explicación. Creo
que todo tiene que ver con todo, y que el vino anterior condiciona de alguna
manera al posterior, y así sucesivamente; el primero no tiene a nadie por
delante y el último tuvo a todos. En este caso, con apenas siete muestras,
mientras que en otros podrían ser docenas; nuestras papilas no están igual en
el momento de recibir al primer vino que al último. Quizás el resto de nuestros
sentidos experimenten situaciones cotidianas comparables: ¿los mismos rayos de
luz nos impactarán de diferente forma si venimos de un ambiente oscuro que de
uno iluminado? ¿El sonido de un reloj despertador resalta de igual manera en el
silencio de la noche que en el murmullo del día en la ciudad? ¿A nuestro gusto
y a nuestro olfato les ocurrirá algo parecido?
Porque me gustan, porque
considero que tengo que probar mucho para aprender, no dudo que seguiré
adelante con este tipo de prácticas; pero las conclusiones o datos obtenidos,
una vez terminada la degustación, ya no será más que eso: sólo un dato a tener
en cuenta para confirmar impresiones en el futuro. En esta oportunidad, el
elegido por la mayoría fue el Pulcu
Malbec 2012 de David Bonomi.
Los vinos no fueron diseñados
para degustarlos en un concurso, tapados y con un cronómetro; fueron elaborados
para descorchar, contemplar su etiqueta, servirlos lentamente en un copón y
disfrutarlos desde la primera aproximación a la nariz hasta la última gota de
la botella durante el tiempo que resulte necesario. A pesar de que siempre soy
muy cauteloso con mis opiniones, de aquí en adelante lo seré un poco más aún. Evidentemente
mi entrenamiento de los últimos quince años todavía no es suficiente. Imagino
que distinto será el de los reconocidos críticos internacionales, ya que sus
puntuaciones suelen ser tenidas muy en cuenta y determinan que suba o baje
vertiginosamente la demanda de una u otra etiqueta. ¿O será que también deberíamos
tomar esas opiniones y puntajes con algo más de cautela? Esto no es matemática.
En la “ciencia del vino”, esta vez me quedaron más preguntas que respuestas.
¡Bravo! una excelente nota Fernando. Me deja pensando en muchas cosas, porque me ha pasado algo similar alguna vez. Tu reflexión en el último párrafo me parece muy acertada tambien.
ResponderEliminarAbrazo
Musu, para mi no se pueden comparar y probar vinos en línea y con un orden, eso produce muchas confusiones. Para hacer esa comparación se debe hacer una cata paralela en copas normalizadas y proceder con el método de cata paralela, es la única forma de comparar con una referencia lógica, primero todos los colores, luego todos los aromas y finalmente todos los sabores. Si se pone un vino detras del otro en un copón y ademas se toman (tragan) el vino la comparación no es buena.
ResponderEliminarComparto tus comentarios finales.
Abrazo
OK Fabian estoy de acuerdo contigo. Pero lo cierto es que el 99.9 % de las veces tomamos vinos en linea, uno detrás de otro. (cuando vas a una feria, recorriendo una bodega, en un tasting, en una cata a ciegas con amigos, etc) la cata paralela seria ideal, pero requiere mucha movida, espacio; y la mayoría de las veces es imposible llevar a la práctica.. saludos. gracias
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