martes, 5 de diciembre de 2017

#EnPrimeurEnMrWines 2017



En esta nota quisiera compartirles mis impresiones sobre #EnPrimeurEnMrWines 2017, realizado el 7 de octubre pasado. La nueva edición del evento que organizamos en nuestra “cueva” tuvo, por segundo año consecutivo, el objetivo de probar los vinos de la cosecha para sacar algunas conclusiones más generales, que sobre todo tengan que ver con lo que fue su marcha durante el año.

En total se presentaron 85 muestras, lógicamente todas cosecha 2017. El 20% fueron vinos terminados, listos, que ya se encuentran en la góndola; mientras que el 80% restante se repartió entre algunos que estaban a punto de salir y otros que lo harán en un tiempo más, ya que hoy puede que estén transitando diversas fases de crianza (barrica, botella, huevo de concreto, etc.). La mayoría se mostró ya con un destino definido, aunque no faltaron también algunas muestras de investigación o posibles futuros componentes.



A diferencia de la edición 2016, casi se duplicaron el número de muestras participantes, y la cantidad de asistentes también se incrementó en un 25%. Vale destacar que la totalidad de ellos son habitúes de nuestro espacio, todos consumidores acostumbrados a asistir a ferias y degustaciones. En esta oportunidad, pudieron probar un promedio de entre 30/40 muestras cada uno, en el término de los 120 minutos.



Entre la totalidad de las muestras, el 80% fueron tintos, mientras que el resto se repartió entre blancos, rosados y espumantes. Vale señalar que disminuyó el porcentaje de este último grupo con respecto a la edición 2016. Quizás esto tenga relación con que ese año haya sido particularmente especial para aquéllos y no tan ideal para los tintos, con lo cual los productores se mostraron algo más tímidos, sobre todo para anticiparlos en aquella ocasión.




Desde temprano, en este 2017 los tintos cumplieron con un muy buen papel, que quedó demostrado en la degustación. En general, se percibieron con un gran balance entre expresión, concentración y frescura. De las 240 muestras que se descorcharon, sólo dos fueron descartadas porque no se encontraron óptimas, lo cual pudo haber tenido relación directa con un mal cierre del corcho.

Al igual que el año anterior, terminado el evento había una encuesta on line para que cada uno de los participantes respondiera. Mis conclusiones serán un resumen del resultado de esta encuesta, mi experiencia personal y, desde luego, el haber estado durante toda la jornada que superó las 14 horas, además de degustando, charlando tanto con los asistentes como con quienes se encontraban al frente mostrando los vinos que representaban. De los 35 productores que acercaron muestras para degustar, 12 lo hicieron mediante sus hacedores o bien un representante de la marca.



Uno de los puntos que me pareció interesante es cómo los concurrentes tenían el mismo interés tanto por probar un vino de un productor debutante como etiquetas ya consolidadas de reconocidas figuras de nuestra industria. Entre esos dos extremos, hubo de todo, porque si bien la cueva claramente es sinónimo de pequeños productores, no faltaron las grandes bodegas que mostraron futuros vinos de alta gama, aprovecharon la ocasión para presentar zonas no tan reconocidas, o explicar, por ejemplo, cómo pueden impactar los diferentes tipos de crianza (barrica o foudre) en el mismo vino.




A la pregunta de la encuesta de si se encontraba relación entre la información aportada por el productor y las muestras degustadas, la mayoría de las respuestas se repartieron entre “sí en general” y “en varias de las muestras”. Es llamativo que, al justificar las respuestas, muchos de los asistentes destacaron que aquellas muestras que degustaron de mano de sus representantes fueron las ideales para encontrar esa relación. Esto muestra lo relevante que es comunicar los vinos en forma directa: cuánto que ayuda a comprender mejor cuando al consumidor se lo guía. Si bien estoy de acuerdo en que el vino ante todo deba ser para disfrutar de un modo relajado, sin la necesidad de ser un experto en la materia, no me caben dudas de que ese consumidor “mejor educado” mañana priorizará su compra por conocimiento, experiencia y reconocimiento de calidad, y que no decidirá una compra sólo por la marca que lleve en su etiqueta, el tamaño de la botella o una oferta tentadora.



Cuando se trató de reconocer la zona, las respuestas ya no fueron tan claras. Sin embargo, en líneas generales estuvieron bastante cercanas a lo que podría haber imaginado. Las más reconocidas fueron Gualtallary y Paraje Altamira, sobre todo la primera. Recuerdo haber asistido, hace cinco años, a una cata a ciegas en la que participaron exclusivamente vinos de esos dos lugares, junto a profesionales del vino, y estuvimos muy lejos de percibir con tanta claridad la procedencia. Si seguimos a este ritmo de búsqueda, dentro de cinco años serán otras zonas las que también se vayan sumando a esta lista de las que podamos reconocer casi a ciegas (confío en Los Chacayes para que pueda sumarse a este grupo).



Al mismo tiempo, me alerta que haya otras zonas con destacadas particularidades y sobre todo historia, justamente en las afueras del Valle de Uco, y que directamente no nos ocupemos para identificarlas o, mejor dicho, reconocerlas por sus características mediante la degustación. Creo que tiene que haber más trabajo de comunicación de los productores locales, exponiendo los matices que nos pueden aportar diferentes lugares de Luján de Cuyo, Maipú o San Rafael. Menciono aquí sólo a las mendocinas, pero lógicamente que lo hago extensivo a todo el país. Los vinos provenientes de los Valles Calchaquíes corren, en este aspecto, con clara ventaja sobre todos, ya que a ciegas se los suelen identificar más fácilmente. Un próximo paso podría ser empezar a distinguir diferentes lugares dentro de nuestro NOA; confío en que esto ocurrirá: la camada que hoy está trabajando en la región va hacia la búsqueda de ello.




De la encuesta también extraje que para un porcentaje de los participantes es relativamente importante reconocer la zona. Me encantaría poder compartirles cada una de las justificaciones, por lo precisas que fueron en la mayoría de los casos. Ello refleja el interés de los consumidores por el reconocimiento. Quiero aclarar que la mayoría no era profesional que trabaja en la industria; eran consumidores, pero con mucha madurez como tal, por lo visto.


Por mi experiencia de conocer desde hace rato ambos lados del mostrador, me animo a decir que a veces no encuentro esa madurez en la propia gente que se desempeña en la industria. No hablo de técnicos, por supuesto. Trabajes en el puesto que trabajes dentro de la industria, así seas el CEO de una multinacional o el vendedor que camina día a día la calle, tenés que ser una persona entusiasta del vino, apasionado por él, tener una clara lectura frente a una góndola, y sobre todo capacidad para pensar siempre como un consumidor. Eso precisamente se logra comprando y probando mucho vino, y si es a ciegas, con los pares o en competencias, mucho mejor, para así comparar y analizar. En definitiva, me refiero a la importancia de capacitarse en el conocimiento del vino de igual manera, o más, que en la especialización o área en la que le toque desempeñarse.



Casi un 84% dijo que reconocería la variedad en sólo algunos casos. Como consumidor me siento identificado con ese grupo también. Increíblemente creo que estuvimos muchos años tomando vinos que no reflejaban de modo claro las variedades; perdimos años de práctica, de capacitación en ello. Cuando se puso de moda la varietabilidad en los vinos, el estilo o el perfil que perseguían los productores tuvo más peso que respetar la tipicidad varietal en sí. La concentración y la sobreextracción poco colaboraron a que pudieran percibirse diferencias marcadas entre las variedades. Es una suerte que cada día estemos más lejos de aquello, y hoy cada cepa, cada lugar y, en algunos casos hasta cada finca, sea tratada para sacar lo más puro de ella. Esa sutileza se empieza a percibir, y es todo un ejercicio, el de probar, reconocer, recordar…




Hubo dos preguntas que debían responder únicamente quienes asistieron a ambas ediciones del #EnPrimeurEnMrWines (2016 y 2017), es decir, de 44 personas que venían respondiendo, en estos casos sólo respondieron la mitad, un número considerable, de todos modos. La pregunta tenía que ver con la comparación de calidad en los blancos y en los tintos respectivamente, comparando las diversas añadas. En ambos casos fue relativamente alto el porcentaje que indicó que encontraron claras diferencias. Esta respuesta tan definida es la que, como organizador, disfruto de encontrar.

Se resaltó que los blancos de la 2016 habían sido superlativos, de frescura incomparable, quizás más austeros en aromas pero de mayor fineza y tensión en boca; en cambio, a los 2017 los encontraron más expresivos, con algo más de equilibrio, sabor y volumen en boca. En el 2017 los tintos también fueron claramente más expresivos, más intensos, más jugosos, más redondos; mientras que la edición 2016, tan especial, nos había entregado tintos algo más tímidos en aromas y notoriamente más livianos en el paso por boca.




Todo da para pensar que, en líneas generales, esta 2017 será mucho mejor en cuanto a calidad, algo que quienes estamos cerquita pudimos escuchar de los propios protagonistas desde el día 1 de la cosecha. Hoy, con el #EnPrimeurEnMrWines, empezamos a confirmar que ello fue tal cual así.
Se trata de mirar hacia atrás, observando el presente, imaginando y planificando de alguna manera el futuro, sobre todo para no repetir los errores del pasado. Así, mientras se camina, se va construyendo nuestra historia vitivinícola, algo que tanta falta nos hace, porque lugar, clima y ganas tenemos de sobra. Mientras, reconocemos cuánto crecimos en pocos años, algo que a medida que nos alejemos en el tiempo se notará más notorio. Resalto, desde luego, la fortuna de vivirlo desde este lugar privilegiado que nos tocó de consumidores. Sostengo, cada día más, que ello debe ser con la misma responsabilidad que deben tener quienes lo producen o ya son parte del mercado, porque también somos un eslabón muy importante en este crecimiento de la industria: mientras nosotros probemos y aprendamos cada día más, podremos demandar más calidad en cada uno de descorches que hagamos.




La forma de ayudar a subir la vara de la calidad es ser cada vez más exigentes. Este escenario que describimos, el #EnPrimeurEnMrWines, es simplemente esa posibilidad de brindar más horas de vuelo a nuestros paladares, que sin dudas siempre son fundamentales para seguir creciendo.


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