lunes, 18 de enero de 2010

"El peligro de las etiquetas sin añada"


Materia fundamental para un buen consumidor de vinos es “saber comprar”, pero algunas veces eso no basta, ya que hay datos que se nos escapan de las manos, o más precisamente de las etiquetas, y que pueden llegar a ser decisivos si nuestro deseo es beber un producto en su estado óptimo. Me refiero a la añada o año de cosecha.

Algunos consejos básicos para tener en cuenta podrían ser:

- En los tintos jóvenes o de bajo precio elegir siempre años de cosecha reciente, mientras que para los que poseen cierta crianza en roble, y probablemente sean de un rango de precio mayor, podemos inclinarnos por alguno más añejo, sin dejar de tener en cuenta, si hilamos más fino, otros parámetros importantes, como puede ser la composición varietal, la región de origen o la bodega productora.

- Con respecto a los blancos y rosados, elegir siempre la cosecha del año en curso, o a más tardar el anterior, ya que es cuando mejor se desarrollarán sus aromas y se destacará mejor su frescura; no entran en este grupo los blancos con crianza en roble, o también llamados reserva, ya que esta categoría se puede añejar quizás algún año más, pero no mucho.

Pero ¿qué pasa con los Espumantes o Champañas?

Hace muy poco tiempo, más precisamente en diciembre, explicamos algo acerca de la elaboración de los mismos, sus métodos y la importancia de la calidad del vino base que la compone.

Al igual que en los blancos tranquilos, en este tipo de bebidas esperamos frescura, buena acidez, aromas primarios de la uva (frutales, florales), entre otras cosas; dichos atributos suelen perderse fácilmente con los años en botella en las champañas elaboradas con el método Charmat, que son la mayoría de las que se encuentran en nuestro mercado. Destaco esto ya que en las que fueron elaboradas mediante el método Tradicional o Champenoise (la minoría) sucede lo contrario: el tiempo en botella puede aportarle aromas más complejos que tienen que ver más con su elaboración y crianza. Vale aclarar que estos últimos por lo general son de mayor precio y que sus etiquetas suelen mencionar su elaboración.

Ahora, la gran pregunta:

¿Cómo hace un consumidor para reconocer el año de cosecha o elaboración en una champaña si normalmente no lo trae?

De todas las champañas que se encuentran en el mercado, son contadas con los dedos de las manos las que poseen ese dato en su etiqueta. Por lo tanto, cuando un consumidor debe resolver una compra, sólo le queda confiar en la seriedad del local de venta que garantice que esa botella tiene rotación en la góndola y que de ninguna manera le vayan a vender un producto viejo, que si bien pueda estar apto para beber, ya no contará con los atributos más atractivos que solía tener en su juventud.

La garantía de que adquiramos un producto joven, algo que en otros canales de venta quizás sea producto del azar, es el verdadero valor agregado que con seguridad nos dará nuestro vinotequero de confianza.

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