lunes, 10 de mayo de 2010

"Idénticos e impecables"

Me remonto a menos de un año atrás, cuando en este mismo blog abundaban los elogios para el Amalaya 2007 de bodega Colomé, no sólo por el buen momento que estaba atravesando, sino también porque anticipaba que iba a seguir mejorando.Ya era un vino muy disfrutado, incluso por algunos consumidores para quienes su origen salteño no es lo más fácil de beber. Hasta quienes estaban acostumbrados a los tintos más livianitos también se dejaron seducir por este “macho salteño y refinado”, que con un valor inferior a U$S 15, fue calificado nada menos que con 91 pts. por la publicación Wine Spectator. Como lamentablemente pocas veces pasa con nuestros vinos, la ecuación sí fue perfecta: relación precio/calidad, ¡excelente!

Cuando algo es realmente bueno, se vende rápido y más cuando tiene la recomendación de uno de los medios más influyentes del mercado mundial. Como ustedes podrán imaginarse, no me estoy refiriendo precisamente al comentario del Blog Mr.Wines, sino al de la publicación americana, que ayudó a que el Amalaya 2007 se vendiera como“pan caliente”, no sólo en nuestro país (100.000 botellas), sino también en más de veinticinco países del extranjero (250.000 botellas).
Antes de que terminara el año se agotó, y por el ritmo de su rotación imagino que en vinotecas no debe haber quedado ni media botella. En lo personal, también lamenté, y más sabiendo que efectivamente iba por buen camino, no haber guardado ninguna.

En diciembre pasado apareció la nueva añada 2008 del Amalaya, partida de similar cantidad de botellas, con renovación de etiqueta, más porcentaje de malbec en su composición y con la fama que viene cultivando hace varias añadas. Su paso por el mercado interno esta vez duró sólo cinco meses (seguro una cantidad importante fue nuevamente al exterior). Además, sufrió, como todas las cosas, un aumento en su precio, y en lo personal, encontré un cambio considerable al degustarlo en una cata a fin del año pasado. Pero al Amalaya nada lo detuvo.

Llegamos a mayo, con 2008 agotado, y por ahí alguien comenta la salida del 2009 (aparentemente, con renovación total de etiqueta), algo que por suerte fue sólo un rumor: hubiera sido demasiado rápido aparecer en el mercado con menos de un año en botella. Entonces, casi como si fuera magia, aparece nuevamente el 2007 en la góndola. La bodega lo anuncia como un remanente de exportación, pero como porteño mal llevado miro con desconfianza, ya que el modelo de su etiqueta es nuevo y éste tiene 14,9°Alc., mientras que la primera versión (antigua etiqueta) tenía 14,5°Alc.. Inmediatamente miré su número de análisis de INV y era el mismo INVS-72007.

Pero como con el numerito no me alcanzaba, busqué una nueva excusa para descorcharlo. Gracias a la gentileza de un amigo que, con más paciencia que yo, me cedió su 2007, decidí cotejar degustando “la misma añada pero diferente etiqueta”, en el asadito del día del trabajador junto a mi familia. Mediodía soleado en la terracita de la calle Formosa, ya teníamos las dos botellas preparadas, las sirvo en los copones e inmediatamente en la primera nariz no percibimos diferencias: la misma expresión; en boca, redondo como nunca, lo probás a ciegas y antes de decir “es salteño”, decís “es el Amalaya”. Luego, revisando antiguas notas de cata, descubrí que además de sus virtudes había registrado una nota cálida o alcohólica que hoy ya no está más.

De ahí en adelante nos dedicamos a disfrutar desde el primer hasta el último minuto de la sobremesa, casi sin darnos cuenta de que las dos botellas se habían terminado. Por suerte, las fotos para la nota las había sacado al principio. Luego nos olvidamos de la prueba, sencillamente los vinos habían sido idénticos e impecables.

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