viernes, 28 de mayo de 2010

“La importancia de saber comunicarlo”

Cuando me entero de una degustación de vinos, o voy a participar de alguna, suelo avisar o invitar a aquellas personas que considero pueden estar interesadas; pero muchas veces, por más entusiastas que sean del tema, al momento de asistir a un evento de este tipo prefieren decir: no, paso…, anteponiendo desde alguna excusa hasta alguna tímida confesión, tal como podría ser: si bien suelo tomar vino, no conozco tanto y no puedo sentir todos los aromas que sienten los que saben.

Es entonces cuando me pregunto: ¿Qué es lo que lleva a algunas personas a evitar las degustaciones? Si el vino es precisamente para compartir, no discrimina en sexo ni en poder adquisitivo, es más, en una reunión donde quizás pueda haber ideas opuestas, el vino puede llegar a ser el único aliado en común.

¿Será que nos hicieron creer que era para expertos y que sólo pueden disfrutarlo los que saben? Es común escuchar a “los especialistas” comunicar sus conocimientos algunas veces de un modo demasiado sofisticado, con un batallón de descriptores aromáticos, como si estuvieran viendo una película alucinante de la que el resto de los “mortales” no pueda percibir ni siquiera el comienzo.

En mi opinión, el vino es una bebida que posee la propiedad de ser simple y muy complejo al mismo tiempo, tan sencillo como poder describirlo con muy pocas palabras y rematar con un me gustó o no me gustó, y tan complejo como para estar horas debatiendo sobre la misma copa cientos de puntos que pueden tener que ver con descripción, expresión del terroir, tipo de vinificación, crianza, potencial de guarda, estilo, equilibrio, enólogo, defectos, relación calida/precio… y una lista de cosas que puede ser infinita.

Ahora, mi recomendación: si alguien aspira a conocer y entender mejor al vino le sugiero que se involucre en el tema, y precisamente una forma de hacerlo es asistir a las degustaciones. Pero si otros optan por simplemente beberlo, los felicito: no es necesario estudiar, ni quedarse quince minutos oliendo una copa, ni ser un experto, para poder disfrutarlo.

Por mi parte, cuando comunico acerca de un vino debo hablar el “idioma” que mejor entienda la mayoría. Si es con pares o conocedores, aplicaré los términos precisos e indicados, que para eso están. Si no, intentaré transmitir mis conocimientos de un modo sencillo, con palabras que todos entiendan.

Para terminar, lo que más claro me queda es que sólo depende de nosotros, vinotequeros, bodegueros y comunicadores, expresarnos de un modo simple o complejo, pero siempre de manera tal que la próxima vez ningún interesado se quede afuera de la degustación.

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