lunes, 30 de septiembre de 2019

"La foto de la película y algunos vinos como medida del tiempo"


Mis pibas eran bastante chicas, habíamos viajado al sur de vacaciones y entre tantas postales de aquel lindo paseo en familia recuerdo una, almorzando sobre Bahía Manzano con Nancy, sobre un jardín muy amplio rodeado de árboles en un pequeño restó donde nos había llevado mi amiga Lourdes, sommelier, quien en aquel momento trabajaba en Bariloche.
Obviamente no recuerdo qué pedimos para almorzar, ni siquiera de qué año o mes estamos hablando, pero sí me acuerdo del momento en que nos encontrábamos frente a la laguna al sol, mientras las niñas jugueteaban con un pequeño perro y se nos escurría rápidamente la primer botella de San Pedro de Yacochuya Torrontés, y digo primera porque hubo más pero tampoco puedo recordar de qué etiquetas se trataron. Es una foto que permanece, bien nítida, en mi mente.
Pero cuando empiezo a repasar ese álbum en mi marote, donde tengo guardadas un pilón de fotografías, y vaya a saber porque, especialmente, hay una parte importante donde el vino tiene cierto protagonismo.
Antes que alguien piense que lo voy a aburrir enumerando vinos de alta gama, de nombres poco conocidos o palabras raras, tengo también una de aquellas imágenes tomadas en Cemento junto a Juanse de los Ratones Paranoicos y mi amigo "el cabezón" Vázquez bebiendo Etchart Torrontés en vaso de plástico.
Los tres sentados en esas tarimas que se encontraban ni bien ingresabas al boliche de la calle Estados Unidos, sobre el costado izquierdo, en la previa de un show de Los Ratones.
No recuerdo el año tampoco, pero debería ser fines de los 80, principios de los 90, porque Juanse se movía con un coche bastante viejo y había aceptado rápidamente mi invitación.
Y si bien esa foto está entre las más rockeras, tengo ya casi en otro pilón un centenar de buenas capturas más, todas muy parecidas entre ellas, porque fueron siempre tomadas en el mismo escenario.
Rankean entre mis preferidas y son las que fueron tomadas en el fondo de la casa de mis viejos en San Martín, comiendo asado junto a toda mi familia bajo un árbol de laurel de más de 100 años, y en ellas no necesariamente el vino era demasiado top para que los encuentros resultaran especiales, e inclusive muchas veces me permití que el vino hasta salga sodeado, pero indudablemente se encuentran entre las fotos más bellas, porque mis sobrinos o mis hijas aparecen siempre retratados y en diversos momentos de sus vidas.
Imaginen que en las más viejitas lo veo a Fede sentado sobre su abuela (mi vieja) dándole un vaso de chocolatada con biscochuelo casero, y hoy, el mismo pibe, ahora grandote, me espera prendiendo la parrilla con disimulo y atento a qué voy a descorchar. Sospecho que en cualquier momento también le picará el bichito del vino.
Y puedo seguir enumerando fotos, vuelvo a las del mundo del vino, tengo una épica, dirían los pibes hoy. Estábamos por Mendoza de viaje enófilo con los muchachos del grupo FLT, habíamos ido a recorrer la Pirámide en Agrelo, y recuerdo el final de aquella visita maratónica, mientras bajaba el sol, todos sentados sobre el jardín que se encuentra previo a ingresar a la bodega sobre el costado derecho, el grupo entero rodeando a Vigil en una charla que no fue solo de vinos y que para mi fue la primera de tantas que luego nos regaló alguien tan importante para nosotros en este mundillo que amamos. No faltaban botellas en esa foto, como se imaginarán, sin exagerar creo que la cantidad duplicaba cómodamente el número de los presentes.
Pero cuando me nace escribir este relato en realidad no quería hablar de fotos, sino de películas. No fue hace mucho donde les compartía en una entrada del blog que cuando mi hija mayor Morena cumplió 15 años abrimos una botella de Colomé Reserva 2004 que había guardado por ser el año de su nacimiento, aquella experiencia me trajo nuevamente a la mente un montón de recuerdos, los cuales los compartí en esa oportunidad con una nota que la llame "Vidas paralelas", todos muy emotivos para mi, de hecho por parte de quienes la leyeron también recibí muy lindas palabras, ya que muchos me dijeron que se habían sentidos muy identificados al hacerlo.
Y ahí va la diferencia, porque el descorchar aquel Colomé 2004 mientras preparábamos la torta del cumple de More, no fue una foto la que me invadió, sino una película perfectamente resumida de todas las cosas por las que pasamos en esos quince años. Y precisamente fue también hace poco cuando el haber descorchado un Patrón Santiago Cabernet Sauvignon 1999, que nunca hubiera imaginado que volvería a probar, algo muy similar me volvió a ocurrir.
En realidad debo contar como nació todo para que se entienda mejor. Fue hace algo más de cuatro años en una nota que me hizo Diego Migliaro en su Blog Mi Lado V, donde yo le cuento cuál fue uno de los vinos que hizo que mi cabeza se me diera vuelta y empezará mi amor por esta tan noble bebida.

Recuerdo que le comenté con mucha precisión como había sido ese momento, y le cabe perfectamente esa etiqueta de foto que les hablaba al principio: Cafe Concert del Club del Vino de la calle Cabrera, selección especial presentada por su hacedor Manuel López López, vino con buena concentración y mucho potencial, notas que me recuerdan a jalea, especias, confituras, y mi paladar diciéndole por primera vez a mi cabeza que deje de pretender regular mi bolsillo, porque estaba empezando a descubrir y disfrutar de nuevos sabores y por nada del mundo se los quería perder.

Fue hace poco tiempo que recibo una llamada de Andrés Santamaría, quien en nombre del señor Manuel López López, quería agradecerme aquella mención que yo había hecho de su vino hacía algo más de cuatro años, y deseaba regalarme una botella de la misma añada que había disfrutado aquella noche que detallé en la nota de Mi Lado V.
Mientras escuchaba a Andrés debo confesar que casi me emocioné, por un lado el hermoso gesto de Manuel, y por el otro ver cuánto ha pasado en estos últimos 18 años, porque aquella cata del Club del Vino fue justamente en Octubre del 2001, y es ahí cuando la foto deja de ser foto para transformarse en película, obvio que en un resumen del resumen, una verdadera selección de cosas importantes, momentos claves, discutidas decisiones, pensamientos, sueños.
Recuerdo mi admiración por cuanto conocían sobre vino Pablo Cabello, Dereck Foster y Martin Cuccorese, ellos eran quienes moderaban aquellas presentaciones en el Club, escucharlos en cada presentación junto a los productores, estando siempre un poco a la vanguardia, "deschavando secretos", compartiendo anécdotas, admiraba su actividad y cuanto disfrutaba yo de todo ello.
Puedo decir que eran las dos horas que más esperaba durante toda la semana ya que en ese entonces mi actividad laboral nada tenía que ver con el mundo del vino, de hecho era poco el tiempo que me dejaba la misma para disfrutarlo a fondo como me gustaría, y los primeros años solo lograba encontrarlo en aquel caserón de la calle Cabrera, pero aprendí a que sea suficiente, me alcanzara, porque verdaderamente me llenaba.
Al final, por querer hablarles de la película, me estaba olvidando de la botella del cabernet 1999 que recibí hace poco en la Cueva, enviada por Manuel y que con mucha amabilidad me acerco Valeria, otra enamorada de la bodega. Algún romántico la hubiera guardado, creo que pasaron horas para que la descorchara, y coincidió una tarde en la Cueva, en la que vinieron una pareja de jóvenes de Uruguay que si bien no los conocía, supe que era el momento para descorcharla. Eran ambos amantes del vino, recuerdo el nombre del muchacho que se llamaba Federico y además era aficionado a elaborar panes caseros con masa madre. Hablamos de todo mientras abríamos esa joya, que si bien uno podría llegar a dudar de su estado por el tiempo, una intuición especial me llevaba a confiar que estaría de puta madre, y así fue; sedoso, vivo, impecable, ante los primeros sorbos nos miramos los cuatro alegres y ahí fue la segunda foto que me saque con el Patrón Santiago 1999, 18 años después y acompañados por esos chicos uruguayos.
Me olvidé de comentarles, el cuarto era "Pico de Luchi" otro "gomia" que me regaló el vino y por suerte esa tarde también estaba en la Cueva. Compartir con gente querida potencia todo.
Y mientras tanto, en el medio de ambas fotos, que tienen la mayoría de edad como diferencia, nace una nueva película que juro que nunca la hubiera imaginado.
Hoy, hablando de vinos frente a los cueveros, ahora mucho más del otro lado y casi sintiéndome como Pablo Cabello, cada vez con más pasión, al igual que las ganas de aprender y crecer. Sueños cumplidos? no sé.. porque ahora tengo muchos otros, y como tampoco sé qué película me espera, solo pienso en vivir una buena próxima foto.
Algunos vinos como medida del tiempo. Parece un disparate? Para mis películas al menos no lo son.

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