sábado, 11 de diciembre de 2010

"Una pasión de hermanos"

Aunque no soy futbolero puedo sospechar la alegría que podría vivir cualquier hincha xeneise a quien le tocara jugar un picadito en la cancha de su barrio con el Apache Tévez. Doy este ejemplo para que puedan imaginarse el placer que sentí hace dos semanas, pero en el terreno que me toca, y que no es precisamente el de la número cinco, donde el entusiasmo nos invade cada vez que nos juntamos para probar vinos y hablar de ellos.
Esta vez los locales éramos los chicos de Ozono Drinks (Noelia y Martín), Adrián (Blog Vinos en Bs. As.) y quien suscribe. La visita fue de primera, capitaneada por Matías Michelini, su hermano Gerardo y Guillermo (un amigo de la familia).

Si el apellido Michelini no les suena, basta decir que Matías tiene vendimias en Santa Rita de Chile o vinificó bajo la conducción de Michel Rolland en Burdeos, que trabajó en Luigi Bosca, dirigió la enología de Doña Paula y actualmente la de Finca Sophenia. ¿Ahora sí les dice algo? Estas bodegas mendocinas son destacadas, indiscutiblemente, por la alta calidad de vinos que entregan año a año.

Claro que los muchachos no vinieron para recordar su trayectoria, ni a hablar de su reconocida actualidad, sino todo lo contrario: llegaron muy humildemente con sus tres botellitas debajo del brazo, como si recién empezaran en esto, con ganas de compartir y de que degustemos sus nuevos proyectos. Luego de las presentaciones formales, mientras tomábamos una copita del Primmacepa Brut y de Doña Paula Shiraz/Malbec 2008 (con ciertas notas vegetales que me resultaron muy simpáticas), fuimos a los tintos. Matías tuvo la destreza de seleccionar una etiqueta de cada uno de los proyectos que asesora, a modo de muestrario. ¿Para qué más?

1) Montesco 2009 ($ 80): es un corte Malbec/Cabernet /Bonarda, perteneciente al proyecto personal de Matías. La fruta con que se elaboró proviene de parrales antiguos de Tupungato. Con un año de crianza en barrica, y una partida de sólo 4.000 botellas, me resultó un tinto agradable, bebible y con buena acidez. El hermano mayor de esta línea es el MalBon (corte Malbec/Bonarda); aunque aún no lo probamos, ya tuvo buenas críticas de los medios especializados.

2) Tupun Bonarda Reserva 2008 ($ 80): pertenece a Bodega del Tupun, que posee 180 hectáreas propias con muy buena producción de Bonarda en Tupungato, y donde Matías brinda asesoramiento. A mi criterio quizás haya sido, en relación precio/calidad, el que más me gustó. Matías valoró los viñedos de esta cepa (parrales de 30 años), que al encontrarse tan bien equilibrados por el tiempo entregan una fruta de muy buena calidad, lo que quedó demostrado en este vino. También nos habló de la estrecha relación de amistad de los Michelini con la familia Pellegrina, propietaria de la bodega, a quien elogió por su dedicado trabajo en las viñas.

3) Climax 2008 ($ 200): con sólo 1.500 botellas, es el alta gama de Zorzal Wines, bodega ubicada en el Distrito de Gualtallary, Tupungato (1.350 msnm). Se trata de un emprendimiento más que familiar, dirigido por Gerardo, con la enología y control de la producción de la uva a cargo de Juan Pablo Michelini (hermano menor y enólogo) y el asesoramiento de Matías. Para terminar de confirmar que este proyecto es familiar, el Ingeniero Michelini, papá de los tres muchachos, se encargó del diseño arquitectónico de la bodega, a la que en el futuro tiene proyectado anexarle un alojamiento y un pequeño restaurant. Con respecto al vino, es un corte Malbec/Merlot/Cabernet, en cuyo color predominaban los rojizos más que en los anteriores. Se notaba que era de un precio superior por la nitidez de sus aromas y por sus veinte meses de roble que podían percibirse con facilidad. También se sentía la típica nota del malbec de la región. Al degustarlo lo encontré con muy buena acidez y de taninos marcados, y en el recuero de boca bastantes tostados que, si bien eran predominantes, a mí me gustaron.


A pesar de que no es enólogo, a Gerardo lo noté muy involucrado en la elaboración y con mucho conocimiento de etiquetas. Todo el tiempo dejaba translucir que lo suyo no es sólo la conducción de la bodega y la parte comercial, sino que también es un gran apasionado del vino como nosotros. En un momento también nos contó que desde el 2007 en Zorzal Wines se suman socios canadienses.

¿Qué me parecieron los vinos?
Independiente de que eran tres proyectos diferentes, se hacía notar que provenían de la misma región y que Matías está detrás de ellos. Encontré entre todos importantes puntos en común, que yo como consumidor valoro: aromas frescos y limpios, aromas a frutas (rojas y negras) pero no sobremaduros. De comportamiento franco en boca, con buena acidez, no alcohólicos, vinos de estructura media y equilibrados, y con agradable final de boca, esos que te invitan a una copa más.Tanto al Tupun como al Climax un tiempito más de botella le van a venir muy bien, ya que sus taninos están algo marcados aún. Si tengo que criticar algo, quizás sea el precio del Climax, que es muy buen vino, pero en lo personal no pago fácilmente $ 200 por una etiqueta.

¿Qué nos dejaron los Michelini?
Que se divierten haciendo vino; que para ellos, según nos cuentan, si tuvieran que hacer vinos con recetas sería muy aburrido; que disfrutan del desafío, la innovación constante, desestructurar, no diseñar pensando en un mercado y dejar expresar el terruño. A raíz de estos conceptos, nos comentaron algunos secretos, como congelar durante meses las uvas blancas para mayor extracción de aromas, utilizar escobajo de uva sobremadura para sumar taninos y estructura, vinificar con racimos enteros, o fermentar en barricas, y muchas cosas más que no están en los libros. Con el mayor de los respetos, “estos pibes se la juegan” con prueba y error en pequeñas vinificaciones, para obtener lo mejor y, como dice Matías, “poniéndole pelotas todos los días”.
El mismo compromiso y las mismas “pelotas” que tenemos que ponerle todos a los que nos une alguna relación con el vino, ya que ésa será la única fórmula para ubicarlo cultural y cualitativamente en el lugar que se merece.

Antes de que emprendieran su regreso a Pilar (donde estaban alojándose momentáneamente), nos despedimos con una copa del Stradivarius, el fortificado de Casa Bianchi: a mi criterio, bien pero un tanto evolucionado.

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